Veía el tatuaje que hace casi cinco años atrás se había hecho, era exacto a como él lo dibujaba, seguía fascinado, y no era el único, Lucius a su lado tocaba la calavera en su piel. Varias veces había pedido que le hiciese el mismo, sin entender que no estaba hecho con magia, finalmente un año atrás consiguió explicarle lo que era un tatuador, y el rubio aseguró que en cuanto saliese de Hogwarts iría al mundo muggle a hacerse el mismo, después intentó explicarle el significado, y refutó con un «¿No somos amigos?», sonrió tras recordarlo.
—Tengo que irme a clase —Dijo tras echarle un último vistazo al brazo del mayor—. Te veo luego.
—Nos vemos.
Respondió, viéndole marchar y regresar de golpe, alzó una ceja. Lucius rebuscó en su mochila antes de llegar nuevamente al escritorio, sacó una carta tras unos segundo y se la extendió.
—Cissy me pidió que te la diese, te la manda Bella.
— ¿Por qué no me la dio Narcissa?
—Dijo que era más fácil que yo te encontrase a que ella lo hiciese, pero creo que sólo quería dormir más.
Asintió, despidiéndose nuevamente del muchacho y viéndolo atravesar la puerta, tras unos segundos abrió el sobre, sacó la carta y no la leyó, un pequeño muy delgado y de cabello negro llamó a la puerta—Adelante —dijo, recibió un asentamiento en respuesta y vio cómo avanzaba hasta una de las mesas del medio, sacó un libro, ignorando plenamente a Tom, quien no le dio más importancia y siguió con la carta, lo cual no duró mucho puesto que empezaban a llegar sus alumnos de primer grado, Slytherin y Gryffindor era su clase de esa mañana. Se presentó, los preadolescentes ponían más atención que los de grados superiores, y lo pensó lógico, no conocían a nadie para crear bullicio; la clase fue normal, de vez en cuando alcanzaba a ver cómo un mocoso de lentes redondos aventaba papelitos al chico que había sido el primero en llegar.
—La clase terminó —Dijo al final, viendo cómo todos comenzaban a guardar sus cosas—. Tú, el de lentes de la cuarta mesa en la fila de la izquierda —el mocoso que había visto antes se autoseñaló con cara de extrañado—. Tu nombre, dámelo.
—James Potter, señor.
—Señor Potter —empezó, acercándose a la mesa— va a recoger todos esos papelitos que le arrojó a, disculpa, hijo —recargó su mano sobre la mesa donde el pelinegro seguía guardando sus cosas—, ¿me das tu nombre?
—Severus Snape, señor —Dijo con un hilo de voz, él asintió.
—Va a recoger todos los papelitos que le estuvo arrojando al señor Snape toda la clase en lugar de poner atención, cinco puntos menos para Gryffindor, y si vuelvo a verlo molestar al señor Snape o a cualquier otro de sus compañeros me veré en la nesecidad de ponerle un castigo, así que compórtese.
El chico asintió con las mejillas coloradas, poniéndose en cuclillas sobre el suelo y tomando las bolitas de pergamino de antes.
— ¿Y ustedes no tienen clase o quieren ayudar al señor Potter? —Dijo a los demás estudiantes que se habían quedado de espectadores, pocos en realidad, al menos unos diez, en su mayoría de Gryffindor, que salieron huyendo cuando terminó de hablar. Un minuto después el muchacho de lentes había terminado y le dejó marchar, recibiendo a su siguiente grupo.
Los días pasaban relativamente bien, sus clases eran tranquilas, exceptuando los murmullos que de vez en cuando se escuchaban, aunque no era más que hablar de tareas y ayudándose mutuamente lo que le hacía el trabajo más fácil. Snape seguía sentándose junto a la chica pelirroja con la que lo había visto la primer clase, sólo que ahora estaban tras un par de preadolescentes con quienes hablaban en voz baja, lo permitía, solía escuchar los murmullos y no eran más que alguno de ellos con una duda, explicaciones, y a veces hablaban de otras clases, recordaba haber hecho lo mismo con Astrid y Aristóteles.
