36. Explosión

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La puerta de la casa se cierra emitiendo un sonoro golpe que estremece la oscuridad que alberga el salón.

Aspros está furioso. Kanon ha traspasado todos los límites asumibles de su rebelde comportamiento, y la rabia que ha desatado en su hermano mayor se presume incontrolable.

Defteros ha sido quién ha conducido el coche de regreso a casa. Aspros ni siquiera ha podido pensar en ponerse manos al volante.

Saga ha enmudecido desde el mismo momento que la escabrosa escena que ha protagonizado Kanon se ha grabado a fuego en sus retinas.

Y Kanon...Kanon sólo ha sido capaz de seguir derrochando odio a diestro y siniestro. Un odio que desea transpolar a los tres seres que sufren por él. Un odio que en lo más profundo de su alma siente sólo hacia sí mismo.

Defteros y Saga han entrado a su morada sumidos en un desagradable silencio. Kanon ha sido arrastrado al interior gracias a la firme solidaridad de las garras de Aspros, que no han dudado en empujarle de malas maneras hasta el sofá, donde el menor ha caído de bruces después de tropezarse con sus propios y aún tomados pasos.

- Saga...a tu habitación.

Aspros lo ordena tratando de controlar una frenética respiración que ha contraído su ceño y endurecido sus facciones de forma peligrosa.

- Cálmate...Aspros...

Defteros ruega...y lo hace con voz temblorosa, dudando en qué parte obedecer de sus divididos deseos: acercarse al expuesto Kanon o acompañar al convulsionado Saga.

- Cállate Defteros. Y tú, Saga...¡vete a tu habitación de una jodida vez!

Los pasos que mueven a Aspros son erráticos y enrabietados, y los gestos de sus manos al despejar su frente de sudados mechones de cabello tiemblan de impotencia.

Saga también tiembla, y nota como sus ojos se diluyen. Pero no se mueve de lugar. Su cuerpo se ha quedado petrificado, y es la tercera repetición de la orden que surge con descontrol a través de los labios de Aspros la que consigue imprimirle movimiento a sus pies.

Saga finalmente halla coraje para huir escaleras arriba, acompañado de la dubitativa mirada de Defteros, que sigue sin saber qué hacer. El golpe que emite la puerta del cuarto al cerrarse indica que en el salón ahora solamente sobra Defteros, que se acerca al abatido Kanon e intenta tomarle del mentón para apreciar la gravedad del corte que lucen sus labios. Kanon rechaza su contacto con descarado desdén, y se arrastra sobre el sofá para ganarse una distancia que le proteja de la cercanía de sus dos hermanos mayores.

- Déjale, Defteros.

- Hay que curar esta herida...

- ¡Que le dejes! ¡No se va a morir desangrado por ésto!

Aspros sigue andando en confusos círculos frente a Kanon, que mira a ambos derrochando un odio que le está derritiendo por dentro, y que insanamente impide que el menor acepte las consecuencias de todo el empache de emociones que le colman interiormente, y que no se siente capaz de dejar fluir.

- Aspros, por favor...cálmate...

Defteros no puede hacer otra cosa que rogar, y con la única intención de proteger a Kanon de la furia de Aspros se acerca a su gemelo e intenta hacerle entrar en razón. Sus manos tratan de posarse sobre los hombros de Aspros, que también le rechaza apartándose de él como si su buena voluntad quemara.

- Defteros, si te quedas, te callas. Si no puedes hacerlo, vete tú también.

La versión que Aspros está desvelando de sí mismo es una que ninguno de sus tres hermanos le han conocido hasta el momento. Ni siquiera él se reconoce así, y por mucho que durante el trayecto a casa ha tratado de recordar en qué momento de su vida su padre se desquició con la desesperación que él siente ahora, no consigue hallar patrón que le guíe en un momento dónde se encuentra terriblemente perdido.

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