31. Llegada

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La semana de libertad, dudas, experiencias, roces, perdones y diferentes vertientes de excitación ha llegado a su fin.

El "stage" ha concluido con un Saga titular en todos los partidos del mini-campeonato disputado el fin de semana, en el cuál han llegado a la final, pero que han perdido indignamente en la tanda de penalties después de una agotadora prórroga que les ha acabado de robar las fuerzas.

Por suerte para Kanon, no ha sido él el que ha fallado su tiro desde los once metros. Ha sido Milo. Y con su fallo se han tenido que conformar con llegar a casa cargando con el trofeo plateado en vez del alcanzable dorado.

Este error del otro central, un error siempre acechante y alimentado por la energía que emana de los nervios y las ansias de ganar, ha conseguido que el disparo de Milo, quinto en la cuenta y el que les daría la opción de seguir con los penalties una ronda más, haya viajado directamente a Marte, sumiendo a todos sus compañeros en un estado de frustración y desánimo general que nadie ha sido capaz de vadear. Los reproches no sólo se los ha llevado Milo. Aldebarán también tiene parte de culpa, por no haber sido capaz de parar ninguna de las penas máximas arrojadas contra su portería, y ni el jovial fisioterapeuta ha conseguido relajar la tensión que se ha subido con ellos al bus de regreso a casa.

Las tres horas de carretera han estado sembradas por un pesado silencio que ha convidado a dormir, escuchar música o jugar con el móvil. Cualquier cosa menos interaccionar entre ellos.

Saga y Kanon han viajado casi juntos. El bus no estaba completo, así que se podía disponer de dos asientos para cada chaval si así lo deseaban. Saga se ha tomado dos de ellos sólo para él, y detrás se ha sentado Kanon, lejos de Milo, a quién le ha devuelto el enfado que su colega en la defensa le regaló los primeros días de la semana.

- ¿Crees que vendrán a buscarnos? - pregunta Kanon, cruzando los brazos sobre los respaldos de los asientos de Saga, dónde deja apoyar su mentón mientras mira el juego de móvil que Saga tiene entre manos.

- Si viene alguien será Aspros supongo...a la hora que llegaremos Defteros aún estará trabajando en el bar...

Saga responde sin alzar la vista de su chisme, y Kanon se queda pensativo sin mover su posición. No han quedado con los mayores. Es más, les han dicho que irían a casa con transporte público para no molestar, pero la verdad es que el cansancio que sienten es tan descomunal que ambos desean ver a cualquiera de los dos esperándoles en el punto de llegada, las instalaciones dónde entrenan el resto del año.

- Ojalá que venga...no tengo ganas de pillar otro bus...- reza Kanon, sintiéndose incapaz de resistir por mucho más tiempo el sueño que ya le está cerrando los ojos.

La última hora de trayecto trascurre meciendo el sueño de casi todos los componentes del equipo, incluidos el viejo Shion y Dohko, que nada puede hacer para evitar babear como un chiquillo en profundo descanso.

La llegada se produce sembrada con la misma pesadumbre que ha tomado los ánimos de todo el equipo, como así lo demuestra la desgana con la que todos recogen sus equipajes de dentro del vientre del bus, y el desinterés con el que los colegas se despiden hasta dentro de dos semanas, cuando retomaran los entrenamientos para empezar a perfilar la nueva temporada.

Saga y Kanon andan en silencio, arrastrando los pies y sus respectivas y agotadas almas, seguidos de no muy lejos por Shaka, que también debe tomar otro bus urbano que le acerque a su humilde casa. La parada es próxima a las instalaciones, pero ahora mismo a todos ellos se les antoja infinita su llegada a ella, hasta que Kanon alza la mirada del suelo y vislumbra a Aspros al lado de la marquesina, donde su particular taxi a casa les espera.

- ¡Hola chicos! - exclama Aspros, que pese a estar sudando mares debido al húmedo sol de fin de julio sigue fiel a sus camisas de manga larga, las cuáles lleva arremangadas hasta sobrepasados los codos.- Vaya...qué ánimos...¡pero si habéis quedado segundos! No es tan terrible...- añade el mayor, tomando las mochilas de sus hermanos para montarlas al coche, estando al caso del esultado gracias a un escueto mensaje de texto.

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