C A P Í T U L O 69

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Las siguientes dos semanas, pasaron rápido, pero muy lento al mismo tiempo.

Era como si a los días no les saliese el sol por las mañanas, aunque dificultaba la vista debido a su brillo, pero yo era incapaz de verlo, solo veía días malos.

Me despertaba y suspiraba, pensaba, "un día más al que me tengo que enfrentar", "un día nuevo, ¿qué me va a deparar?".

En lo que respecta de aquellas dos semanas, no sabía nada de Justin desde que entró a la cárcel, sonaba demasiado mal, pero era cierto, él estaba en la cárcel, era un preso.

Ya no me iba a reprimir de decir aquella fea palabra, porque era la realidad y si cambiase la palabra sería como mentirme a mí misma una y otra vez con respecto del verdadero paradero de Justin. Solo quería dejar de sufrir y eso ya me parecía inalcanzable.

Esperaba verle cuando iba a sus visitas, era evidente, si no albergase la esperanza, no iría a verle, pero parecía que la misma se iba consumiendo cada vez un poco más. De iguales formas, aunque una tarde tras otra Justin no saliera, me quedaba allí, aún sabiendo que después del plazo de tiempo de visita ya no podría decidirse a salir. Pero aún así, al día siguiente volvía a ir, por si acaso a la noche había recapacitado y me echaba de menos. Pero era otro día más que me quedaba sentada en la silla de la sala de espera sin obtener ninguna respuesta por su parte. Era como hacerme daño, innecesariamente, clavándome agujas en las pieles muertas, hasta que tocaba carne y dolía. Pero le quería y creía, para mí desgracia que le seguía queriendo, porque creedme que no era fácil dejar de querer a alguien de la noche a la mañana.

Aquel día, había obligado a mi prima a que saliese, a que se divirtiese, a que se separase de mí. 

Ali se estaba comportando de la mejor y más compresiva manera hacia mi estado de ánimo. Estaba siendo una muy buena compañera durante aquellos días en los que parecía y seguía pareciendo, un oso en su cueva. Para lo único que solía arreglarme, que incluso a veces tendía a practicar mi sonrisa ante el espejo para que pareciese real, era para ir a ver a Justin. Todos los días me queda un poco de esperanza, pero mi batería se agotaba y no iba a tardar mucho en apagarme.

Escuché día tras día el sonido que producía la puerta metálica al abrirse, justo a las ocho menos dos minutos de la tarde.

En la sala de espera casi nunca había gente, siempre estaba silenciosa y poco iluminada, apenas dos mujeres bastante mayores que yo y un hombre con barba que no me garantizana una muy buena espina eran los que asistían diariamente. Era como si ya los conociera; las dos mujeres invadían parte del silencio con sus constantes murmullos, el hombre era mayor permanecía en silencio y con una expresión tan seria e impasible que me atrevería a decir que lo temía.
 
Aquella tarde, cuando la mujer que daba paso a las visitas nos avisó justo a las ocho en punto de la tarde, hice el ademán de levantarme, como si aquella tarde me fuera a decir que sí podía recibirme, pero finalmente acababa volviendo a salir por donde había entrado y se convertía en un día más que no había valido la pena, ni la espera ni la caminata. Todo resultaba ser en vano. Decepción y duda, esas eran las dos cosas que me definían en aquel momento. ¿Qué le habría hecho cambiar de opinión? ¿Se habría olvidado de mí después de estar dos semanas en prisión? ¿Había sido todo una mentira? ¿Me habría querido de verdad? ¿Este era el plan que tenía? ¿Qué había hecho mal? ¿Por qué no quería verme? ¿Por qué no quería saber nada de mí? Miles de preguntas retóricas se cruzaban por mi mente

Dentro debería de estar yo, viendo al que todavía consideraba mi novio. Aunque no podía describir cómo era la sala, ya que aún no la había pisado, fui tan ingenua de pensar que aún la conocería.

Sentí tristeza al recordar los momentos que había vivido con él. Le echaba de menos; quería saber cómo se encontraba, quería saber si estaban siendo duros con él, quería saber si se había peleado, si se estaba acordando de mí, si me echaba de menos, si nos echaba de menos, a ambos, si añoraba lo que éramos, lo nuestro. Eran miles de dudas e inseguridades y ya no sabía si quería que siguíesemos juntos. Suspiré.

