•.¸♡ ᴄᴀᴘɪ́ᴛᴜʟᴏ ᴄᴜᴀʀᴇɴᴛᴀ y ɴᴜᴇᴠᴇ ♡¸.•

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Gerard llegó con la mujer de avanzada edad, ella al escuchar los pasos de alguien volteó para ver de quién se trataba, viendo a un muchacho algo subido de peso, cabello negro y ojos avellana.

—¿Usted es Margaret Draft?

La mujer lo miró extrañado. —Sí, soy yo.

—Creo que conozco a su esposo.

—¿A Bern?

—Sí. Él es el que me ha dicho de usted.

—Me entristece ver que un muchacho de tu edad esté aquí. Pero qué lindo que hayas conocido a mi esposo. —se emocionó. Gerard iba a decir algo pero la señora volvió a hablar. —¿Y cómo está de salud? ¿aún tiene el mismo trabajo?

—Bueno, sobre eso... él ya falleció. —le notificó. —Sólo que no puede subir aún. A pesar de eso, él quisiera decirle lo mucho que la ama y anhela estar con usted, pero que pronto lo estará.

—¿Él dijo eso? —Gerard asintió sonriendo y Margaret también sonrió. —Gracias por avisarme, hijo. Me regresaste las esperanzas que perdí de volver a ver a mi Bernie.

—No agradezca. Son una pareja muy bonita y me gustaría que volvieran a estar juntos, el señor Bern me cuenta muchas cosas de usted.

—¿Sí? con razón hasta sabes mi nombre de soltera, casi nadie me conoce por ese apellido.

—¿Ah, no?

La anciana negó. —Llevo años sin oír que alguien me llame por el apellido Draft. Me casé con Bern hace... —cerró los ojos e involuntariamente empezó a contar con sus arrugados dedos. —Íbamos a cumplir cuarenta y ocho años de casados pero fallecí meses antes, de eso ya tiene unos seis o siete años, tal vez un poco más... pongámosle que ya son cincuenta y cinco años o menos, porque al principio la gente no estaba enterada de mi matrimonio... —bendita sea la paciencia que tenía Gerard con los ancianos y le servía en momentos como estos. —Ya después de como dos o tres años la gente dejó de llamarme por mi apellido de soltera. Y pensándolo bien, ojalá hubiera durado más tiempo allá abajo, hubiera podido cumplir los cincuenta años de casados y celebrar la boda de oro con mi viejito lindo. —dijo, haciendo que Gerard la viera enternecido. —Oye... ¿tú sabes si mi hijo seguía enojado con Bern antes de que él muriera?

—¿Su hijo? —preguntó el pelinegro. —El señor Bern nunca me dijo nada de un hijo.

—Pues tuvimos uno. Lo que pasa es que Bern ya no quiso saber de él porque tuvieron una pelea muy fuerte una semana antes de que yo falleciera. Él nunca me dijo la razón de su pelea, y por obvias razones, tampoco supe si lograron reconciliarse o no. —le explicó. —No creo que en algún momento hayas visto a mi hijo, él solía ser profesor, pero ya no sé si se siga dedicando a enseñar o ya trabaje en otra cosa, su nombre es Anton.

Gerard entrecerró los ojos y arrugó un poco la nariz. —¿Anton?

—Bern quiso ponerle así, yo había sugerido ponerle Antony, pero él dijo que ese nombre no era tan original, y entonces... —Gerard dejó de escuchar a la señora Margaret después de eso y se perdió en sus pensamientos. Él se acordaba de un Anton, pero no lograba recordar de dónde. Hasta que sus ojos se abrieron de más y miró asustado a la anciana.

—¿De casualidad su hijo enseñaba Geografía?

—Sí. Le encantaba la Geografía y la Química, por un tiempo fue maestro de Química, pero dos años antes de que yo muriera él quiso enseñar Geografía, y creo que al final sí terminó siendo profesor de eso.

—Usted no me dijo su nombre de casada. —intentó averiguar Gerard. Muy en el fondo, y no tan en el fondo, sabía muy bien el apellido que estaba a punto de pronunciar Margaret, pero es que simplemente no lo quería aceptar.

𝙰 𝚙𝚘𝚠𝚎𝚛𝚏𝚞𝚕 𝚌𝚛𝚎𝚠Donde viven las historias. Descúbrelo ahora