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A los diecisiete años ya tenía bastantes amigos cercanos, que al igual que él amaban leer sobre todas aquellas hazañas que hicieron esos magos tenebrosos, aunque ellos no los consideraban increíbles. Él había creado una marca que los uniese a todos, siempre se la dibujaban en el brazo izquierdo, un juego de niños, creían los profesores. Menos la profesora Merrythought, ella parecía leer la mente de Tom sin usar legeremens, lo mantenía cerca, y a pesar de no negarle el conocimiento de todos aquellos hechizos prohibidos, siempre le recordaba que no sería fácil realizarlos mientras ella estuviese ahí. A él en realidad no le importaba, sólo le interesaba cómo habían asesinado a tantos muggles y nacidos de ellos en tan poco tiempo con aquellos hechizos.

—Un horrocrux es un objeto en el que una persona ha ocultado parte de su alma. Incluso si la persona es atacada o destruida, una pequeña parte de su alma vive fuera de su cuerpo y por lo tanto nunca puede morir —Dijo la señorita Merrythought—. Muy pocos querrían ese tipo de existencia, la muerte es a menudo preferible. Dividir el alma de uno es una violación antinatural y sólo puede ocurrir cuando uno comete el acto supremo del mal.

—El asesinato.

Terminó Tom.

—No repitas nada de lo que acabas de escuchar, Tom.

El adolescente asintió, la mujer le mantuvo la mirada, claramente no le creía.

— ¿Haz escuchado sobre los juramentos inquebrantables, Tom?

Asintió de nuevo.

— «El juramento inquebrantable es uno en el que un mago o bruja hace un juramento a otro. Si se rompen los términos del juramento, la persona que lo rompa morirá.» —Recitó de manera vaga lo que recordaba haber leído.

—Te haz informado bien, no esperaría menos de ti, aprobarás tu examen de DCAO sin problema —La mujer extendió la mano, Tom, mirándola de arriba a abajo, la tomó, y ella llamó a un elfo que llegó al instante—. Trae al profesor Kettleburn, por favor.

— ¿Qué pretende, profesora? —Dijo sin inmutarse, sin soltar a la mujer, aunque no podría hacerlo si quisiese, ella era más fuerte que él y estaba seguro que no se lo permitiría.

—Me agradas, Tom, eres un magnífico estudiante. Y, si te soy sincera, no desearía que alguien más que tú ocupe mi lugar para enseñar esta clase... pero no confió en ti, te he visto, te fascinan los magos tenebrosos, tu cara se ilumina como nunca sólo por saber cómo esos muggles y nacidos de ellos fueron asesinados.

— ¿Cuál es su punto?

—Haremos un juramento inquebrantable... jurarás no hacer ningún horrocrux en tu vida.

— ¿Y eso en qué me beneficia a mí?

La profesora sonrió.

—Quieres ser profesor de DCAO aquí en Hogwarts, ¿no? —Él asintió—. Yo juraré hacer que Dumbledore te dé el puesto una vez que yo me retire.

— ¿Se retirará alguna vez? No soy tonto, profesora.

La mujer volvió a sonreír.

—El siguiente año, será mi último en esta escuela, Tom. Igual que el tuyo como estudiante.

No respondió nada, de cualquier manera no pudo, el profesor de cuidado de criaturas mágicas había llegado de la mano del elfo, quien se fue después de que el hombre se adentrase un poco más, se acercó al joven y la mujer, viendo cómo se tomaban las manos.

— ¿Qué sucede, Galatea? —Preguntó él con la sonrisa despreocupada que lo caracterizaba.

—Usted sabe hacer juramentos inquebrantables, ¿me equivoco?

—No lo hace —La sonrisa desapareció—. No planeará hacerlo con un estudiante, ¿no?

—Los dos estamos de acuerdo —Tom por fin decidió hablar—. Tengo diecisiete, profesor, está bien.

—De acuerdo —El profesor sacó su varita sin volver a sonreír, y con su mano buena comenzó con el hechizo—. ¿Cuáles son las clausulas?

—El joven Riddle jura no hacer nunca en su vida un horrocrux, yo juro hacer que Dumbledore le dé mi puesto una vez que me retire.

El hombre asintió, apuntó hacia las manos entrelazadas de los involucrados, y redactó el juramento:— ¿Juras no hacer nunca en tu vida un horrocrux, Tom? —Una delgada y brillante lengua de fuego salió de la varita y se enroscó alrededor de las dos manos como un alambre.

Le tomó unos segundos—Lo juro.

— ¿Juras hacer que Dumbledore le dé el puesto como profesor de defensa contra las artes oscuras a Tom una vez que tú te retires?

—Lo juro —Ni siquiera titubeó.

El profesor terminó con el hechizo, ambos soltaron sus manos sin dejar de verse.

—Si no me necesitan para algo más...

—Le agradezco, profesor.

El hombre asintió, saliendo del salón. La señorita Merrythought cerró la puerta que había quedado abierta, Tom se dio la vuelta, siguiéndola con la mirada. La mujer volteó para mirarlo igual.

—Tienes un futuro brillante, Tom, no arruines tu vida por algo que sólo te explotará en la cara.

ΜεταμόρφωσηDonde viven las historias. Descúbrelo ahora