Veintisiete

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Otro día más que tenía que ir a trabajar y por primera vez sentía que no podía. Ni se imaginaba pasando horas frente a un salón dictando clase y hablándo de historias que usualmente le daban ánimos.

Estaba agotada mentalmente, acababa de terminar una relación de meses con Zelda, se había lastimado el cuerpo y no había pegado un ojo en toda la noche. Lorna al parecer tampoco porque a cada rato la iba a ver a su cuarto para saber como estaba.

Esa mañana se despertó en otro lugar, desorientada y sobretodo muy cansada.

—Buen día Pipes... ¿Qué quieres desayunar?...

—Café... bien negro—le hizo una mueca. Lorna sonrio y preparo el liquido revitalizador.

Piper se sentó en la pequeña mesa que había en la cocina, mientras su amiga, de espaldas a ella, tarareaba una canción que no reconocía. La rubia estaba sumida en sus pensamirntos, craneando de qué manera ella podía convencer a Alex de que no se fuera. Tenía la esperanza de encontrarsela una vez más por los pasillos de la escuela pero sería una tarea difícil. Al parecer, la joven se las había ingeniado bien para evitarla de manera exitosa.

—Uy... que distraída... ¿Estás bien? Sabes que puese hablar conmigo.. ¿verdad?—la castaña se sentó frente a ella, apoyando una taza calienta de café. La rubia sacudió la cabeza y le sonrio levemente.

—Todo está bien... solo planeaba mentalmente la rutina de hoy—respondió dándole rápidamente un sorbo al líquido que en seguida la reconforto. ¡Que bebida sabia!

Más tarde partieron rumbo a la escuela. Lorna manejando su coche, y Piper del asiento del acompañante. La radio era la voz parlante, ya que ambas iban en un silencio ameno, cada una en lo suyo.

Se despidieron con una abrazo y se encaminaron a sus respectivas aulas. El lugar poco a poco se fue llenando pero sin señales de Alex, como hasta esas últimas veces. Piper suspiro, y tomo su lugar al frente.

La jornada iba a ser larga, y el final del día poco esperanzador...

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Alex fue asimilando poco a poco la luz que ingresaba por la ventana de su habitación, y se desperezo lentamente entre el calor de las sabanas.

—Buen día mi amor, hoy voy a ir a la escuela a hablar—Dianne entro, ya cambiada y con una sonrisa. El estomago de Alex comenzó a molestar y la joven hundió el rostro en la almohada, huyendo de la mirada de su madre.

—Alex... por favor no seas así. Creí que estarías feliz de salir de este pueblo—la pelinegra sintió el peso de su madre sentándose a su lado y acariciando su cabello.

—No lo se—dijo después de un rato de silencio—no se si quiero dejar este lugar... no se si quiero dejar a Nicky, ella es mi mejor amiga—su voz denotaba un poco lo miserable que se sentía.

—¡Vamos Alex! No la estas dejando, ella seguirá siendo tu amiga—comentó con alegría..—además puede venir a visitarte cuando quiera—se levantó de la cama.

—Pero no es lo mismo—dijo en un suspiro.

—Levanta ese ánimo hija, te deje el desayuno preparado. Yo me tengo que ir. ¡Te amo, adiós!—dijo y en seguida se escucharon los pasos alejarse por las escaleras.

Recién en Alex momento Alex se incorporo en la cama y dejó ir el aire de sus pulmones.  ¿El problema realmente era dejar de ver a Nicky? O ¿dejar de ver a Piper... para siempre?

Dear PiperDonde viven las historias. Descúbrelo ahora