56. Asimilación

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La vida ha transcurrido con la misma cadencia de siempre desde el amanecer del día después.

Aunque ya no se ha vuelto a sentir de la misma manera. Y jamás volverá a sentirse como la habían conocido hasta entones, antes que la aceptación se abriera paso entre esas tristes paredes.

No se han escuchado regañinas, ni reproches ni castigos. Sólo el recuerdo de la única norma que Aspros considera sagrada.

Nunca fuera de casa.

Por el bien de todos. Por su propio bien...Y por mantener callada a la necedad mental de la sociedad, la misma que podría destruirles en aras de la moralidad aceptable de quién no comprende el concepto amar en su más pura ambigüedad.

Las dudas han aparecido en los tiernos corazones de los menores. Por supuesto que lo han hecho, asaltando en cada uno sus puntos más débiles. Pero ellos no han estado solos, aunque es cierto que internet, la vergüenza y el pudor han sido asentados en la primera linea dispuesta para descifrar incógnitas. Sólo cuando el mundo tras la red de conexiones no alcanza a resolver dudas ni a comprender sensaciones, allí ha estado Aspros con sus respuestas, escuetas y a veces demasiado directas. Respuestas al fin, respaldadas por la experiencia.

Respuestas que él y Defteros alcanzaron a base de errores, tropiezos y algunas culpas digeridas a diferente nivel.

- ¿Dudaste alguna vez?

Ésta es la enésima pregunta que Saga se atreve a formular a Aspros, siempre disparadas cuando ni Kanon ni Defteros están cerca para descubrirle desarmado de respuestas y cargado de interrogantes.

- Jamás...

- ¿Defteros dudó?

- Sí...dudó. Y a veces aún lo hace.

- Kanon duda...

- Saga...debes aprender a crecer en paciencia, respeto y comprensión. Nunca os dije que esta senda fuera fácil...

Saga calla y se concentra en lo frágil que parece Aspros barriendo el jardín de las hojas caídas que comienzan a predecir la llegada del frío. Pero Aspros no es frágil. Para él es fuerte, valiente, admirable. La figura a la que asumir de ejemplo. El hermano mayor esculpido por el destino con unas facciones que albergan infinitas dimensiones escapadas de la definición más neutral de hermano. El único padre que hace casi un año que tiene, y que ahora tendrá siempre.

Entre el cobijo del salón, Kanon y Defteros se desafían a un partido de fútbol con la Play. El menor de todos aparentemente no tiene dudas. Y si las tiene, ya se encarga Saga de buscar la resolución de las mismas por él. De momento, acercarse a Defteros es lo que más le reconforta. A su lado se siente comprendido sin necesidad de pronunciar palabra. Siente que, en cierta manera, sus miedos son los mismos que parecen haber asaltado siempre a Defteros.

El partido avanza frenético en la pantalla. La destreza del menor brilla con voluntad propia por encima de sus pensamientos en constante marcha, y Defteros se percibe oxidado en sus reflejos.

- ¡Mierda!

- 3 a 0 Defteros...

- Le voy a dar vuelta. Ya verás...

- No podrás.

Kanon habla seguro. Defteros se miente ante la realidad de sus descuidadas habilidades con los mandos. Ni aunque el gemelo mayor frunza el ceño en signo de suma concentración y se muerda el labio inferior dejando ver esos colmillos que nunca se pusieron bien, puede hacer nada para evitar el cuarto gol, ejecutado desde las afueras del área grande.

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