Veintitrés

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—Vause... ¡Vause! Te estoy hablando por dios,¡ayúdame!— hacía más de cinco minutos que habían estacionado el vehículo frente a lo de Nicky, y la ojimiel intentaba mover a Lauren que yacía dormida en el asiento del acompañante. Era una tarea imposible para la joven, no sólo porque la otra era más alta que ella sino que al estar dormida era como querer levantar peso muerto. Y Alex, que estaba perdida en las profundidades de su memoria, no la oía.

—¡Ya! no grites que levantarás a los vecinos..— advirtió, y se apresuró a salir del coche para ayudarla. Una vez dentro de la casa de Nicky, ambas la llevaron a Lauren hasta su habitación.

—Adiós..—dijo Alex antes de cruzar el umbral de la puerta pero la otra fue mas rápida y la tomó fuertemente del brazo.

—Oh no... no creas que te irás sin hablar. ¡Y no omitas ningún detalle!—le sonrió de lado.  Alex la miró molesta.

—No hay nada de que hablar, Nichols. Es muy tarde y tengo sueño—se soltó fuertemente del agarre y dio unos pasos para llegar a la salida pero la otra se paró al frente impidiéndole el paso.

—No, no te irás así..  habla conmigo—Alex que estaba al borde de las lágrimas, se dejó llevar por sus emociones y Nicky la abrazó.

—Hey...¿Qué paso? Puedes hablar conmigo, lo sabes—Alex asintió sobre su hombro.

—Estoy cansada... ya no puedo—confesó y se sintió mejor.

La verdad era que la joven  ya no sabía que quería. Meses a atrás hubiera sentido en lo más profundo que quería probar los labios de Piper. Y en la actualidad, el hecho de conocerlos le traía problemas internos.

Ella no podía seguir engañando a alguien más, ni tampoco quería que Piper saliera mal parada de toda esa complicada situación. Lo mejor era alejarse, y que todo con el tiempo fuera volviendo a la normalidad.

Se sentiría mejor al saber que sería la causante de un mal, aunque sacrificara su propio deseo.

—Ve a descansar.. y no intentes nada estúpido—Nicky la tomó de rostro y le limpio las lágrimas con los pulgares.

—Gracias—respondió la otra con la cara roja del llanto. Su amiga le sonrio y caminó con ella hasta verla entrar a casa.

Agotada era decir poco para Alex. Estaba enojada, triste... decepcionada. Se sentía mal consigo misma por prestarse para semejante cosa, pero sobretodo todo se sentía mal con Piper.

Lo primero que hizo al entrar a su habitación fue meterse directo en la ducha. Necesitaba sacarse el sudor, las lágrimas y el olor a Piper. Ese olor a rosas que identificaba a la rubia, en ese momento, le resultaba nocivo.

Cuanto menos supiera de Piper, mejor.

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—¡Por enésima vez Zelda, Alex es una amiga!—exclamó, derrotada sentándose en el sofá como si se tratara de una pesada bolsa de papas cayendo al suelo.

—Lo que no entiendo es porque estabas tan cerca. ¡No creo que fuera necesario!—gritó igualando el tono de la rubia.

—Se sentía mal, por dios. ¿Qué se supone que hiciera? ¿Dejarla sola para que se lastimara? ¿Qué clase de amiga hace eso?...

—La podrías haber ayudado de otra manera... eso es todo lo que digo—intento sonar razonable pero Piper ya no quería escuchar más.

—Suficiente. Ya basta, no voy a seguir discutiendo algo que no tiene sentido...—se levantó y caminó enérgicamente hacia la habitación.

Dear PiperDonde viven las historias. Descúbrelo ahora