29. Soledad

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Es el tercer día de "stage", y la mañana se despereza los ojos con una preocupación latente en todo el grupo.

El tobillo de Saga.

Algunos de sus compañeros ni siquiera han esperado que acudiera al comedor para dar cuenta del sabroso y nutrido desayuno que les espera todos los días. La necesidad de llevar a cabo su propio parte médico les ha conducido a las puertas de su habitación, dónde el primer interesado en comprobar el estado del tobillo ha sido Aioros.

- Parece que la hinchazón se ha bajado...- dice con todas las ansias del mundo de querer convencerse a él mismo, inspeccionando el tobillo que Saga tiene tendido sobre la cama.

- ¿Te duele todavía?

Milo lo pregunta desde el umbral de la puerta, dónde le acompañan Aldebarán y el tranquilo y amable Mu, que empieza a pensar que si Saga no puede seguir jugando, no va a saber con quién narices colaborar con éxito en su apoyo a la delantera.

- Un poco...pero si lo pongo al suelo, la punzada de dolor se pasa enseguida - informa Saga, mostrando la intención de levantarse ante la repentina negativa de todos sus compañeros reunidos allí.

- ¡No te levantes aún! - exclama Milo.

- Esperemos que venga Dohko y te lo mire...- recomienda Aioros, con una madurez y calma que deja a todos sus colegas atrás.

- Voy a buscarle, que quizás se ha dormido - se ofrece Aldebarán, dispuesto a arrancar a su fisioterapeuta de la cama si hace falta, todo sea para la causa.

La llegada de Dohko no se hace esperar demasiado, y todos los muchachos se apartan como si le hicieran el pasillo para dejarle paso, y así poder salir de dudas de una vez por todas.

Las manos de Dohko son las únicas que tientan la zona inflamada, pero son varios pares de ojos los que se agolpan tras su espalda, robándole la luz, el espacio y el aire, exigiéndole con su angustiante inspección la única respuesta que el equipo está dispuesto a aceptar.

- ¡Apartaos, chicos! - exclama el fisio, enarbolando su mano como si espantara unas moscas de grandes dimensiones antes de regresar a la revisión de la articulación.- Tendré que vendártelo más rígidamente de lo habitual, y hoy no te esforzarás mucho...

- ¡¿Qué?!

- ¡Venga, tío! ¡No nos digas ésto!

- ¡¿Y ahora qué haremos con los partidos del fin de semana?!

- ¡Sin Saga no hay quién marque goles!

Las exclamaciones, quejas y reproches que escapan de las gargantas de los allí congregados enmudecen a Saga, que nunca hubiera imaginado tal grado de influencia en el equipo, pero consiguen desquiciar por completo al jovial fisioterapeuta, que acaba preso de sus propios gritos.

- ¡SILENCIO, MUCHACHOS! ¡Y APARTAOS DE UNA VEZ!

No es habitual ver a Dohko en ese estado de stress, y menos aún a primera hora del día, teniendo en cuenta que al ayudante de su entrenador el sueño no se le borra de los ojos hasta que no llega la hora de comer.

- ¡¿Acaso he dicho que no pueda jugar?! - sigue exclamando el fisio, que finalmente puede respirar algo de aire puro después del par de gritos que ha dejado en shock a los chavales, apartándoles definitivamente de sus espaldas.- Hoy entrenará suave...y mañana será otro día. ¿Entendido? - Todos los muchachos asienten, perplejos ante el derroche de energía de Dohko, que se voltea nuevamente hacia Saga y se toma el turno de advertirle a él. Al realmente interesado - Hoy nada de jugar a ser el héroe. Si te pasas con el esfuerzo, sólo te perjudicarás a ti mismo, así que tal y como se acostumbra a decir..."tranquilidad y buenos alimentos" ¿vale?

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