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La última clase del día, los chicos de tercer curso salieron y Severus entró, Tom acomodaba sus papeles, terminando cuando el chico estaba ya frente al escritorio, tomó la silla más cercana y la subió al escalón, sentándose a un lado de él, con el escritorio cubriéndolo, lo pensó extraño pero no dijo nada.

— ¿De qué querías hablar?

Severus bajó la mirada y suspiró, un suspiro tan pesado que incluso le dolió.

—Sobre Sirius...

— ¿Te volvió a molestar? —Su cuerpo se tensó de inmediato y la vocesilla de Bella resonó en su cabeza, gritaba «sobreprotector».

—No...

— ¿Enton...?

—Quiero que hablemos de mi relación con Sirius —Por fin levantó la cabeza, haciendo contacto visual, una pequeña batalla inconsciente para ver quién cedía, y ninguno lo hizo.

—Por lo que sé no tienen ninguna relación.

—No, porque lo terminé... pero planeo volver a salir con él.

Tom por fin miró a la ventana, buscaba algo que lo calmase, suspiró y segundos después volvió la vista a Severus.

—Sev, no creo que sea buena idea.

— ¿Por qué?

Ése era el Severus que conocía, un respondón que no se callaba a menos que realmente le escuchasen, realmente le alegraba que volviese a ser él tras un año de verlo evitar cualquier enfrentamiento con Tom, aunque claro, no pudo elegir mejor momento que cuando hablaban del maldito Sirius Black.

—Es un alcohólico, es mala influencia.

— ¿Bella no bebe?

—No estamos hablando de ella.

— ¿Tú tampoco bebes? ¿O los abuelos? ¿Tus amigos?

—Nosotros somos adultos.

—Sí, y los he visto embriagarse hasta perder la conciencia. Lo único que he visto beber a Sirius son cervezas de mantequilla, ustedes incluso mezclan alcohol muggle con whiskey de fuego, ¿ustedes no son mala influencia?

Se chupó las mejillas.

—Tienes dieciséis, eres muy pequeño para un compromiso tan grande.

— ¿Bromeas? Tú hiciste un juramento inquebrantable a mi edad.

¡Eso se lo había dicho en confianza! ¡No para que lo usase en su contra!

—A los diecisiete, y no es lo mismo.

— ¡Porque Sirius no me va a matar! ¡Un juramento inquebrantable sí!

Había escalado demasiado rápido que apenas pudo mantener el ritmo.

—No te salgas del tema.

—No digas mentiras, entonces.

Tom se acarició el puente de la nariz, Severus se cruzó de brazos sin dejar de mirar a su padre, con el ceño fruncido y la mandíbula apretada.

—Yo sé cómo es Sirius Black.

—Ni siquiera lo conoces.

—Al parecer tú tampoco.

—Lo conozco mejor que tú.

Suspiró una vez más, puso sus manos sobre el escritorio para tranquilizarse y se acomodó mejor en la silla.

—Tengo una idea.

Severus suspiró igual y relajó la mirada.

— ¿Cuál es tu idea?

—Deberías de sali...

Le cortó de inmediato volviendo a parecer enojado.

— ¡No volveré a salir con alguien más!

Tom puso sus codos sobre el escritorio, frotándose la cara con ambas manos y sosteniendo su cara después. Severus estaba cruzado de brazos, su rostro decía que estaba enojado pero sus ojos parecían querer llorar.

—Deberías volver a intentarlo.

Murmuró, la mandíbula del chico tembló.

—Suficiente tuve con Avery y lo sabes.

Dijo en un susurro, él se masajeó las sienes antes de volver a hablar.

—Al menos él era mejor persona que Sirius.

Se le salió, realmente lo pensaba pero no quería decírselo a Severus, menos de golpe. Alzó la cara, sabiendo que la había jodido, los ojos de su hijo comenzaron a llenarse de agua.

—Al menos Sirius no me hizo elegir entre él y tú.

—Sev...

El aludido se levantó sin dejar de mirarlo.

—Volveré con Sirius y es mi última palabra.

Y se fue, azotando la puerta tras de él. Se dejó caer sobre el escritorio, agarrándose la nuca y dando un largo suspiro; después se deslizó sobre la silla hasta quedar sobre el suelo, "encondiendose" bajo la madera. Recordaba las palabras de su padre «Lo estás haciendo mejor que yo», sí... no creía estarlo haciendo.

Después de ese día no vio mejoría en el chico Black, pensaría que había sido una simple promesa vacía, pero los vio cerca de la casa de los gritos el fin de semana, parecían hablar de algo sin importancia. Había vuelto la sonrisa de ambos... ¿por qué tenía que ser con él? ¿Por qué no podía actuar como todos los demás que odiaban a sus acosadores? Marlene odiaba a ese tipo insufrible de Hufflepuff, ¿por qué él no podía reaccionar igual?

— ¡Boo!

—Hola, Bella.

—Es imposible asustarte —Suspiró agitada, dejó de mirar a los adolescentes para poner su atención en ella, realmente se veía cansada, y desde que empezó a ser profesora suplente había notado que subió un poco de peso, una pequeña barriga, pensaba que era adorable.

—Te estoy diciendo —Parecía realmente cansada—. ¿Estás bien?

—Sí, sólo... ¿caminas conmigo? Quiero hablarte sobre algo.

Asintió, siguiéndola hasta una banca cerca de las tres escobas, donde se sentaron, la mujer le tomó la mano, poniéndola sobre su estómago y mirándolo fijamente. Suspiró con una pequeña sonrisa.

— ¿Qué pasa?

— ¿Recuerdas aquella vez que me ayudaste con mi primer periodo?

—Sí... ¿necesitas ayuda de nuevo? Volvamos al colegio, madame Pomfrey debe de...

—Tom —Interrumpió—, no tengo un problema de menstruación... de hecho, hace cuatro meses no la tengo.

Podía jurar cómo había sentido que todos los colores de su cara se fueron. No consiguió evitar la gran sonrisa que le estaba dando, era como si sus músculos se mandasen solos.

— ¿Estás embarazada?

Ella asintió.

—Vas a ser papá... otra vez.

ΜεταμόρφωσηDonde viven las historias. Descúbrelo ahora