Dos

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—Amor, la cena estuvo increíble— la rubia se desabrocho el cierre del pantalón luego de haber comido hasta estar repleta. Zelda era chef en un restaurante y cuando decidía cocinar para su propia casa era todo un lujo y manjar. La castaña, con una copa de vino en la mano, sonrío. —Me alegro Piper...

La rubia, con una sonrisa curiosa, se levantó de su asiento para sentarse en regazo de Zelda, y beso su cuello perozosamente. Besos que despertaban todo tipo de sensaciones en la castaña.

Zelda cedió el control por un instante, dejándose llevar por la rubia. El vino no ayudaba tampoco a que quisiera imponerse ante Piper, por el contrario, la relajaba.—Amor... espera—dijo después de un momento, sabía que cuando la rubia empezaba no podía parar.

—Piper...—la castaña se tenso levemente ante la fuerza que la otra ponía sobre su cuerpo y de la manera en que la besaba.—Es tarde... y estoy algo cansada—la rubia al escuchar aquello casi que salto de su lugar, y sin decir una palabra comenzó a despejar la mesa.

—Oye, lo siento. Mañana si quieres podemos...—Zelda sintió la necesidad de hablar. A veces, el silencio de Piper, era muy ruidoso. La castaña se acercó por detrás, pasando sus manos por la cintura de la otra.

Era el turno de Piper de sentirse incómoda, por lo que se removió un poco para hacerle saber.—Hueles tan bien Pipes— la otra inhalo el perfume que emanaba del cuello de la rubia, cerrando los ojos y concentrándose en su respiración.

Zelda, siempre que estaba alterada o cansada, recurría a Piper. Particularmente al aroma que la otra mujer desprendía, era como un sedante que lograba devolverle calma. Usualmente, Piper no tenía problemas con ello, pero ella también estaba cansada debido al trabajo, y además sexualmente frustrada, por lo que su humor en ese preciso momento no era el mejor.

—Zelda, tengo que lavar los platos—su cansancio se hizo presente en el tono de su voz, y la otra mujer sintió como un baldazo de agua fría al escuchar de la manera en que Piper decía su nombre.

—No es necesario, amor. Yo lo hago—se separó para tomarla de las manos y detener su accionar. Piper exhalo de manera un poco exagerada y dejó rápidamente lo que hacía para cruzarse de brazos. —Te ves aún más hermosa cuando te enojas—la castaña necesitaba por todos los medios que la situación mejorara. Sabía que el enojo podía durar tanto una hora como una semana, y no tenía las fuerzas de enfrentar aquello.

—No es gracioso—la molestia ya no la podía ocultar ni aunque lo intentara.—Me voy a dormir—atino a caminar hacia el cuarto pero Zelda fue más veloz y la detuvo.

—No te vayas a dormir así...

—¿Así como? ¿Completamente frustrada porque mi novia ya no me toca?—había algo más que enojo en la voz de Piper que la otra apenas podía detectar.

—Me refería a enojada, pero evidentemente hay algo mas que yo no sé— el semblante de la castaña se torno serio, y soltó a Piper quedando cerca de ella, a pesar de querer imponer una distancia. Las palabras de su novia la habían herido.—¿Qué es lo que sucede?—aunque no quería saber en parte por miedo a lo que Piper pudiera decir.

Existían ocasiones en que la rubia podía llegar realmente a herir a alguien con lo que salía de su boca. Tenía ese don... o ese poder como Zelda lo llamaba. Piper pensó muy bien en sus palabras, consciente de lo que podían causar.

—Nada... yo también estoy cansada. Me iré a dormir ¿ok?—pareció relajar su cuerpo y liberarse un poco de la tensión. Le sonrío de lado, tomándola un poco desprevenida ya que Zelda se esperaba lo peor.

—Pero...—dijo alto frustrada y a la vez sorprendida.

—No te preocupes... amor. Mañana la seguimos— la rubia intentó apagar su enojo por completo. Pensó en todo lo que tenía que hacer al día siguiente y no tenía las fuerzas para confrontar a su novia. Quizás en otro momento podría ser un poco más valiente y plantearle algunas cosas que, a la fecha, le molestaban.

Dear PiperDonde viven las historias. Descúbrelo ahora