Dear Piper

Treinta y uno

Hola!

Antes que nada quería agradecer a la gente que sigue leyendo esta historia. Se que a veces puede tornarse quizás un poco abrumador pero la idea es  divertirnos. Sepan que yo me río mucho escribiendo y espero que ustedes tambien se puedan sentir bien.  Pronto todo será color de rosa -o como quieran decirle- jajaja. Asique sin más que decir.... las dejo con la actualización. Les mando un saludo, que anden bien🥰

Vauseman forever 💖.

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Flashback

Piper se aseguro de hacer sonar el timbre varias veces, ya no era su hogar y no podia entrar así nomas. Espero parada en el umbral de entrada por varios minutos sin respuesta alguna. Por lo que tuvo que proceder a golpear la madera, y luego de lo que pareció una eternidad la puerta se abrió apenas un poco.

—¡No quiero nada, váyase!— el familiar olor a alcohol inundó sus fosas nasales y tuvo que retroceder varios pasos.

—Soy yo, Zelda... Piper—dijo suavemente para no alterarla más de lo que parecía pero no resultó ya que abrió la puerta de par en par y camino hacia adelante—¡pues vete que tú tampoco eres bienvenida!—señaló obligandola a alejarse.

Su estado era deplorable, ni una parte de lo que solía ser cuando se conocieron. Le daba pena que la separación le haya hecho tan mal, pero si se ponia a pensar, Zelda no había mostrado señales de estar mejor antes.

—¡Pues yo tampoco estoy feliz de verte!—respondió ofendida como si la otra estuviera lo suficientemente consciente como para entender su sarcasmo.  Sin embargo la otra rio y dio otro sorbo de la botella que tenía en la mano.

Piper hizo lo más estúpido que podía hacer en ese momento y quiso quitarle el recipiente de la mano solo para lograr que la otra la empujará y ambas terminaran cayendo al suelo. La rubia gimió levemente de dolor porque el peso muerto de la otra ahora estaba encima suyo, y si creyó que olia mal, en aquella circunstancia era millones de veces peor.

—¡Quítate de encima mio!—le grito pero el estado de la otra le imposibilitaba a moverse más rápido.  De a poco, Zelda se fue corriendo para quedar acostada a su lado. Piper se quiso para pero la otra tomó su mano.

—Extrañaba esto, debo admitir...—confesó con una extraña lucidez que sorprendió a Piper. La rubia se volteó anonadada para atrapar a la otra viéndola como tantas otras veces. —Te ves muy linda.. Pipes—le sonrio.

—Zelda... por favor no sigas—se quitó la mano de encima y se sentó mientras la otra seguía recostada.

—Dime que tu no me extrañas... dilo en voz alta y quizás te crea... porque yo no he dejado de amarte un segundo, Piper—la melancolía en su voz le molestaba. No quería volver a ese lugar de sentirse pena por la otra, lo detestaba.

—Extraño a la antigua Zelda... la que se mantenía sobria...—admitió de forma honesta, y eso pareció molestarle a la castaña porque se intento parar bruscamente cayendo de espaldas una vez.