Cuarenta y cinco

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Eso si que era lo que llamaba buena vida. Sentarse en la barra a disfrutar de un whisky, con el murmullo de la gente llenando sus oídos era justo lo que estaba buscando. La hacía sentirse completa.

El líquido bajó por su garganta, y la potencia del alcohol logró que de a poco sus ansias calmaran. Miró la pantalla del móvil como tantas otras veces, a la espera de algún mensaje, pero ninguna notificación se mostraba, y eso provoco que pidiera otro vaso.

Al sentirse un poco más entumecida, el drama parecía haberse desvanecido de su al rededor. En ese momento, no existía nadie, sólo ella y su whisky. No había mejor amiga que la dejara por la novia, no existia padre ausente, no existia un intento de relación cibernetica que la hiciera esperar. Nada era relevante.

Al momento de pedir otro vaso, eligio otra bebida más ligera, no quería terminar con todo tan rápido, sino que había ido al bar a divertirse. Tomó la botella de cerveza que el barman dispuso frente a ella y camino hacia el centro de la pista. Ya algunas parejas se movían al ritmo de la música, mientras que otras mujeres en solitario disfrutaban de la melodía como si las trasladara a otro mundo.

Todas bailaban, cada una en la suya sin juzgamientos, y la joven se sintió lo suficientemente en confianza como para ser una más. De formar parte de ese círculo que en realidad no existía más que a la vista, y por la forma que estaba dispuesto el lugar.

Se movió y bailó hasta que la botella quedó vacía entre sus manos y la vejiga le pidió liberación. Las cosas se movían un poco frente a sus ojos, pero nada de que preocuparse, Nicky se sentía bien y estaba consciente. Caminó sin apuro hasta la entrada del baño y esperó ya que había unas cinco mujeres formando fila con cara de fastidio. De repente, cuando la música pareció bajar de volumen, creyó escuchar un llanto proviniendo de algún lado cercano.

—¡Quiero entrar! ¡Apúrate de una vez!—Nicky se sobresaltó al escuchar que la primera en la fila grito y golpeó la puerta.

—¡Ya salte de ahí, perra!—exclamó otra. Al parecer hacía rato que esperaban sin poder pasar al cuarto.

—¿¡Pero esta tipa quien se cree que es!? Lleva ahí dentro más de diez minutos—volvió a decir la primera.

En cuestion de segundos, el grupo de mujeres, excepción de Nicky, se complotaron para sacar a la mujer del baño. A la ojimiel le causó gracia, el alcohol comenzaba a asentarse en su sistema y sus nervios parecían bajo control.
Unos golpes después, Nicky supo que había sido suficiente.

—Oigan señoritas... ¿Qué les parece si entro y saco a nuestra amiga de allí? quizás necesita ayuda con algo y nosotras aqui afuera—propuso de forma carismatica, tipico de la joven. Sin embargo una de las agrupadas se cruzó de brazos y la miró de arriba a abajo.

—¿Y quién eres tu? ¿Cómo sé que no te vas a querer saltar la fila?—indagó con firmeza, consiguiendo que las otras mujeres la respaldaban. Nicky levantó las manos en señal de rendición y se volvió a su lugar como si nada hubiera pasado.

De igual manera, su oferta pareció ser la mejor opción unos minutos mas tarde cuando aún todas seguían en la misma posición. Al pasar por al lado de la primera en la fila, Nicky le guiño un ojo y rapidamente entró al cuarto. El llanto se hizo más evidente cuando cerró la puerta tras si.

—Hola extraña... sé que no estas bien y que necesitas tiempo para salir pero... allí afuera hay algunas compañeras que te quieren sacar por la fuerza—habló la joven, y escucho como e aumentaban los sollozos—Pero hey, ¡estas en tu día de suerte! he venido a rescatarte— comentó animada.

Esperó parada frente a la puerta pero lo único que obtuvo a cambio fue silencio. A vistas de que tendría que esperar decidió no presionar, y aprovechó para pararse frente al espejo y poder acomodar su peinado.

Dear PiperDonde viven las historias. Descúbrelo ahora