C A P Í T U L O 38

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  —Me han quitado del equipo de lacrosse por haberme escapado de casa —dijo.

  —¿Qué te has escapado de casa?

  En aquel momento me di cuenta de que mi primo todavía era un pobre ingenuo al que todavía le quedaban por aprender muchas cosas. No me esperaba nada de mi primo, ni la pérdida de la virginidad a una edad tan temprana, como era la suya, ya que al fin y al cabo solo tenía trece, ni la escapada.

  —Sí.

  —¿Cuándo? —la intriga afloraba y no podía disimularla.

  —Tengo un amigo que conoce un club. Está permitida la entrada a mayores de catorce años, así que por un año pensé que no pasaría nada —see acogió d e hombros. —, decidí colarme con él una de aquellas noches. Se lo oculté a mi madre, pero alguien me ha destapado

  —No puede ser que sea cierto —dije incrédula. —. ¿Cómo era es club?

  —Está a las afueras de Santa Mónica, justo en un callejón en el polígono.

  Me sobresalté. El aire agitaba mi vello y los mechones desordenados de mi pelo me nublaban la poca vista que me quedaba de entre ver en la oscuridad.
 
  —Es una locura, Iden. Tienes que tener la conciencia suficiente de que eso es algo que no debes hacer. Creo que ya eres lo suficientemente mayor como para entenderlo, ¿no crees?

  No quería darle la charla del siglo, al fin y al cabo yo no era su madre como para darle indicaciones o para regañarle, educarle no era mi obligación, pero aún así, era mi primo y quería lo mejor para él y eso no era lo mejor para él.

  —Sé que no va a volver a suceder. Pero... Tengo un problema, ¿cómo vuelvo al equipo de lacrosse?

  —Demuéstrale a tus padres que ya eres mayor y que ya tienes la responsabilidad suficiente como para sobrellevar una situación tan desagradable. No pierdas los nervios y hazlo todo con cabeza. —mi sonrisa debió inspirarle confianza y él pareció haber captado la clave de la conversación.

  Me sentí un poco mal y tuve miedo de que mi primo se desviara por el mal camino.

  —¿Por qué no has ido a dormir a casa de Justin? —me preguntó al cabo de unos minutos.

  Aquello me dejó perpleja, no me esperaba aquella pregunta de su parte, le miré y apoyé mi cuerpo sobre mis antebrazos en el césped, con las piernas estiradas.

  —Tuvo que irse rápidamente.

  —¿Por qué?

  —Le surgió una emergencia. —me encogí de hombros como pude.

  —¿Qué vas a hacer después? Cuando te vayas de vuelta a Nueva York.

  —Me aterra pensar en ello. ¿Sabes? Se me hace raro hablar de mi relación contigo, solo lo suelo hablar con mis amigas o con gente de mi edad a la que conozco muy a fondo. Aún así, me gusta la forma que tienes de escucharme.

  —Tú me ayudas, yo también quiero ayudarte a tí. Sé que os queréis y no solo tú a él, él a tí también.

  Sonreí bobamente.

  —Creo que tiene un opaco muro que no me permite ver su verdadera persona —confesé. —. Es como un cristal sucio que no deja ver nada a través de él, lo único que necesita es que se limpie, y yo quería hacerlo, y creo que ya llevo la mitad de cristal translúcido, pero... ¿Y si cuándo llegue a dejar el cristal transparente mis sentimientos también pueden ver a través el cristal? ¿Y si no llego a limpiar el cristal del todo? ¿Y si después de que pueda ver, él tiene miedo de haber dado a conocer su persona? ¿Y si creía tener las expectativas muy altas y él no me quiere como yo creo que me quiere?

ÉL - Un Verano En California  [US #1#]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora