C A P I T U L O 50

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N/A: Recomiendo leer este capítulo acompañado de la canción de The Lowe Bros, titulada: Sunset. Será más gratificante la lectura y os ayudará a adentraros a la descripción de los hechos.

2 SEMANAS DESPUÉS.

  —Cariño, ¿me puedes pasar la sal?

  Justin se incorporó en la silla, alcanzó la sal y me la tendió para que la cogiera.

  —Gracias, amor. —le sonreí y agité el tarro que mantenía el contenido en su interior.

  —De nada. —me sonrió y volvió a recuperar su postura cómoda y desinteresada sobre la silla, apoyando sus brazos sobre los reposabrazos de la misma y me miraba mientras vertía la sal sobre mi plato, me puse nerviosa al instante. Le miré ruborizada y desvié la mirada avergonzada al haberme pillado mirándolo, él se rió y yo sonreí con timidez.

  Ya hacían dos semanas desde que Justin y yo estábamos saliendo. No era mucho, pero en poco tiempo había podido observar un favorable progreso en nuestra relación.

  Que yo supiera, Justin ya no estaba consumiendo droga desde que me dijo que no lo volvería a hacer y eso mantenía mi conciencia tranquila, de tan solo pensar que todo ese mundo le podía asegurar la muerte, me volvía loca con tan solo pensar su pérdida. Estaba haciendo un esfuerzo por regular su consumo de bebidas alcohólicas cada vez que salíamos de fiesta y por mantenerse sobrio durante toda la noche.

  Sus chistes habían mejorado muchísimo desde aquella vez que se atrevió a contarme que de dos se cayó el del medio, el chiste más patético que había escuchado en toda mi vida, pero algo era lo que tenía que me hacía reír cada vez al recordarlo, siempre quedaría grabado en mi memoria. Tal vez fuera porque tenía más variedad y entre ellos, algunos, resultaban ser buenos. Pero fuera como fuese, me encantaba que me contara chistes y era un comino lo que me importaba lo buenos o malos que estos fueran.

  Amaba cada vez que me levantaba del suelo cogiéndome de la cintura desprevenida y me plantaba un intenso beso.

  En dos semanas, pocas eran las cinco noches que habíamos dormido juntos, pero adoraba su inocente cara al despertarse y su facilidad de reconocer que había permanecido toda la noche observando cómo dormía.

  Cada día, su voz grave, pero suave, me hacía caer más en la tentación y solo quería escucharle para saciarme.

  Por alguna razón, no podía evitar sonreír al escuchar su nombre.

  Y entonces me di cuenta, de que todas las sonrisas son algo o alguien y en mi caso, mi sonrisa era él, porque en poco tiempo él había tenido la capacidad de tener un cuarto de mi corazón encerrado en su puño y no podía imaginar qué podría pasar si se quedara con la mitad de tan valioso órgano y temía el que lo robara para siempre.

  "¿Soy una drogadicta?" Me preguntaba una vez tras otra, asustada por crear dependencia en alguien del que, tal vez y tan solo tal vez, tuviera que separarme.

  "Lo mejor para aferrarse en la vida es otra persona." Me estaba sintiendo adicta a las palabras recitadas por Audrey Hepburn, aún sabiendo que eso no era lo mejor, sino todo lo contrario, aferrarse a otra persona era lo peor que jamás podrías hacer, porque esa persona puede no estar aferrada a tí y escaparse de entre tus brazos, desapareciendo en el momento en el que más la necesitas... Por eso estaba aterrada.

  Era enfermizo pensar en nuestra ruptura, sin tan siquiera haber pasado un mes juntos, pero era algo inevitable, siempre tendía a pensar en el futuro y a prever qué ocurriría en él... Pero el futuro no me daba respuestas y la incertidumbre me inquietaba, pero... Esa era la magia de la vida, el mantenerte al margen de los acontecimientos antes de que se sucedieran en el tiempo sin darnos cuenta de que estábamos viviendo el futuro que tanto habíamos conjeturado en el pasado.

ÉL - Un Verano En California  [US #1#]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora