18. Dieciséis: Aspros y Defteros

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Kanon aún ha tardado un rato en bajar, pero finalmente lo ha hecho aseado, vestido con ropas deportivas cómodas y descalzo. No ha pronunciado palabra, y cuando ha mostrado la intención de dejarse caer abandonado con desidia en el sofá, Defteros se lo ha impedido, agarrando también a Saga de la muñeca y tirando de él hasta conseguir que se pusiera en pie.

- ¿Qué haces...?

Saga se resiste a alzarse. La tristeza también es evidente aún en su rostro. Los ojos lucen enrojecidos, y la nariz también, después de haber sido sonada repetidas veces hasta que la tristeza ha decidido darle una tregua.

- A la cocina. Los dos.

Defteros ordena, comanda...y no deja de ser una situación extraña, teniendo en cuenta que es Aspros el que se mantiene en segundo plano, de brazos cruzados y con una expresión en su bello rostro que irónicamente difumina trazos de terror.

- ¿Por qué? - Kanon se apresura a poner trabas a la orden recibida, pero lo hace con una voz a la que es obvio que le faltan las fuerzas para parecer arisca.

- No preguntéis. Sólo id a la cocina y no salgáis de ella hasta que os avisemos.

Defteros ya tiene a ambos agarrados de las muñecas, y no duda en arrastrarles él mismo hacia su temporal destino. Los dos menores no pueden evitar observarle con suma extrañeza mientras ven cómo la puerta quiere ser cerrada ante sus narices, deteniéndose cuando sólo falta un palmo para sellarse del todo. Un palmo por el cuál Defteros deja verse aún y les repite la orden que deben respetar sin mostrar objeción.- No salgáis hasta que os lo digamos ¿entendido? - Ambos se miran entre ellos, se interrogan en silencio y luego vuelven su vista hacia la peculiar cara de diversión que muestra Defteros desde la pequeña obertura de la puerta.- ¿Entendido?

- ¡Que sí, pesado! Entendido...- exclama Saga, viendo como finalmente la puerta es cerrada.

Kanon ya ha ido a buscar asiento en una de las sillas de la cocina, sin mostrar muchos ánimos. Sólo dejando que los acontecimientos fluyan...y deseando que este fastidioso día termine de una vez por todas.

- ¿Qué les pasa a éstos dos ahora? - pregunta Saga acercándose a su hermano.

Kanon no hace nada más que encogerse de hombros levemente sin siquiera mirarle. Lo que reclama su atención son las uñas de sus manos, y por inercia decide repasarlas un poco más, ignorando completamente a Saga.

Desde el salón empiezan a emerger ruidos extraños, y Saga sucumbe a la tentación de acercarse a la puerta y abrirla lo mínimo y suficiente para poder espiar a través de la obertura que logre, pero al fin desiste, pegando únicamente la oreja en la madera y tratando de desvelar qué está ocurriendo unos metros más allá.

- Mueven cosas...

Kanon vuelve a encogerse de hombros mientras cambia la tortura de mano, pero la indiferencia que pretende mostrar no impide que se dé cuenta de lo que su gemelo está haciendo, y que recuerde los reproches que él mismo se llevó una noche que hizo exactamente lo mismo.

- Y luego me dices a mí que no está bien espiar...hay que joderse...- Kanon lo dice con desagradable tono, observando de reojo a Saga mientras nota que ya no hay ni uñas ni pieles disponibles para saciar la ansiedad que sigue recorriéndole el cuerpo.

Saga ladea su rostro hacia él, sin dejar de apoyar sus manos en la puerta y sin apartar mucho su oído de ella, aclarando los matices que hacen de su acción una completamente distinta a la que desempeñó Kanon semanas atrás.- Tú querías escuchar lo que hablaban estando en su habitación, Kanon...ésto es diferente.

- Si tú lo dices...

Mientras tanto, en el salón ha aparecido el biombo que estaba olvidado en el garaje. Ése mismo que su madre había usado los años en que se había dedicado a ser esteticista en casa. Tras él se esconden un par de grandes cajas repletas de ropa y artículos de disfraces guardados a lo largo de los lustros, y algunas prendas que Aspros y Defteros se han atrevido a sacar del armario de sus padres. Ése que aún está tal y como quedó meses atrás.

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