"Buenos días, preciosa. Te he traído este desayuno, hecho por mí y solo por mí, sé que no te gusta que te digan lo que tienes que hacer, pero quiero lo mejor para tí y siempre lo voy a querer. Sé que te encantan mis crêpes, salen mejor que los tuyos, debes admitirlo, te guste o no, es la realidad, a veces las verdades duelen —puse los ojos en blanco al leer la última frase y una sonrisa tonta apareció en mi rostro inimaginablemente. —. Estoy en la cocina, baja y dame un beso y estaremos en paz, así me habrás pagado el precio de haberte hecho los crêpes y habértelos subido a la habitación, generosa y caballerosamente. Te quiero, preciosa."
Sonreí como una completa idiota en contra de mi voluntad, pero cojí la bandeja que tenía los crêpes y puse la nota encima.
Bajé las escaleras, ni siquiera me había mirado en el espejo para saber cuál era mi estado en estos momentos, y crucé los dedos para que no fuera demasiado malo e intenté apartar mi imagen ante Tom y Nicole cómo una completa irresponsable y vaga.
Me encontré a Nicole en con una taza de café y conversando con Tom, que estaba al otro lado de la isla de la cocina sosteniendo un periódico que hacía que no se le pudiese ver la cara.
—Buenos días, siento el aspecto que tengo, no he podido arreglarme, debía bajar para agradecerle a Justin... el desayuno. —dije nerviosa.
—¡Estás preciosa! No te preocupes por eso. ¡Los crêpes! Me ofrecí a ayudarle, pero no aceptó mi ayuda, quiso hacerlos solo él, para tí. —me sonrió Nicole y sus comentarios solo consiguieron que mi autoestima subiese y me sintiese especial.
—Está en el jardín. —me informó Tom cuando me encuentré un poco perdida.
Asentí y les di las gracias por la información.
Me encontré a Justin sentado en el sofá del porche, con la vista fija en la pantalla de su móvil.
—Hola. —irrumpí con timidez sujetando la bandeja contra mí.
Justin desvió la mirada y entonces clavó sus intensas pupilas verdes en mí e hizo que me pusiera más nerviosa.
No me apetecía estar allí. Quería ir al cenador para desayunar con tranquilidad.
—¿Vamos al cenador? —le sugerí entonces.
Él asintió sin apartar la vista de mí y mientras yo caminaba, él, me seguía.
Me senté en la mesa y él se sentó en la silla de enfrente.
Le sonreí ya que no quería que continuara aquel aura tenso entre nosotros.
—Agradezco tu desayuno. —le sonreí ampliamente poniéndome roja como un tomate y desviando la mirada hasta la bandeja de madera.
—Los he hecho yo. —agregó orgulloso con una sonrisa simpática, ahora un poco más contento y noté en su voz que también estaba nervioso. Era complicado de explicar, ya que nunca antes lo había visto así, ni tan siquiera la primera vez, siempre había estado muy seguro de sí mismo, y verlo dudoso me confundía notoriamente, pero me gustaba.
—Lo sé. Lo pone en la nota. —le informé cogiendo la nota entre mis dedos y sonriendo mientras me mordía el labio inferior.
—Siento que la noche de ayer acabara así. —se disculpó y pude alcanzar a notar que se arrepentía de verdad. No sabía cuántas veces debía de decirle que no tenía que decirme qué era lo que tenía o no tengo que hacer, yo sabía lo que era mejor para mí. Era consciente, claro que lo era, incluso más que él.
—Ahora sabes cómo me siento cada vez que te veo haciéndolo. —le dije fulminándolo con la mirada.
Suspiró. Tal vez entrara en razón. Solo era eso lo que esperaba.
ESTÁS LEYENDO
ÉL - Un Verano En California [US #1#]
Genç KurguLos polos opuestos se atraen, pero... ¿quién elimina la opción de que los polos iguales también lo hagan? Completamente diferentes, pero; jodidamente iguales. Así eran ellos. Su alma era negra y su vida demasiado atormentada como para saber a ci...