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Dicho y hecho, el siguiente jueves le llegó una carta, «Estamos en Bulgaria, llegamos bien. Te dejo nuestra dirección, puedes venir cuando quieras sin avisar para que veas que no miento». Pero no le hizo falta, días después, en Hogsmade, se encontró con Tadeo Nott, ambos fueron a las tres escobas, bebían cervezas de mantequilla, y entre conversaciones vagas salió a la luz el tema de los Avery.

— ¿Puedo preguntarte por qué los mandaste a Bulgaria?

— ¿Por qué asumes que yo hice que se mudasen?

—Cuando fui...

— ¿Fuiste hasta Bulgaria? —Interrumpió—. ¿Viven en...?

—Calle Wilbur Kraft, número doscientos dos, una casa pequeña pero fue lo mejor que pudieron encontrar en una semana. En fin, cuando estuve allá me dijo que hubo un desacuerdo con el director y prefirió cambiar a sus hijos a Durmstrang, también prefería mudarse que viajar cada fin de año sólo para ir por ellos.

—Bueno, ahí tienes, esa es la razón. No tuve nada que ver.

— ¿Tengo cara de estúpido o por qué intentas que me crea eso? Pude haber estado en último año cuando tú entraste, pero ambos sabemos que esa escuela está a tu mando desde antes que fueses profesor, y según lo que me cuenta Tiberius: sigues siendo el mismo manipulador peligroso que conocí, pero ahora tienes más poder.

Tom rió.

—No se te puede mentir, ¿a que no?

Tadeo se encogió de hombros mientras tomaba de su tarro.

—Por algo me mantuviste como tu mano derecha ese año de colegio.

—Lo recuerdo... ¿tú recuerdas a mi hijo?

— ¿Cómo no hacerlo? —Dijo con una sonrisa—. Ya hasta me extraña cuando Tiberius no lo menciona en sus cartas.

Tom sonrió, Tiberius era un año menor que Severus,  y desde que le conoció lo trataba como un hermano, quizá igual que como Tadeo lo trató a él.

— ¿También recuerdas a Dominick?

—El hijo menor de Magnus.

—Sí... intentó abusar... de Severus.

El tarro en la mano de Tadeo reventó, cortándole la palma y a Tom haciéndole un rasguño en la mejilla, de forma instintiva se sobó, sintiendo un poco de sangre, casi nada en comparación de la mano de su amigo, Rosmerta se acercó corriendo para ver qué pasaba, Tom la tranquilizó, magia accidental, «Es casi imposible que a un adulto le pase, debió ser algo más», dijo ella, «Pero no es cien por cien imposible» respondió él, pagó por el tarro y pidió otra cerveza, Tadeo había permanecido en silencio y con el ceño fruncido durante todo el intercambio.

— ¿De qué manera?

No parecía más tranquilo.

—Creo que ya te haces una idea.

—Ese hijo de perra.

Tom podía jurar que escuchaba sus dientes chirriar.

—Tadeo, tranquilízate.

— ¿Cómo puedes estar tan calmado? —Susurraba, pero se sentía más como un grito ahogado—. Yo estoy encabronado y ni siquiera es mi hijo.

— ¿En serio crees que yo no lo estoy? Si no supiese controlarme habría asesinado a ese bastardo... pero eso sólo sería contraproducente. Sabes que si me dejase llevar por mis emociones hace mucho hubiese muerto en Azkaban.

—Fuiste muy compasivo al hacerlos mudarse, yo lo hubiese dejado morir en Azkaban.

—La señora Merrythought también, pero me interpuse.

ΜεταμόρφωσηDonde viven las historias. Descúbrelo ahora