Los siguientes cuatro días, habían dado el mismo resultado que los anteriores y se me agotab el tiempo allí. Solo me quedaba una semana más y cogería el vuelo de vuelta a Nueva York. No me podía ir. No así. No dejando todo como estaba, no podría soportarlo.

Sentí como que ya no tenía nada más que hacer allí. Las últimas semanas nadie me había echado en falta o eso era lo que creía y me di cuenta de que aquella era la vida de mi prima y que ellos eran sus amigos, no los míos, a lo que por mucho que quisiera ser su amiga también, nunca iban a convertirse en "mis" amigos.

Solo veía el vaso vacío.

****

Jueves, 13 de agosto.

19:00h

Ya había vivido casi todo el viaje. Aquel día iba a ser el último que fuera a verle, ya me había convencido de ello, ya lo había decidido. Me había cansado de esperar y de decepcionarme sola día tras día, me había cansado de tener que decirme a mí misma que al día siguiente lo iba a ver y a obligarme a creérmelo. Estaba agotada emocionalmente, yo era mi único soporte para que mis ánimos no decayesen. Al fin y al cabo siempre me habían hecho creer  que la esperanza era lo último que se perdía, pero yo estaba empezando a pensar que esa teoría era imperfecta.

Pensar que aquel día la guardia de seguridad me volviese a mirar con cara de tristeza por detrás del cristal informándome de que Covey no quiere verme, aunque con otras palabras, menos duras, por supuesto, solo conseguía que el corazón se me partiese, pero no quería seguir esperando más por una persona que no quería verme, y, ¿si él no me quería ver? ¿Por qué debería querer verle yo, entonces?

Me estaba poniendo las zapatillas mientras todo aquello rondaba mi mente, solo me faltaba atarme los cordones.

Me incliné para coger ambos cordoncitos y atarlos en un lazo con  doble nudo.

Me vestí sin ningún ápice de emoción de no parecer una vagabunda en medio de una calle de tiendas de marca, así que, como era de esperar, me miré al espejo y noté cómo mi autoestima decaía día tras día, como la ilusión no brillaba en mis ojos como el primer día, el color de mis ojos, entonces era insignificante, no trasmitía la tristeza que sentía, ni la emoción que había perdido, ni la felicidad, ah claro, olvidaba que mi felicidad se había desvanecido y por un momento me sentí estafada... Ya no era nada...

No había nadie que habitara la casa por aquellas horas del día. Mi prima hubo salido, mi primo estaba con su amigo, mi tío en la oficina y mi tía aprovechaba aquella hora para ir a comprar, por lo que cogí las llaves de casa y salí sin más, cerrando la puerta tras de mí.

Tenía que caminar durante media hora para llegar a la cárcel, pero me servía para despejarme y desconectar de todo el día en la que entonces, recibió el nombre de "mi cueva".

Disfruté de cómo el aire me quitaba el estrés que generaba y recordé entonces que mi madre me dijo en su día que a ella lo que le servía para desestresarse era hacer deporte, me daba pereza solo de pensarlo, pero podía barajar la idea en un futuro.

Disfruté de lo que estaba viendo y me alegré de ver a niños con sus monopatines por el paseo marítimo, gente en las cafeterías, las cuales tanto me gustaban, grupos de amigos en la playa, surfistas peleando con las olas, gente en el mar, personas corriendo, parejas paseando por la playa, tumbonas con el cartel de "reservado", personas vendiendo en sus respectivos mercadillos, las camareras y camareros sirviendo amablemente, las gaviotas volando sobre la costa, el tranquilizador sonido de las olas chocando en las rocas, el faro y como la gente acudía a visitarlo...

Cuando era pequeña, todos los veranos íbamos a sitios costeros, ya que en Nueva York no había playa y siempre íbamos a ver el faro, era como una tradición que nunca podía faltar en los viajes a las costas.

Me senté sobre uno de los muros que daban paso a la arena y me detuve allí, con mis piernas colgando y las manos por debajo de mis isquios y observé todo el panorama que se presenciaba.

ÉL - Un Verano En California  [US #1#]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora