•.¸♡ ᴄᴀᴘɪ́ᴛᴜʟᴏ ᴠᴇɪɴᴛɪᴄɪɴᴄᴏ ♡¸.•

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Ese parecía ser un día bastante nublado, el cielo estaba cubierto de blancas y esponjosas nubes que no dejaban ver ni un solo pedazo de cielo azul, Mikey ni siquiera sabía hacia dónde caminaba, pero tampoco es como si le importara mucho. Veía los coches pasar, los niños andando en bicicletas de colores brillantes y llamativos mientras gritaban y reían, disfrutando la compañía que se hacían entre ellos.

La alegría que mostraban los niños era contagiosa, tanto que el castaño sonreía de tan sólo verlos perseguirse e inventar infinidad de cosas que podían jugar montados en sus bicis.

Se había percatado de que sus piernas se dirigían a la casa de la tía de Ryan, que era donde éste vivía.

El chico según les había contado, solía vivir en Nevada con su mamá, pero eso cambió después de que se casara por segunda vez, su supuesto esposo nunca quiso a Ryan, lo veía como un estorbo entre él y su madre, entonces el señor platicó de esto con ella, y su mamá por seguir con su esposo, mandó a Ryan a vivir con su tía de Nueva Jersey, ya que su padre lo había abandonado desde muy pequeño y por lo tanto no tenía a nadie más.

Cuando llegó a la casa, abrió la puerta y entró como si fuese suya, buscando a su amigo con la mirada.

Encontró en la cocina al muchacho de ojos grandes marrón y cabello castaño. Ya lo tenía un poco largo pero parecía no importarle mucho. Era un poco alto, complexión delgada y de tez blanca, cejas rectas, rostro alargado en forma ovalada con cuello largo y labios algo carnosos.

Se le veía con una expresión neutral, había ido a buscar un poco de agua, según veía Mikey. Al momento de terminar de servirse agua en un vaso de cristal, quiso poner la jarra de agua en su lugar, se volteó y por accidente golpeó el vaso con el codo, provocando que cayera de la mesa, su intento por agarrarlo fue en vano, el vaso ya había caído al suelo, impactando estruendosamente contra éste, esparciéndose en cientos de pequeños trozos de dicho material, pero hubo algo que no cayó.

El agua.

El líquido que solía contener el vaso quedó suspendido en el aire, como si la gravedad no hubiera tenido efecto en ella, mientras Ryan estaba en una especie de trance, procesando lo que estaba pasando, en la misma posición que usó para su intento fallido de evitar que el vaso cayera.

—¿¡Qué se cayó!? —preguntó su tía desde el segundo piso.

—¡Nada, tía! —gritó rápidamente de vuelta.

—¡Voy a bajar! —Ryan entró en pánico y se incorporó, haciendo que el agua, ahora sí, cayera al piso como debió haber sido hace unos segundos en el mismo instante en el que el vaso lo hizo.

Su tía bajó apresurada por las escaleras, llegando en un instante a la cocina y presenciando el desastre que había ocasionado su sobrino.

—¿Otro vaso, Ryan? —preguntó con decepción.

—Perdón. —se disculpó agachando la cabeza con pena.

—Ya es el cuarto en este mes. —le reprochó.

—Lo sé, pero no es a propósito, le pegué con mi codo y-.

—No te preocupes. —suspiró. —Ya déjalo así. ¿Puedes recogerlo solo?

El castaño asintió y se agachó para tomar los trozos de vidrio roto, con cuidado de no cortarse. Su tía se acercó a él, tocando su hombro para llamar su atención.

𝙰 𝚙𝚘𝚠𝚎𝚛𝚏𝚞𝚕 𝚌𝚛𝚎𝚠Donde viven las historias. Descúbrelo ahora