•.¸♡ ᴄᴀᴘɪ́ᴛᴜʟᴏ ᴄɪɴᴄᴜᴇɴᴛᴀ ʏ sᴇɪs ♡¸.•

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El fin de semana había llegado, y también un momento que Patrick temía y huía cada vez que podía.

El Miércoles, hablando con Gerard, habían estado discutiendo sobre lo que sus padres pensarían de sus relaciones. El que más llevaba aplazando esa plática, era el rubio, pues no tenía muchas esperanzas de que ese coloquio con su padre terminara bien. Y como ninguno había hablado de ese tema con sus respectivas familias, decidieron hacerlo el mismo día y eligieron el sábado de esa misma semana, y para saber si al contrario le había ido bien o mal, se mandarían palabras clave muy simples:

Verde: bien.

Azul: Ni bien ni mal.

Rojo: mal.

Patrick optó por decirle después de la comida, pues había menos probabilidades de que le arrojara un plato o le sacara los ojos con algún cubierto. Le pidió a sus hermanos que hicieran planes para que no estuvieran en casa y no hubiera problema de que su padre se molestara más por enterarse de que ellos estaban enterados de la noticia desde hace tiempo.

David se dirigió a la sala justo después de comer y, como siempre, sin recoger o lavar sus platos. Ya que al ser ''el hombre de la casa'', era pecado si movía un dedo para recoger, limpiar u ordenar cualquier rincón de la casa.

Así que Patrick fue el encargado de recoger la mesa y lavar los trastes. Una hora después, se dirigió a la sala para encontrarse con su papá, quien se había quedado dormido viendo la tele.

—¿Cómo te fue en el trabajo? —sentía que estaba iniciando mal la conversación, pues rara vez se sentaba a platicar con su padre.

—Al principio fue regular. Pero un maldito cliente mal portado cagó por completo mi día, y luego de regreso había mucho tráfico por un estúpido accidente automovilístico. Un auto chocó con una moto y casi lo atropellaba.

—Entiendo... seguramente fue estresante.

—Demasiado. Lo bueno es que ya llegué y estoy más calmado.

—Ah, me alegra oír eso.

—Sí...

El silencio incómodo no tardó en llegar. David empezaba a sospechar que algo pasaba, pues él también estaba al tanto de que rara vez su hijo menor se le acercaba para platicar o saber cómo había estado su día.

—Papá... quería hablar contigo sobre algo.

—¿Qué pasa, Patrick? —preguntó el mayor con voz cansada.

—Yo... eh... tiene algunos meses que pues... que... empecé a salir con alguien y-.

—¿¡Tienes novia!? —preguntó emocionado. —Hijo, pero qué buena noticia. —sonrió de inmediato. —¿Es esa muchacha con la que salías antes?

—N-no...

—¿Y cómo se llama?

—Es que hay algo... algo más, papá.

—¿Qué más hay? —preguntó impaciente.

—No... no es... no es una... m-mu-mujer.

—¿Cómo que no es una mujer? —volvió a preguntar confundido. —Patrick, creí que ya habías superado tu etapa enamorado de tu peluche de oveja, Ortencia.

«En realidad se llamaba Ortencio, pero él no tiene que saber eso, ¿verdad?» se preguntó para sus adentros. —No, papá. —negó rápidamente. —E-es una persona real sólo que... no es una ella...

—Patrick no te entiendo, ¿cómo que no es una ella? sé más claro.

—Pongámoslo así... no es una ella p-porque es... un él.

𝙰 𝚙𝚘𝚠𝚎𝚛𝚏𝚞𝚕 𝚌𝚛𝚎𝚠Donde viven las historias. Descúbrelo ahora