38. Feria

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Kanon apenas ha podido dormir.

A Saga también le ha costado conciliar el sueño, pero ahora parece dormir plácidamente, y lo hace en una cama ajena. Por primera vez en meses Kanon ha permitido su compañía. Se ha tragado el orgullo y le ha pedido lo que siempre ha deseado...y lo que últimamente tanto ha temido: que no le deje solo.

Pero el interior del menor de los cuatro sigue revuelto. Ya no se debe a la descompostura ocasionada por el exceso del alcohol al que su cuerpo no está acostumbrado. Se debe a la descomposición en mil pedazos de su frágil alma, y en el dolor gratuito que su propia rebelión ha ofrecido a discreción a sus dos hermanos mayores.

Kanon debe disculparse.

Ya ha perdido la cuenta de las veces que lo ha tenido que hacer, y ahora mismo ya no sabe qué patrañas inventar para hacerlo sin usar las palabras que tanto le cuestan. Con sigilo se alza de la cama, tratando de no despertar a Saga, librándose con dudas de la mano que su gemelo ha dejado descansar sobre su cintura durante lo que ha restado de noche.

Saga ha sido fiel a su palabra. Esta noche no le ha dejado solo, y él se ha rendido a la necesidad de sentirle a su lado. Una necesidad que siempre le ha avergonzado, pero que en estas últimas horas ha saboreado.

Y secretamente lo admite. Su sabor no le ha sabido nada mal.

Es hora de ir en busca de Aspros. Con Defteros ya hablará después. El azote en su mejilla aún le duele. Y aunque es plenamente consciente que se lo ha buscado y merecido, le duele un mundo más que si hubiera sido la mano de Aspros la que hubiera acudido a callarle.

Con el mismo sigilo que ha tratado de no despertar a Saga, Kanon sale de su habitación olvidándose adrede de calzarse los desnudos pies, y camina ocho contados pasos. Ocho tramos de redención entre los cuáles trata de armar alguna frase que no resulte estúpida ni postiza para obtener un rápido y olvidadizo perdón. A cada cacho de suelo que gana terreno su corazón se acelera más y más, y cuando la mano acciona el pomo que le separa de las ruinas que él mismo ha hecho de Aspros, el vacío que se presenta a recibirle le corta la respiración y le desinfla la forzada determinación.

Aspros no está. La cama ni se ha tocado, y sin pensar retrocede tres de los contados pasos, buscando en otro lugar. Pero el cuarto de Defteros le muestra la misma frialdad.

Allí no hay nadie...ni lo ha habido durante toda la noche. Y Kanon se asusta. Algo le dice que su plan con nombre en clave de disculpa no puede ser llevado a cabo, y que quizás nunca podrá, porqué no ha considerado un plan B. Su cabeza empieza a pensar entre el dolor que aún navega resacoso en ella, y la respuesta que él solo se arma le asusta aún más.

Quizás sus hermanos mayores se han ido...

Quizás por su culpa no han dormido en casa. Por su culpa ahora no sabe donde están, y ni siquiera sabe si regresarán.

Quiere ir en busca de Saga. Despertarle y decirle que están solos. Pero abusar de la necesidad que siente de su gemelo por segunda vez en tan pocas horas no es fiel a su rutina.

El menor de los cuatro se está desesperando en sus propias pesadillas de abandono, y ahora más que nunca se arrepiente de haber arremetido contra Aspros. Es tan insoportable su tribulación que sus oídos desechan los ruidos que provienen del piso inferior. Él solo se está desquiciando, e incluso le parece escuchar la voz de su madre riéndose de él.

La voz de su madre...la que tanto teme olvidar. Porqué la de su padre la escucha cada día salir de los labios de Aspros. Pero no...no le odia por ésto. Y ahora Aspros no está para poder decirle que nunca, nunca más le volverá a insultar.

Su madre sigue riéndose. Y lo hace entre las penumbras del amanecer que está conquistando el piso inferior. Incluso pronuncia su nombre...y el de Saga también. Y se ríe...como siempre solía hacer. Otras voces aparecen a cautivar sus oídos, y sus dudosos pasos le acercan al inicio del descenso hacia la locura que está desatando su dolor. Son las voces de sus hermanos mayores, pero no son las de ahora...son más tiernas. Y una tristes sonrisas del presente las acompañan.

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