Esa clase estaban particularmente en silencio, escribían un ensayo sobre los hechizos protectores y él respondía una de las cartas que Astrid le obligó a no olvidar responder. Con el rabillo del ojo consiguió ver que a Snape se le caía algo y se agachó para recogerlo, volteó justo cuando el chico Black tenía puestas sus manos sobre la boca e hizo un sonido de pedorreta, sintió su rostro endurecerse, una carcajada casi general resonó en la habitación, exceptuando a las amigas del delgado chico y a éste, la chica Evans fulminó a Black con la mirada, Meadowes y McKinnon se preocuparon más por tranquilizar a Severus, parecía que iba a llorar.
—Muy gracioso, señor Black —Las risas pararon en seco una vez habló, ¿habían olvidado que él estaba ahí?—. Yo también sé hacer y decir cosas graciosas, ¿quiere ver? —El menor tenía el ceño fruncido, no parecía avergonzado como su amigo lo había estado el primer día de clase—. Quince puntos menos para Gryffindor.
— ¿¡Qué!? ¿¡Por qué!?
—Por avergonzar a su compañero, y cinco puntos menos por gritarle a un docente.
— ¡Pero-!
— ¿Quiere que le quite cinco más? —El chico se quedó callado, parecía realmente molesto—. Eso creí. Quedan diez minutos, terminen la redacción, la quiero en mi escritorio para cuando acabe la clase.
Los siguientes meses se la pasó en su salón con un Sirius Black castigado que hablaba entre dientes, normalmente se callaba luego de unos dos minutos, así que se lo dejaba pasar, pero había otros días en que simplemente estaba harto de él, y eso le hacía ganarse otro castigo, hasta que el chico dejó de hablar completamente mientras limpiaba el salón; pero nunca dejó de molestar a Snape, sabía que McGonagall lo había castigado una o dos veces por la misma razón. Suspiró, esas vacaciones navideñas se había quedado en el castillo, habían sido tranquilas, recibió regalos tanto de navidad como de su cumpleaños, una vez más había obtenido uno de Bella, un suéter gris que le quedaba algo grande, pero era muy cómodo y le calentaba hasta el alma a pesar del frío insoportable que estaba haciendo. Paseaba por los pasillos, disfrutando de su último día de tranquilidad, los alumnos que habían decidido volver a casa regresaban mañana, entre ellos su pequeño dolor de cabeza, ¿cómo era posible que un mocoso de once años fuese tan insufrible y desentendido de la autoridad?
Días más tarde, el viernes específicamente, merodeaba los pasillos sin objetivo alguno, quizá internamente esperaba volver a castigar a Black, que había estado muy tranquilo, inexplicablemente. Acercándose a un pasillo sin salida escuchó gimoteos, avanzó más, confirmando el llanto y viendo a Snape en la esquina cubriéndose el rostro y temblando. Caminó hasta él, agachándose hasta su altura y tocándole el brazo, el chico se sobresaltó, su cara era de puro terror y tenía un moretón en la mandíbula. Frunció el ceño, intentó apartar el delgado brazo, afortunadamente Snape se lo permitió, le tomó por la barbilla y cuidadosamente le hizo mover la cabeza, consiguiendo ver mejor el golpe.
— ¿Quién te hizo esto?
Usó el tono de voz más tranquilo y cariñoso que pudo para no asustarlo.
—Na.nadie —Apartó la cara e intentó cubrirse con el antebrazo.
— ¿Fue Black? —El menor negó con la cabeza, le creyó—. ¿Fue un estudiante? —volvió a negar—. ¿Quieres contarme quién te pegó? —una vez más negó—. ¿Quieres un abrazo?
El preadolescente no respondió, Tom terminó en sus rodillas, rodeándole el torso, y el contrario volvió a llorar, al principio fueron unas lágrimas, pero después de unos segundos el llanto y los quejidos fueron más fuertes, el chico se aferraba a su pecho y él le sobaba la espalda. Tras media hora de llanto inconsolable se quedó dormido, con cuidado le levantó en brazos para llevárselo a la sala común, donde Lucius le acompañó hasta el dormitorio del menor, dejándole sobre la cama cubierto con una manta que había sobre el baúl.
— ¿Qué le pasó? —Preguntó el rubio.
—Alguien le pegó, pero no me quiso decir quién.
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Este capítulo me gusta bastante como para no publicarlo temprano, lo quería publicar desde ayer pero resistí.
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Μεταμόρφωση
FanfictionTom siempre pensó en la muerte como una solución, no la propia, claro. Pensaba en la muerte de los demás, lo fácil que sería vivir en el orfanato si todos esos niños que lo tachaban de raro simplemente dejasen de molestarlo, si simplemente se fuesen...