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Tom intentó por todos sus medios alejar al chico Black de su hijo, pero los demás maestros le hacían saber que les habían visto caminar juntos tras un par de meses de que Severus le haya evitado, sonreían y tonteaban, excepto en su clase.

—Pensé que no te agradaba ese chico.

Le dijo una noche, Severus, de ahora catorce, se había ofrecido a ayudarle con su clase, aunque después pensó que había sido mala idea.

—Ah... sí, pero, ya sabes... había pocos gusarajos y el profesor Kettleburn nos puso a trabajar juntos, no es tan odioso como creíamos.

— ¿No es tan odioso? —Suspiró cuidando que Severus no le escuchase—. Entonces no ha sido el mismo imbécil de antes.

—Lenguaje, papá... no, no es un idiota... de hecho ha sido muy amable.

—Puede ser todo una treta que ha ideado con sus... amigos.

—No, no creo... él en verdad es amable, aunque esté frente a sus amigos...

—No me gusta que esté tan cerca de ti.

Severus suspiró.

—Sólo está manteniendo la paz... no es como si nos fuésemos a casar.

— ¡No lo digas ni en broma! —Chilló, soltando su libro sobre el escritorio y recibiendo la mirada burlona de su hijo.

— ¡Ey! Se supone que el de las rabietas debo ser yo.

Tom frunció el ceño, pero con la risa del chico no le duró mucho, suspiro, caminando los pasos que los separaban y abrazándolo.

—Sólo no quiero que ese mocoso te vuelva a hacer daño.

—Lo sé, y lo agradezco —Dijo mientras le correspondía—. Pero no siempre vas a poder estar conmigo para cuidarme, debo aprender a defenderme solo, ¿no lo crees?

Suspiró una vez más.

—Sí... tienes razón —«Es sólo que no quiero que pases lo mismo que yo»—. Pero desde mañana te enseñaré a duelear, sin peros ni excusas... —Severus resopló, él en serio odiaba los duelos—. Es por tu bien.

—Lo sé... —Murmuró—. ¿Puedo dormir aquí esta noche? Mi cuarto está más frío de lo normal.

Asintió, el chico le agradeció y se fue a la habitación de Tom, quien tardó un poco en seguirle, principalmente porque su mente no le dejaba en paz. Al subir a la habitación vio a Severus recostado sobre la cama, se acercó para quitarle los zapatos, cubriéndole con una manta y tomando una almohada para dormir sobre el colchón inflable que la señorita Tomlinson le había regalado meses atrás, quizá ya se esperaba ese escenario. Dio varias vueltas en la cama, su mente hacía eco en "no es como si nos fuésemos a casar", pero claro, como si Severus fuese a aceptar siquiera salir con el chico que no paraba de molestarlo... aunque a los catorce se es muy influenciable y-.

— ¿Qué pasó?

Severus se hincó sobre el colchón, levantando la manta y acostándose a un lado de Tom, abrazándole, asumió que estaba medio dormido, sus ojos casi cerrados le decían que así era. No volvió a hablar, sólo le puso la almohada que él tenía y le abrazó de vuelta, acariciando su cabeza y sintiendo cómo el menor se reacomodaba sobre su pecho. Suspiró, no quería que nadie le hiciese daño.

El día siguiente, en el gran comedor, cuidaba que los alumnos que se habían retrasado en algunas tareas (y los que no que habían decidido sólo estar ahí), las hiciesen, Lily había decidido ayudar a Marlene con sus tareas, aunque él sospechaba que sólo lo había hecho para ver a Rabastan Lestrange, unos tres años mayor que ella, se habría entrometido un poco si no fuese porque alcanzó a escuchar la conversación que Black mantenía con sus amigos.

—Sueñas, Canuto, en tu perra vida Snape aceptaría salir contigo.

Murmuró Potter.

—Sabes que su apellido ahora es Riddle, ¿y quién dice que no?

—Duh, su nuevo padre te odia, ¿perdiste la memoria o qué? —Estaba detrás de ellos cruzado de brazos, estaban tan ensimismados que ni siquiera lo notaban, Pettigrew estaba frente a ellos y su cara le decía que no sabía si huir o reír, Tom le hizo una seña para que guardase silencio—. Vale que a Sna- a Riddle le agrades, pero a su padre no, y al final de cuentas Dumbledore podrá ser el director, pero en este colegio ni se respira si el profesor Riddle no lo permite.

Sonrió, levantándose las mangas de la camisa.

—Pues, ¿sabes qué? El señor Riddle y su monarquía me los paso por-.

Les tomó por la cabeza, les hizo voltear al pergamino y les empujó.

—La hora de estudio es para que hagan sus tareas, no para que chismeen cómo si estuviesen en el mercado, así que si no han terminado cállense.

—Te dije —Escuchó murmurar.

—Cállate, cornamenta.

•••

En diciembre tuvo que quedarse en el colegio, el baile de navidad se llevaba a cabo ese año, así que debía pasar su navidad cuidando a adolescentes hormonales. Subía las escaleras de la lechucería, le mandaría una carta a sus amigos cuando se tropezó con Severus, quien cayó sobre su trasero justo frente al umbral. Le ayudó a levantarse.

—Hola, papá.

Parecía nervioso.

—Hola, cariño... ¿a quién le mandaste carta?

— ¿A quién? Ahm... a los abuelos, ya sabes... quería... quería que supiesen que... tendré una cita para el baile.

— ¿En serio? —El chico asintió—. Eso es asombroso, Sev. ¿Quién es la o el afortunado?

—Uh, es un él...

—Cuéntame, amor, ¿es lindo contigo? ¿Te trata bien? ¿Es atractivo?

—Ah, sí, es bastante lindo, no creo que lo consideres atractivo, pero... la gente dice que lo es.

— ¿Lo conozco?

¿Por qué no lo pensó antes? Ya se estaba temiendo la respuesta.

Severus asintió—Es Sirius.

— ¿Qué?

ΜεταμόρφωσηDonde viven las historias. Descúbrelo ahora