Cuarenta y uno

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Alex se sentó en el pupitre aliviada, parecía haberse quitado un peso de encima, y sentía paz después de tanto pesar. Ver a Piper siempre había sido revitalizador, desde que la conocia que la rubia mejoraba su día con su sola presencia, pero las cosas habían cambiado... para mejor.

-¿Qué pasó?-la ojimiel se acomodó a su lado, y le dio una mirada curiosa. Alex negó con la cabeza aunque no podía ocultar su sonrisa—Vause te conozco como a la palma de mi mano... tienes una estúpida sonrisa en el rostro-la pelinegra levantó una ceja-¡y tú nunca sonríes!-rio burlonamente al tiempo que Alex la golpeaba.

-Luego hablamos...-no se quería arriesgar, ya que era peligroso hablar de su situación actual dentro de la escuela. Tuvo suerte que Nicky se dio por vencida rápidamente y se distrajo con otra estudiante.

La clase de matemática, aunque no era de sus tópicos favoritos, fue tranquila. A diferencia de la profesora Morello, el profesor respondió todas sus preguntas y aclaro sus dudas. Retomar las clases después de haberse perdido varias no dejaba de ser todo un reto para ella, y a pesar de ser una gran alumna, le llevaria tiempo volver a su ritmo original. Todo dependía completamente de ella.

Le hubiese sido más simple si su mejor amiga fuera una alumna un poco más... centrada en realizar sus tareas, pero Nicky era un caso perdido. La verdad era que asistía a clases para que su padre no la enviara a algún internado... o peor aun, la pusiera a trabajar.

Porque el padre de Nicky era un hombre de negocios, pasaba mas tiempo en la oficina que con su familia, y esa actitud fría corría en la sangre de los Nichols. Sin embargo, a la joven no le interesaba sentarse detrás de un escritorio como su padre, o tener que asistir a un trabajo de nueve a cinco; ni mucho menos quería tener que lidiar con una rutina de oficina. Nicky quería lo fácil, lo sencillo, le interesaban los placeres y disfrutar de la vida sin el mínimo esfuerzo. Ese era el gran motivo por el cual tenía muchos desacuerdos con su padre, e intentaba evitarlo lo más que podía.

Aunque el tema de Dianne le preocupaba porque no le gustaba ver a Alex mal. La mujer era casi la unica figura materna en su vida, y lo estaba pasando mal. Dianne necesitaba trabajar, y su padre probablemente tenía un puesto libre en alguna de sus oficinas. Pero ella no lo sabía, no tenía idea de lo que sucedía en la vida de su padre porque no le hablaba casi nunca.

Quizás era un buen momento para un tiempo padre e hija.

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-¿Puedes ser la tutora de Alex Vause?...-la mujer dejó lo que hacía y la miro por primera vez desde que la rubia estaba sentada allí.

Las palabras resonaron en el cerebro de Piper con fuerza, logrando penetrar su ser, y de pronto, una alegría inconmensurable se hizo presente provocandole ganas de gritar de emoción. Sin embargo, intento disimular lo mejor que pudo, mantuvo su reacción al mínimo, casi al borde de parecer desinteresada.

-Oye, si no quieres está bien. Pondré a Morello o Arthur...-comentó al ver la expresión aburrida de la rubia.

-Oh, no. No es necesario, ayudare a... ¿Cómo dijiste que se llama?-puso cara de pensativa.

-Alex Vause. Es una estudiante de quinto año... cabello oscuro, tez blanca... ojos verdes...-comentó mientras volvió a enfocarse en la pantalla. Piper asintió sin decir una palabra...-pero si sientes presión en hacerlo no hay problema Chapman...

-No, no será problema-le aseguró con firmeza, haciendose la profesional y se levantó del asiento-Tengo una reunión con Morello asique te dejaré tranquila seguir en lo tuyo. Gracias Jones-le sonrió de forma cortés.

-Busca a la estudiante para informarle por favor, lo haría yo pero necesito terminar esto. Gracias a ti...

La rubia de inmediato dejó la oficina con una sonrisa inmejorable en el rostro. Tendría que anunciarle a Alex lo que consideraba una excelente noticia para ambas, y a decir verdad no podía esperar. Tenía el presentimiento de que la joven estaría más que dispuesta a tomar clases particulares con ella.

Dear PiperDonde viven las historias. Descúbrelo ahora