Capítulo 48: Ofensiva en Malaxis (VII)

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Cuadrante 36, Sistema Malvarala, Planeta Malaxis, alrededores de la torre de comunicaciones.

El fuerte olor a carne quemada inundaba toda la zona de lo que, hacía solo unos segundos, había sido la cúpula de energía tardaliana. Sin embargo, ya nada quedaba de la prodigiosa estructura y, en su lugar, más de un centenar de legionarios calcinados trazaban lo que antes había sido su perímetro. La técnica de Ange, ayudada por la energía residual de Cornelius y la conductividad de la cúpula había acabado con todos ellos en un instante. Arrodillada y sin apenas fuerzas, la saiyan contemplaba con cansancio el resultado de su obra sin saber muy bien como sentirse al respecto.

- ¡¡No!! - restalló en el aire el lamento de Cornelius rompiendo el macabro silencio -. ¡Mis hombres, mis valientes soldados!

El legado había arrojado a un lado el cuerpo de Vegeta y andaba sin rumbo por el perímetro de la cúpula, aún sin poder creer lo que le mostraban sus ojos.

Vamos, transformaros - pensó Ange procurando no mirar al cielo. Necesitaba que uno de sus compañeros se convirtiese en ozaru, era la única posibilidad. Su técnica la había dejado sin apenas fuerza y, por mucho que la transformación multiplicase por diez su poder, dudaba que llegase a alcanzar siquiera las dos mil unidades. Por desgracia, ninguno de sus compañeros parecía encontrarse en mejor estado. Artic estaba inconsciente, no había ni rastro de Salad y Vegeta, por lo que había visto, debía de estar casi a las puertas de la muerte.

Para esto me esfuerzo en destruir la barrera, vaya equipo... - pensó con sorna -. Al menos mi madre ya no podrá decir que no lo he dado todo.

- No puede ser... - volvió a gemir Cornelius -. ¡Es todo culpa tuya maldita demonio! ¡Tú los has matado a todos!

- Culpable... - murmuró Ange mientras observaba como el legado se dirigía hacia su posición. La saiyan cerró los ojos y suspiró cansada, aceptando su destino.

- ¡Ni se te ocurra cerrar los ojos escoria! ¡Voy a hacerte sufrir de formas que eres incapaz de imaginar, voy a aplastarte, a destrozarte hasta que...

Un enorme rayo de energía descendió desde el cielo, impactando de lleno sobre el legado y provocando un gran agujero en la superficie del planeta. Un instante después, la imponente figura de Raditz en su forma ozaru aterrizó frente a Ange.

Salvada por la campana – pensó la saiyan valorando su buena suerte.

- La caballería acaba de llegar – dijo el explorador con voz grave -. A partir de ahora me ocupo yo.

- Todo tuyo – respondió Ange -. Si no te importa, intenta alejar la zona del combate. Entre tú y yo, creo que no le caigo demasiado bien a ese tipo.

- Dalo por hecho – respondió Raditz esbozando una lobuna sonrisa.

Un leve temblor en el suelo alertó a la saiyan y, un instante después, la figura de Cornelius emergió atravesando la superficie del planeta, justo tras Raditz. El legado no perdió el tiempo y, empleando su mano a modo de espada, atacó la cola del ozaru. Sin embargo, el explorador era más ágil de lo que Ange había previsto y, realizando un salto con giro, esquivó el golpe de Cornelius y le propinó una fuerte patada, lanzándole a casi treinta metros de distancia.

- ¡Maldito simio sarnoso, lamentarás haber intervenido en este combate! - bramó el legado abalanzándose de nuevo sobre Raditz. Los dos combatientes comenzaron a intercambiar varias series de golpes buscando someter a su rival.

Bueno, parece que volvemos a tener posibilidades – pensó Ange mientras observaba el combate.

La batalla era bastante pareja. Si bien Cornelius superaba a Raditz en casi 5.000 unidades, el legado estaba cansado y la forma de ozaru le daba una ventaja de resistencia al explorador. Por contra, Cornelius seguía siendo más ágil y rápido y conocía la debilidad de su raza.

Dragon Ball: una historia de los saiyansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora