•.¸♡ ᴄᴀᴘɪ́ᴛᴜʟᴏ ᴠᴇɪɴᴛɪᴄᴜᴀᴛʀᴏ ♡¸.•

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Pasaron alrededor de unos veinte minutos cuando Frank y Gerard decidieron salir y regresar a sus respectivos hogares, pasaron lo más rápido que pudieron el parque, lo cual no fue tan necesario, lo único "peligroso" que pasó fue que un perro negro comenzó a ladrarles y a perseguirlos por un rato, después el canino se cansó y regresó al parque. Dejando a Frank con ganas de acariciarlo.

—Frank, si no corríamos nos mataba. —le dijo Gerard.

—Pero era muy tierno. —reprochó haciendo un puchero.

Llegaron a la fachada de la casa de los Way, todas las luces estaban apagadas. Era de esperarse, eran las 12:16 a.m. y sus papás tenían la costumbre de dormirse temprano, la única luz encendida era la del cuarto que compartía con Mikey, a simple vista podía notarse la sombra en movimiento de su hermano menor, al parecer ese pequeño bastardo no tenía una pizca de sueño y le había mentido al iluso de Gerard.

—Gracias por acompañarme. —agradeció dulcemente Gerard. —Pero ahora vas a tener que irte tú solo a casa.

—Bah. —manifestó Frank, acompañándolo de un ademán de su mano en señal de restarle importancia. —Sabes que no vivo tan lejos, sólo son unas calles de diferencia.

—¿No prefieres quedarte y mañana nos vamos juntos a la escuela? hemos hecho eso varias veces.

Frank negó con la cabeza. —No te molestes. Hoy ya estás cansado y prefiero que ya duermas.

—Lo digo en serio, sabes que puedo prestarte una pijama y-.

—Mejor otro día, ¿sí?

El mayor suspiró. —Está bien, pero me preocupa que te vayas tú solo y con el dolor de huesos, ¿qué tal si te empiezan a doler otra vez?

—No creo, ya nada más me duelen un poco los brazos, ¿tú qué tal estás de tu cabeza? ¿aún duele?

—Sólo si la muevo mucho, pero estaré bien para mañana. —aseguró con una sonrisa.

—Bien. —dijo acercándose a Gerard y dejando un beso en su cabeza. —Esperemos que ya amanezcas mejor.

Gerard se sonrojó. —Gracias. —dijo mientras se quitaba la sudadera.

El castaño tomó los brazos de Gerard para detenerlo. —Ey ey ey, ¿qué haces? —preguntó extrañado.

—Te voy a regresar tu sudadera...

—No voy a tener esta conversación otra vez, la sudadera es tuya. —sentenció. Justo después, alzó su mano y revolvió el cabello de Gerard mientras le sonreía con cariño, el mencionado imitó la expresión facial de su contrario, mostrando sus pequeños dientes. —Me encantó el color que elegiste, te veo mañana.

—Adiós. —se despidió el avellana.

Frank estaba a punto de irse a su casa cuando Gerard tomó su hombro.

Pensó que era el momento de decirle.

—¿Qué pasa, Gee? —preguntó extrañando Frank.

—Es que... te quería decir algo.

—Te escucho.

Gerard se quedó congelado. —Bueno es que... yo... desde hace mucho tiempo tú... tú...— tenía todas las palabras acumuladas en la punta de la lengua, a casi nada de soltarlas y dejarlas libres como palomas blancas en una boda mientras Frank lo miraba con atención. —Oh, creo que ya se me olvidó.

Frank rió. —Suele pasar. Bueno, adiós.

—Adiós, Frank.

Acto seguido, el castaño dio media vuelta y partió a su casa. Gerard se quedó unos segundos vigilando la silueta de Frank, que poco a poco se desvaneció por completo.

𝙰 𝚙𝚘𝚠𝚎𝚛𝚏𝚞𝚕 𝚌𝚛𝚎𝚠Donde viven las historias. Descúbrelo ahora