Cuatro

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Alex se estremeció al escuchar su propio nombre salir de la boca de la rubia, la escuchó distinta. Sí, aquello lo había establecido anteriormente, pero sonaba aún mas diferente que antes; era como si sonara agitada.

La pelinegra se propuso voltear para poder mirarla, no quería parecer toda una irrespetuosa. Era por lejos una de las primeras veces que interactuaba con Piper, increíblemente, y que la otra mujer la notara al fin no dejaba de sorprenderla.

Piper en aquel momento comenzó a tomar dimensión de la joven que tenía enfrente, realmente no recordaba haberla visto antes en sus clases. Se trataba de una mujer, si así le podía decir por su edad, de una altura no tan menor a la suya, un cabello negro azabache y unos ojos de un tono claro que, por los lentes que traía puesto, no podía apreciarlos del todo bien.

—Si, profesora— dijo casi en un suspiro. Notar que Piper la estaba mirando fijamente la intimidaba un poco.

—Te quería felicitar... me gusto mucho como leíste en clase—comentó la rubia con una sonrisa que enseguida la contagio. Alex sonrió de lado y Piper sintió algo recorrerle el cuerpo.

—Gracias..— respondió, le temblaban las manos que agarraban con fuerza la tira de la mochila—a mi me gustan sus clases—admitió en voz alta como liberándose, y la rubia asintió con la cabeza sin dejar de sonreír.

—Me gustaría que participes más, lees muy bien y me vendría excelente tu ayuda con algunos textos— la cabeza de Alex iba a mil. Jamás creyó que Piper, su musa inspiradora, le estuviera hablando y pidiendo ayuda con algo. Se había quedado sin palabras del shock por lo que asintió efusivamente, y dando por terminada la conversación, se dio la vuelta para salir.

—Te veo la próxima...— dijo la rubia antes que la otra saliera del salón.

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Después de aquella interacción con Piper, Alex se sentía mejor que nunca. No le importaba absolutamente más nada que lo que acaba de suceder. Se apresuró a tomar sus cosas en el locker y comenzar el camino hacia la salida, necesitaba llegar a casa y plasmar en papel lo sucedido.

—¿Y? ¿Qué tal besa?—Nicky se apareció a su lado casi como por arte de magia.

—¡Casi me das un infarto, mujer! no seas desubicada—la reprendió, tomándose el pecho, el corazón le latía fuerte del susto.

—Vause ¿te quedaste sola con ella y no la besaste? Hermana... necesitas ayuda urgente—la ojimiel la miró horrorizada como si lo que la otra dijera fuera una atrocidad. Alex rodo los ojos, sin emitir sonido, mientras siguieron unos cuantos metros más hasta que se detuvo.

—Necesito hacer algo...—la pelinegra vio como alguien salía de la sala de profesores y que no quedaba casi nadie por los pasillos. Rápidamente se acercó a la puerta y miró a través del vidrio para comprobar que estaba vacío el lugar. Respiró hondo y tomó el picaporte, cuando sintió que la detenían.

—¿¡Vause te volviste loca!?—Nicky la sostenía de la mochila que colgaba de su espalda.–¿Quieres que nos amonesten por meternos donde no nos llaman?—no recordaba haber visto tanto terror en la expresión de Nicky.

—Nichols, por una vez hazme caso. Debo entrar... tú cualquier cosa me avisas—sin darle tiempo a la otra de reaccionar se metió a la sala de profesores.

Nunca había estado allí, era un espacio restringido para alumnos, donde los adultos podían descansar entre otras actividades. Alex se sorprendió por el tamaño que tenía, desde afuera no parecía tan grande.

Miro a sus alrededores, y entre los diplomas que había colgados en las paredes, junto con cuadros había una foto. Su curiosidad pudo más y acercó lo más que pudo para examinarla. Se trataba de un grupo de profesores entre los cuales se encontraba la rubia.

Dear PiperDonde viven las historias. Descúbrelo ahora