15. Temores

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El libro que en clase de lengua les hacen leer resulta ininteligible para Saga. La temática se presenta tremendamente aburrida, y el resumen que deben redactar para mañana se ha convertido en un reto a conseguir en pocas horas. Preguntarle a Kanon sobre el argumento es simplemente una opción inalcanzable. Su gemelo ni siquiera ha abierto la tapa, y en lo que queda de tarde no parece que tenga ninguna intención de hacerlo.

Las páginas pasan con rapidez frente a sus ojos, entrenados en el conocido arte de leer en diagonal, pero sin buenos resultados en esta ocasión. Saga inspira hastío y lanza el libro sobre la cama que le acoge. Se lo mira...espera...vuelve a inspirar...pero el milagro no ocurre: el libro ni desaparece ni se transforma en algo apetecible. Definitivamente no se lo va a leer, y sólo se le ocurre buscar su salvación en internet. Alguien habrá que haya tenido el estómago suficiente para leerlo, redactar un resumen y compartirlo con adorable altruismo y solidaridad para el uso y disfrute de los demás. Sin pensarlo Saga toma asiento frente al ordenador y teclea el título, añadiendo la palabra clave que le otorgará la salvación: resumen.

La puerta de su habitación está abierta, y sin previo aviso la presencia de Kanon se materializa en ella.

- ¿Ya tienes el resumen hecho, Saga?

Un hombro busca apoyo en el marco de la entrada y la voz sale distorsionada por el gran bocado de helado que se derrite en la boca del menor.

- Piérdete, Kanon...

Saga desliza la mirada hacia la aparición de su mitad, y siente como una repentina rabia interna nace dentro de él. No porqué su hermano esté esperando que él haga los deberes por los dos, sino por algo mucho peor...

Ése era el último helado. Y ahora ya no queda casi nada de él.

- ¿Lo tienes ya o qué? - Kanon insiste, pasando la lengua por lo que queda de xocolate en el palo que sostienen sus dedos, algo sucios por las pocas gotas de cacao que se han perdido sobre ellos.

- Eres un cabrón, Kanon...- Saga lo dice con la rabia removiéndole por dentro, y Kanon sonríe con picardía, dando otro lengüetazo a la crema de cacao mientras fija su maliciosa mirada sobre su hermano.- Era el último...al menos lo podrías haber compartido.

- ¡Y qué más! Haberte espabilado.

Kanon apura lo que queda en el esqueleto de lo que había sido un helado llegado a casa un poco maltrecho, pero de irresistible sabor, y no duda en chuparse los dedos antes de volver a atrapar el palo entre sus dientes y mordisquearlo como si fuera un ratón.

Saga regresa su vista sobre la pantalla del ordenador, deseando que Kanon desaparezca de una vez y le deje terminar con el trabajo que ya intuye que desempeñará por los dos, pero su gemelo no se mueve del umbral, desesperando poco a poco la poca paciencia que le queda a Saga.

- De verdad, Kanon. O me ayudas con esta mierda o te vas.

El tono de Saga no resulta amable. Tener que hacer los deberes de ambos le molesta, aunque ya esté algo acostumbrado. Pero que Kanon se haya zampado el último helado sin siquiera compartirlo...éso le ha enrabietado, y mucho.

- ¿Se lo preguntamos ahora?

Kanon plantea la cuestión haciendo caso omiso del mal humor que él mismo ha sembrado en su hermano, y Saga se voltea hacia él con las cejas fruncidas y la mirada perdida en las dudas que le generan dicha proposición.

- ¿Será un buen momento?

Kanon se encoge de hombros mientras sigue mordisqueando lo que queda del palito de madera, observando a Saga con más seguridad en su intención que la que muestra su gemelo.

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