C A P Í T U L O 26

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N/A: Recomiendo leer este capítulo escuchando la canción de James Arthur, titulada: Train Wreck.

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  Justin volvió a mirar mi figura andante que iba hasta el porro y se levantó con toda la furia contenida.

  Echó la silla hacia atrás en un brusco movimiento y todos se quedaron sorprendidos ante su repentina acción.

  —¿¡Qué haces, tío!? ¡Te ha dicho que no! Deja que se pire de una puta vez o ¿quieres que vaya contándolo y nos metamos en un puto lío? —gritó furioso.

  —¿Por qué íbamos a meternos en un lío, bro? Es una niña, no va a decir nada, ¿verdad? —el mismo de antes, se giró entonces para mirarme y me preguntó. Aunque no me gustó nada que se dirigirse a mí como "una niña", negué con la cabeza.

  Justin suspiró y se llevó la mano a la frente mientras negaba.

  —Me la llevo de aquí —me empujó e hizo que yo solita saliese disparada y me pusiese de patitas en la calle. —. Como me entere de que le vuelves a ofrecer cualquier otra mierda, te vas a comprar la mierda tú solito, gilipollas. —escuché que le decía.

  No puedo describir la forma en la que me sentía en aquel momento, todo era extraño, lo único que sabía era que estaba enfadada, muy enfadada con Justin y sentía pena por él. En aquel momento solo deseaba que me otorgase una respuesta negativa a la pregunta que le iba a hacer... De todos modos, me sentía un poco mareada por haber inhalado el humo que se concentraba allí dentro.

  Absorta en mis pensamientos, la grande y fuerte mano de Justin me agarró del codo y me estiró a una zona desértica, donde no había nadie.

  —¿¡Qué cojones hacías ahí? —me dice Justin.

  —Nada, yo... No sabía dónde estabas y pues... —balbuceé, no le quería decir que le necesitaba y que aunque duela reconocerlo, le echaba de menos, quería verle en aquella fiesta junto a todos, junto a los que se dedicaban a hacer cosas un poco más normales, pero tendí a no sacar a relucir mis pensamientos, porque si él no lo hacía, yo no iba a rebajarme, así era.

  —Vámonos de aquí. —me susurró al oído llevándome consigo.

  Yo le seguí.

  Quedamos apartados literalmente de todos. Agradecí que la casa de Nate fuese tan grande como para que nos pudiésemos alejar perfectamente de todo el mundo, allí, detrás de aquellos grandes arbustos nadie nos podía ver.

  —Y ahora, dime, ¿qué es lo que hacías ahí? —me dijo enfurecido.

  —¡Ya te lo he dicho! Había venido aquí y esperaba verte... ¿Has... Has fumado, verdad? —le expliqué de nuevo.

  Se quedó callado, su silencio pudo contestar con mayor sinceridad a mis palabras, porque muchas veces los silencios son los únicos que no mienten.

Me dio rabia no obtener su respuesta, ya que me dio a conocer, de la peor manera, que tenía razón.

—Habían rayas en la mesa... ¿tú también has sido como ellos? —noté cómo mis ojos se humedecían y mis lágrimas aflojaban.

ÉL - Un Verano En California  [US #1#]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora