7. Venta

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7. Venta

"El salón es amplio, aunque la distribución no acaba de gustarme...¿qué te parece si ponemos el sofá en esa esquina, cariño? Nuestro sofá, claro...éste parece viejo..."

"Claro mi amor, me parece bien..."

Aspros sigue al matrimonio en silencio. Es la segunda vez que visitan la casa familiar, y es casi seguro que la venta está cerrada.

A su lado, Defteros le acompaña con el ceño fruncido y sin frenar unas irreprimilbles ansias de imitar con mudos y desdeñosos gestos la frívola palabrería de la mujer. Aspros se da cuenta, y un codazo a sus costillas acompañado de una mirada con nombre de reproche le insta a detener su silenciosa burla. Pero los azules ojos de Defteros le responden con dureza y rapidez, evidenciándole con su achicamiento que no...que no está de acuerdo con su decisión. Y que no le gusta esa familia que parece salida de una revista del corazón.

Aspros sigue mirándole, y sus cejas se unen en un gesto que reclama comprensión. Pero el contacto visual es cortado, y Defteros vuelve a fijarse en la falsedad que ese matrimonio pasea por su casa. Porqué todavía es su casa. El escarnio cesa, y ahora son los dedos y las pieles que se alzan alrededor de las uñas las víctimas de su frustración. Porqué de uñas poca presencia queda.

- Def...

Aspros susurra la abreviación de su nombre con un ruego, y su mano busca la de su gemelo menor, la aparta de los labios y no reprime la imperceptible carícia que los dedos se atreven a dejar sobre los extremos de unos torturados dedos. Defteros rechaza la carícia de un tirón, y esconde la mano dentro del bolsillo de los jeans, pero es la otra la que pasa a ser la nueva damnificada de las habilidades de su colmillo para agrandar las pequeñas heridas que ignoran cuándo podrán sanar.

El mayor suspira visiblimente con aires de rendición, y decide seguir de nuevo al matrimonio que ahora se ha adentrado en la cocina, sintiendo cómo su presencia es ignorada e hirviendo de rabia ante la perorata que la mujer no deja de soltar a diestro y siniestro.

"Cariño...la cocina va con gas..."

Los dedos repletos de anillos que pretenden ser caros y las largas uñas postizas comprueban el accionamiento de los fogones, y los labios pintados se estiran en una mueca de asco, aumentando aún más la ansiedad que está carcomiendo a Defteros desde el mismo momento que se han presentado los intrusos. Porqué para Defteros, no son otra cosa que intrusos en su casa. En la casa de sus padres. En la casa que se arrepiente de haber arrebatado a sus hermanos menores.

"La quitaremos y vamos a poner vitrocerámica."

El marido asiente, completamente resignado y mostrando abiertamente que es un animal domesticado, sin derecho a voz ni voto frente a los caprichos de su mujer de postín. La afirmación que emerge de los labios carmesí no gusta a Aspros, que no puede evitar hacer notar su presencia e intervenir.

- Toda la casa se alimenta con gas ciudad...la cocina, los calentadores...la calefacción...

La mujer le regala su mirada un instante, pero seguidamente vuelve a su fastidiosa inspección y crítica de unos espacios que en breve pueden ser suyos. Sus pasos los llevan al piso superior, donde hay las cinco habitaciones de la casa. Cinco estancias que fueron indispensables en el pasado, y por las cuáles sus padres sacrificaron años de duro trabajo.

Nueve años después de haber dado a luz dos hijos a la vez, la notícia que en meses llegarían otros dos hizo que tomaran esta decisión. El bienestar de la família siempre fue su prioridad, y no importaron sus propios sacrificios si así sus cuatro hijos podían crecer con comodidad y dignidad.

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