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La mañana del nueve de enero se despertó temprano, era el cumpleaños dieciséis de Severus y habían preparado una pequeña fiesta sorpresa tras él chasco del año pasado. Revisó que el chico siguiera dormido para subirse al coche e ir por el pastel, uno bonito de chocolate con fresas encima, en cursiva decía «feliz cumpleaños, Sev», lo escondió en el refrigerador con ayuda de la señora Lennox y después fue a despertar a su hijo, le vio dormir ahí, tranquilo y con una cara pacífica, ¿por qué no podía seguir siendo su pequeño Sev? Estaba creciendo demasiado rápido, ¿por qué no podía parar el tiempo durante un momento y seguir abrazando al pequeño preadolescente que se moría de miedo con la bruja de Blancanieves? Suspiró, sentándose a su lado y moviéndolo suavemente por el hombro.

—Sev, despierta.

El chico tomó la colcha con una mano y se cubrió toda la cabeza.

—Aún es temprano.

—Es casi medio día —No obtuvo respuesta, sólo se reacomodó dentro de la colcha. Suspiró una vez más, tomándola y bajándola un poco, vio cómo Severus fruncía el ceño con los ojos cerrados e intentaba volver a subirla—. No voy a soltarla hasta que te levantes.

— ¡Papá! —se quejó.

— ¡Hijo! —Dijo con el mismo tono caprichoso que había usado.

— ¿Por qué todos los días puedo levantarme tarde menos hoy que es mi cumpleaños?

—Porqur hoy iremos a comprarte ropa, ándale, te espero abajo —Severus suspiró saliendo de la cama, se metió al baño del cuarto y Tom dijo: —. Si te ahogas en la ducha por quedarte dormido no te saco, ¿eh?

—Sí, papá.

Media hora después lo vio bajar corriendo por la gran escalera.

— ¿Listo?

Severus asintió.

— ¿Los abuelos nos están esperando en el coche?

— ¿Mmh? No, esta vez no irán.

— ¿Por?

Parecía decepcionado.

—Meredith tuvo que ir al orfanato —Aún se sentía extraño al llamarle por su nombre de pila—. Y el abuelo tuvo que ir al bufete de abogados del señor López, no supe para qué.

Su hijo volvió a asentir sin decir palabra, estaba acostumbrado a que siempre iban todos juntos al centro, en realidad él también, y de todas las personas a las que les había mentido, hacerlo con Severus no se sentía bien. ¿Se había vuelto débil a medida que crecía? No, no podía ser eso, le mentía fácilmente a los demás maestros, alumnos y a su padre, a sus amigos e incluso había llegado a mentirle a la señorita Tomlinson, pero mentirle a él se sentía realmente mal, no importaba si fuese una mentira piadosa, simplemente no se sentía bien. Tomó la llave de la camioneta que su padre le había dicho que tomase, ambos caminando hacia ella, y Severus diciendo cuando estaba por abrir la puerta:

— ¿Puedo manejar?

—Claro... ¿pero estás seguro? No haz manejado desde hace año y medio.

—Sí, aún recuerdo lo que el abuelo me enseñó.

Tom asintió, tendiéndole las llaves, aunque dudando un poco. Honestamente no sabía cómo lo había hecho el verano pasado, pero a penas salieron de la cochera supo que quizá mejor que él, en ningún momento dio frenones y se le apagó el motor, la verdad sentía un poco de envidia. Tras no más de media hora llegaron al centro de Londres, personas paseaban, niños corrían y él se sentiría automáticamente fatigado si no estuviese acostumbrado gracias al colegio; Severus le tomó del brazo y lo jaló hasta esa tienda que le gustaba... le hacía feliz verle sonreír de nuevo, en especial cuando salía del probador para mostrarle lo bien que le quedaba la camisa que había elegido y unos pantalones cortos que llamaron su atención, él solía llevar jeans todo el tiempo, así que fue una sorpresa que le interesase otro tipo de pantalón. Cuando terminó de escoger la ropa que llevarían la pagaron en caja y salieron por un helado, encontrándose a Bella ahí cerca, saludándolos a ambos.

ΜεταμόρφωσηDonde viven las historias. Descúbrelo ahora