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El domingo su padre descansó, al igual que la señorita Tomlinson, así que todos pudieron ir al callejón Diagon, su padre estaba tan emocionado que le pidió a Bella llevarlo a ese lugar donde cambiaban el dinero Muggle por mágico, después supo la cantidad, unas dos mil libras; a él le pareció demasiado, pero su padre dijo que no era todo para él sólo, le daría a sus nietos... sí, seguía siendo mucho dinero. Habían decidido ir en la camioneta familiar, principalmente para que Meredith, su padre y los niños no se mareasen; Bella iba conduciendo y él como copiloto, amaba serlo, especialmente porque podía ver a Severus quedándose dormido en el asiento trasero, a Tom comenzado a comportarse como un adolescente típico y aislándose con sus audífonos; Meredith y Delphine buscaban formas en las nubes, y Mattheo hablaba sin parar con su abuelo; no sabría decir cuál de los dos estaba más emocionado.

Cuando llegaron a Hogsmade Tom se quiso separar de ellos, tenía trece años, sabía que era normal... pero él no sabía lidiar con preadolescentes que no fuesen sus alumnos... de hecho Severus nunca había actuado así, no tenía un precedente que le indicase qué hacer. Bella le tomó la mano, haciéndose cargo ella, diciendo que sólo podría alejarse si Severus le acompañaba; el aludido volteó con cara de «¿Yo por qué?», pero de todos modos se llevó al chico. Su padre le dio a cada uno bastantes monedas para que las gastasen como quisiesen, y cuando se fueron repartió unas cuantas más entre Delphine y Mattheo, eran menos, pero realmente no se notó cuando les compraba lo que pedían en las tiendas a las que iban.

Después de un rato de estar comprando libros, una mochila, plumas, tinteros y la varita de Mattheo, fueron a la tienda de túnicas de Madame Malkin, Tom se quedó con su hijo, esperando a que le tomaran las medidas mientras Bella llevaba a los demás a dar la vuelta y seguir comprando. Durante su espera sacó el celular, viendo un par de mensajes, respondiendo sólo el que Astrid le había enviado, «Deberías enseñarme alguno de tus trucos manipuladores» decía. «¿De qué estás hablando?» Respondió él. «No te hagas, menso. Mi papá ya me dijo para qué hablaste con él, ¡ni siquiera a mí me hace tanto caso como a ti! ¡Yo soy su hija!» Tom levantó las cejas, sonriendo y escribiendo de vuelta: «Privilegios de “no romper platos”, supongo». Lo apagó tras eso, viendo a Mattheo sentarse a su lado.

—Madame Malkin dijo que esperasemos aquí, las túnicas estarán listas en un segundo.

Tom asintió, apoyando un poco su cabeza sobre la del niño.

— ¿Emocionado?

—Muchísimo, ya quiero que sea mañana.

—Ah, Matty.

— ¿Sí?

—Olvidé decírtelo, como no nos llegó la carta de tu entrada a Hogwarts formalmente, deberás dormir conmigo este año.

—Está bien, papá.

Cuando salieron se encontraron a los demás, Severus cargaba a Tom y un par de bolsas mientras el chico dormía en su espalda; Delphine iba de la mano de Meredith y Bella le explicaba algo a Thomas. Todos volvieron a la mansión, Bella y él ayudaron a Mattheo a preparar sus maletas, después cenaron y tras despedirse Severus, Tommy, Mattheo y él regresaron a Hogwarts. Los dos primeros fueron a sus habitaciones tras salir de la de Tom, aún era temprano, así que él y Mattheo fueron a la oficina de Dumbledore ; tras ser recibidos, el viejo colocó el sombrero seleccionador sobre la cabeza del chico, apenas rozó el cabello y ya había gritado un «¡Slytherin!». Mattheo puso sus ojos en Tom con una gran sonrisa, él le correspondió.

—Otro Slytherin, debes estar orgulloso.

Dijo Dumbledore.

—Hay que continuar con la tradición Black, pero si le soy honesto estaría feliz incluso si todos fuesen Hufflepuff.

El hombre asintió, quizá era un sentimiento en común.

—Matt, ven para darte tu horario, mañana empezarás las clases.

El chico dejó el sombrero sobre el escritorio, tomando el pergamino que le ofrecía Dumbledore, viendo las clases durante un rato y después diciendo:

— ¡Qué alivio! Mi primera clase es contigo.

— ¿Por qué alivio?

—Porque así podrás acompañarme al salón y no me perderé.

—Tienes razón... ya es tarde, debemos dejar dormir al profesor Dumbledore, y tú también debes descansar, mañana te levantas temprano, vamos —El niño asintió—. Gracias otra vez, profesor.

—No hay de qué, Tom. Descansen.

—Igualmente.

Y salieron de ahí. Mattheo no dejó de hablar sobre lo emocionado que estaba hasta que calló dormido. A la mañana siguiente, después del desayuno, su hijo le siguió hasta el salón, sentándose en las sillas de atrás; Tom comenzó a escribir en el pizarrón mientras llegaban los demás alumnos, con el rabillo del ojo pudo ver a una tercia de chicos, si no recordaba mal eran los gemelos Weasley y Lee Jordan, ¿sí se llamaba Lee? Empezaron a hablar con él, algo que no escuchaba, aunque realmente lo intentó; no era que quisiera ser sobreprotector, pero ese trío eran un huracán andante; apesar de sus dos semanas de clase habían conseguido castigos con cada uno de los profesores.

Al terminar la clase vio a Mattheo salir con ellos, quiso convencerse de que sólo estaban siendo amables porque era el nuevo... eso era mejor a que le hiciesen bromas, ¿no? Sí, era mejor... Mattheo aún era pequeño... igual que los demás des su curso... pero los demás del curso no eran sus hijos. Por la noche sus sospechas se confirmaron, los gemelos y Jordan se habían vuelto sus amigos, fingió una sonrisa, dándole un enhorabuena al chico y escuchando las pocas anécdotas que tenía para contar. Por dentro se regañaba para no decir nada, ya había cometido ese error, no lo volvería a hacer.

—Me alegra que hayas hecho amigos tan pronto.

— ¡A mí también! ¡Lee me ayudará ponerme al corriente con lo que han visto! ¡Y Fred y George se ofrecieron a decirme dónde está cada salón!

—Eso es genial, cariño. También pronto harás más amigos.

—Sí... pero estoy bien con ellos. Me agradan... George me ayudó a hacer la tarea mientras Fred y Lee iban por algo a las cocinas.

— ¿Cómo entraron a las cocinas? —Mattheo se encogió de hombros. Él pensó, por un lado, entrar a las cocinas sin permiso era motivo de castigo, por el otro, su hijo estaba implicado... definitivamente no haría nada al respecto—. Cuando vayan cuiden que nadie los vea.

— ¿Por qué?

—Los alumnos no pueden entrar sin permiso... y si los ven, diles que tienen mi permiso porque debes comer algo antes de tu medicamento.

— ¿El del asma? —Tom asintió—. Pero no he tenido un ataque desde los cuatro años.

—Ellos no lo saben... además —Caminó hasta su maleta, sacó dos cajas y después se las dio—, es un ambiente nuevo... nunca se sabe.

Mattheo los tomó y asintió.

— ¿Tengo que cargarlos?

—Sólo el inhalador... por si acaso.

—Está bien, papá.

ΜεταμόρφωσηDonde viven las historias. Descúbrelo ahora