C A P Í T U L O 34

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  EDEN.

  No tardaron mucho en darme el alta, el cabestrillo era horroroso y muy engorroso, pero eran esas las consecuencias, había tenido que lidiar con cosas peores. 

  —Siento haberos dejado solas, chicas. No sabía que nada de esto iba a pasar. En cuanto lleguemos a casa llamaré a tu madre para informarle de todo, lo siento mucho, de verdad, le diré que todo ha sido mi culpa. —todos caminábamos hasta el coche, vi lo culpable que mi tía se sentía y me dio muchísima pena verla así, estaba claro que ella no tenía la culpa, la tenía yo.

  —No, enserio, es mi culpa. No debí meterme allí. —le dije.

  Me merecía le bronca del siglo y la tendría bien asumida, pero no esperaba ese sentimiento de culpa por su parte, toda la culpa la tenía yo, mi isntinto cabezota había podido contra la coherencia y yo misma me hube metido en aquel lío.

  —Esta bien, mujeres. Dejar de culpabilizaros entre vosotras. Lo positivo esque estás bien, eso es todo —mi tío evadió la tensión y todos nos montamos en el coche. —. Ese cabestrillo se ve super aburrido, ¿no creéis? 

  —¡Yo seré la primera en escribir! —la exclamación de mi prima me llevó a recordar todo lo que había pasado y a recordar que nos habíamos enfadado.

  —¡Pues yo el segundo! —todos empezaron a pelear por quién me escribiría antes, pero yo miré a mi prima, me sonrió y supe que esa sonrisa era sincera.

  Tras unos minutos montados en el coche, todos conversábamos felices, como aquel que dice que comimos perdices, pero no todo era de color de rosa, supe que fingir la felicidad, nos hacía un poco más felices. Todos éramos realmente conscientes de lo que acababa de pasar.

  Nos apeamos del Audi y mi tía no tardó en abrir la puerta de casa. 

  Subí las escaleras, quería evadirme de todo y de todos para poder procesar lo que había pasado. Pensé en Justin, lo que habría sido de él, si lo arrestarían, porqué le había pasado todo, todo lo quería saber, estaba claro que sus problemas iban más allá y eso me preocupaba.

  Me senté sobre la cama un poco agotada, hasta que la puerta se abrió sacándome de mis pensamientos.

 —He traído permanente. —era mi prima, sostenía en su mano un rotulador de color negro de tubo gordo. 

  Sonrió tímidamente por la fina ranura de la puerta y yo le sonreí de la misma manera. Entró del todo, se sentó junto a mí, cojió la tela de mi cabestrillo con cuidado y estas fueron las palabras que escribió en él: "Lo siento.". La miré y vi como tenía ligeramente humedecidos los ojos. Le abracé, aunque solo fue con el brazo derecho y agradecí poder hacerlo, la necesitaba, siempre lo haría, ella era una de mis mejores amigas aparte de mi familiar, siempre había estado conmigo y no quería perderla en el momento en el que más le necesitaba.

  No hicieron falta palabras para solventar lo que había pasado hace un par de horas, aquel abrazo dijo más que mil palabras y nosotras podíamos entenderlo; no obstante, sabíamos que debíamos mantener una conversación consistente, pero no tenía las fuerzas suficientes como para lidiar con ello.

  —Creo que voy a ir a despejarme, ¿te parece bien? —le dije con mirada suplicante.

  —Claro. ¿Quieres que te acompañe? —negué con la cabeza, quería estar sola para poder pensar y ella aceptó buenamente.

  —¿Dónde está el lago? 

  Me otorgó las indicaciones claras y ordenadas y no me costó entenderlas. Salí de la casa avisando a todos los demás y me pidieron, por favor, que fuera con cuidado y que guardase mis espaldas, todos sabíamos que no queríamos aquel altercado o cualquier otro, del mismo grado de vuelta.

ÉL - Un Verano En California  [US #1#]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora