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Tom nunca había sido un hombre de plegarias, no creía en un Dios, en un cielo o un infierno, pero es que cómo podría, si siempre pidió a ese ser supremo, que la señorita Tomlinson le contaba, que todos esos chicos que le molestaban sufriecen las desgracias más absurdas y dolorosas, pero nunca le escuchó, y sólo había dos opciones: a él tampoco le importaba la vida de Tom, o no existía, decidió creer en lo segundo. Aún con todo eso, cada mañana tras despertar, prendía una veladora frente a la foto que Astrid les había tomado a él y a la señora Merrythought durante una clase especial en cuarto curso... ambos se veían tan jóvenes; a su lado también estaba la última foto que se habían tomado, ambas fotos se movían, y apesar de ser las mismas personas, eran diferentes.

Se quedó un rato viéndolas, recordando ambos momentos con nostalgia, en la primer foto tenía el rostro serio, la mujer saludaba y sonreía a la cámara mientras él sólo esperaba a que dejase de apuntarles. La segunda la recordaba mejor, era de hacía un par de meses, la señora Merrythought le había invitado a tomar una cerveza de mantequilla, Bella estuvo con ellos, hablaron durante horas, y antes de salir de las tres escobas su esposa sacó la cámara mágica, Galatea y Tom brindaron para después sonreír a la mujer, una brillante sonrisa de oreja a oreja, que si el Tom más pequeño viese, seguramente pensaría que lo había hechizado. Sintiéndose raro se dirigió a la ducha, quedándose ahí más tiempo del que solía, intentando que el agua caliente borrase todo lo que sentía... a veces quisiese volver a ser ese chico de catorce años que no sentía nada por nadie, ni por sí mismo... ¿era mejor sentir cosas por la gente...? Tom creía que no, aunque ya no podía evitarlo, podía fingir, claro, pero eso no quitaba el hecho de que sentía tristeza, dolor, felicidad y algunas veces miedo... a Tom nunca le dio miedo la muerte... pero cuando Bella casi lo hace estuvo aterrado; nunca le dio miedo la muerte... pero después de la partida de la señora Merrythought comenzó a tomársela más en serio.

Cuando bajó a desayunar vio a sus hijos preparados, Sirius, como ya era costumbre, estaba sentado junto a Severus, hablaba sin parar, incluso más de lo que siempre hacía, y su hijo le acariciaba el brazo en un intento por calmarlo. Tommy leía uno de los tantos libros muggles de su abuelo mientras éste hablaba con Mattheo, quien estaba muy concentrado en la historia como para comer a un ritmo más rápido; Meredith peinaba a Delphine, que le pasaba galletas de vez en vez para que ambas comiesen algo, y Bella se había acercado a él, invitándolo a sentarse con ellos. Fue un desayuno normal, cuando se acercó escuchó la conversación que su hijo y su novio tenían, estaba nervioso por ser el nuevo profesor, Severus le aseguraba que lo haría bien, pero la cara del Black aseguraba que no le estaba convenciendo. A las diez en punto fueron a la estación nueve y tres cuartos, Tom manejaba con Bella como copiloto, Delphine estaba sentada en su regazo, Mattheo iba cabeceando, siendo cuidado por la señorita Tomlinson a su lado, su padre estaba tras el asiento del conductor hablando con él mientras Sirius y Severus hablaban en la parte trasera de la camioneta; Tommy había decidido que prefería quedarse en casa, cosa que permitieron. Cuando el tren se estaba yendo Tom saludó... era raro, siempre decía adiós a su familia abordando el tren, ahora veía marchar a sus hijos desde la estación... tardaría en acostumbrarse.

Tras volver a casa se fue al ministerio, ahí estaban Barty y Regulus, siempre dispuestos a ponerle los pelos de punta, bromeando con él y aligerando un poco el tenso hambiente que buscar asesinos, violadores y demás calaña proporcionaba. Durante algunos descansos veía a James, sólo un par de minutos, quien se encontraba con su esposo en los pasillos todos los días a la misma hora, se decían cuánto se amaban y después ambos volvían a trabajar. Le pareció cursi, demasiado, pero él no era quién para emitir opinión. A la hora del almuerzo Tommy iba a su oficina para comer juntos, esa tarde su hijo llegó a sentarse frente a él, dejándose caer y haciendo sonar la madera del escritorio con su cabeza, Tom estaba por preguntar si estaba bien cuando el otro comenzó a hablar.

ΜεταμόρφωσηDonde viven las historias. Descúbrelo ahora