Cincuenta

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Sentadas en la biblioteca del colegio con una montaña de libros frente ellas, se encontraban hacía más de media hora. Piper, en modo profesional, había intentado varias veces explicarle uno de los tantos temas pero Alex no lograba seguirla.

—Al... si necesitas que paremos solo dime ya sabes... pero necesito un poco más de ti, ya casi— dijo con media sonrisa, la joven suspiro cansada y apoyo su cabeza contra la mesa.

—Te juro que no me entra más nada en el cerebro, me duele la cabeza—la rubia miró para todos lados y como nadie estaba prestandoles atencion masajeo el cuero cabelludo de la joven.

—Si quieres que me mantenga despierta por favor deja eso—advirtió Alex quitandole una sonrisa.

—Quiero que te sientas bien y me gustaría poder ayudarte—la voz de la rubia sonaba entusiasta pero la joven no esbozada la más mínima gana.

—Y a mi me gustaría estar en casa, en la cama contigo y viendo una película—Alex de pronto adopto una sonrisa traviesas y Piper pasó saliva. No podían, no en ese lugar.

—Sabes que aquí no podemos hacer nada, amor. Te pido encarecidamente que no te atrevas a...—prohibirle algo a la joven era como insitarla a que hiciera todo lo contrario. Muy velozmente, Alex tomó la mano de Piper y la arrastro hacia el fondo del lugar.

Había un sector de la biblioteca donde prácticamente nadie iba. Alex, siendo la nerd que era, conocía el camino de memoria. Dieron unos cuantos pasos y cuando llegaron a la sección la pelingra ansiosa por el contacto atacó su cuello robandole el aliento.

Piper en un principio comenzó a reirse creyendo que la otra jugaba con ella, pero conforme a que pasaba el tiempo su cuerpo iba respondiendo a casa roze.

—Mierda, Al...es peligroso—dijo agitada mientras la joven dejaba marcas sobre la piel de su cuello. De un lado y del otro planeaba dejar su huella, por nada en especial, sino porque adoraba la piel de la rubia. Y finalmente con una de las manos libres fue abriendo camino lentamente entre la ropa interior.

—Tranquila, nadie viene aquí—le informo al separarse solo para verla. Piper quiso responder, poner un límite, pero Alex con un aire de confianza y un poco más de experiencia, rozo su intimidad justo en el centro con su dedo mayor. A la rubia se le aflojaron las piernas.

La joven la beso con pasión sus labios al tiempo que la acariciaba con dedicación adoptando un ritmo e intensidad deliciosaso para Piper. Alex la estaba desarmando contra la pared de una biblioteca y la mayor era incapaz de hacer algo. Su respiración estaba entrecortada y cada vez más reducida gracias a que Alex mantenía su boca sobre la de ella.

Con sus manos, Piper la empujó levemente para poder tomar aire pero Alex se mantuvo firme sosteniendola contra la pared y ocultando el rostro contra el cuello, respirando pesado. La pelinegra no quería irse de donde estaba porque en ningún momento la mano perdida entre la ropa dejó de moverse.

—Voy a correrme—informo en un suspiro. La pelinegra le sonrío de lado, y para mantenerla callada retomo el beso aplicando fuerza mientras la rubia pasaba su clímax.

Agitadas ambas cayeron al suelo, apoyandose contra la pared. Piper fue la primera que comenzó a reir y luego Alex la siguió.

La rubia no había experimentado algo así jamás, se sentía una adolescente al lado de la pelinegra y no podía estar más feliz de aquello.

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Solo pasó una semana y Dianne se sentía por las nubes. El trabajo era algo a lo que ya se había acostumbrado a pesar de los nervios de comenzar de cero en un nuevo lugar. La paga era mucho mejor que el trabajo anterior, y del ambiente no tenía quejas, no punto de comparación. Todos parecían muy amables, y si bien era cierto que el dueño no era del todo simpático, solo bastaba con matener la distancia y todo marchaba bien.

Dear PiperDonde viven las historias. Descúbrelo ahora