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Las siguientes semanas Severus no estuvo solo ni un minuto, ayudaba mucho que sus amigos tuviesen al menos una misma clase que él, durante el almuerzo Tiberius, Barty y Regulus lo acompañaban, a veces también veía a Lily en la mesa de las serpientes, los mismos tres chicos lo acompañaban al baño y a veces lo hacía Lupin, por la tarde estaba con los Gryffindor y Slytherin, lo cual favorecía a Barty quién por fin había conseguido salir con Peter; después de la cena, y antes del toque de queda, Sirius estaba con él, lo llevaba al salón de defensa contra las artes oscuras, donde por las noches la pasaba con Tom, quien se sentía culpable cada vez que lo veía. Vaya sentimiento de mierda, lo peor era que Severus no lo culpaba... nadie, en realidad. «¿Cómo ibas a saberlo?» decía Severus, «Nadie obligó a Avery a hacerlo», aseguraba Sirius cuando le veía con la mirada perdida... era raro haber dejado de odiarlo, como si hubiese reflejado todos esos años en el orfanato sobre Si-.

— ¿Estás bien?

Tom negó con la cabeza, se había mareado y tuvo que dar un par de pasos atrás para equilibrarse, claramente Sirius lo notó. Abrió los ojos para ver a Severus a su lado con la cara preocupada.

—Sí...Sirius, la clase terminó —El chico abrió los ojos como platos, asintió desconcertado y salió del salón. Tom frunció el ceño, miró a su hijo quien también parecía sorprendido—. ¿Soy o me parezco?

—No, es que... lo llamaste Sirius.

—Así se llama.

—Sí... pero tú nunca lo llamas por su nombre, siempre es «Black»... o «maldito engendro».

—Bueno, tú pasaste de llamarme «señor Riddle» a «papá», las cosas cambian.

—Es diferente.

Tom se sentó sobre el escalón del salón, Severus le imitó.

— ¿En qué lo es?

—Yo no te odiaba.

Soltó una pequeña risa, sí, esa era una gran diferencia.

—No lo odio.

—Literalmente le dijiste que lo odias.

—No dije que lo odiaba, sólo dije que no me agradaba, y qué pinche chismoso es, esa conversación era privada, no tenía por qué decírtela.

—Lenguaje.

Se miraron fijamente, y sin cambiar su semblante respondió:—Mimimimimi —Severus rió, hacía mucho no lo veía hacerlo.

— ¡Papá! Eres un niño pequeño.

—Mimimimi.

—Niño chiquito.

Sí, lo era, pero sólo con él. Había tenido que madurar rápido, a pesar de los esfuerzos de la señorita Tomlinson por darle una infancia, eran demasiados niños como para poder darle atención especial. Después de años se había permitido ser infantil e inmaduro, quizá por eso cometió tantos errores graves.

—Y no me escondo.

Severus sonrió, recargándose en su hombro, Tom apoyó su cabeza contra la del chico.

—Perdóname...

—No es tu culpa.

—Si no hubiese...

—No sabías, deja de culparte —Su hijo se volvió a levantar para hacerle frente, Tom suspiró. No, no lo sabía, pero debió haberlo hecho, debió haber desconfiado—. Ya deja de evadir el tema, ¿qué cambió para que ahora lo llames Sirius?

—No ha cambiado nada, antes lo he llamando así.

Severus suspiró, quizás estaba perdiendo la paciencia, Tom reconocía esos suspiros de «si no descanso un segundo de ti comenzaré a gritar», él mismo se los había enseñado sin realmente hacerlo... le ponía feliz cada vez que notaba esas pequeñas cosas que los hacía parecerse.

ΜεταμόρφωσηDonde viven las historias. Descúbrelo ahora