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Tom despertó con el ruido de voces que provenía desde el piso de abajo, miró su reloj, eran las nueve y cuarto, era muy temprano, desde que habían empezado las vacaciones de invierno estaba despertando tarde, así que no fue grato despertar temprano esa mañana (a pesar que normalmente lo hacía a las seis). Con pereza se levantó de la cama, salió de la habitación y caminó escaleras abajo, la señorita Tomlinson estaba frente a la puerta abierta, su cerebro aún estaba medio dormido para identificar la voz de con quién hablaba, así que se asomó, viendo a su padre parado frente a ella.

-Hola, Tom -Dijo el hombre con una gran sonrisa triste, respondió sin más, mirando después a la mujer en busca de una respuesta.

-Llevaré a tu padre al cementerio en el que está tu madre... ¿quieres venir con nosotros?

Una secuencia de flashbacks atravesó su mente cuál bala, sus primeros ocho años en los que la señorita Tomlinson lo llevaba a la tumba de su madre, hasta los nueve que comenzó a negarse, después sus años en Hogwarts, que no regresaba al orfanato y ella le mandaba cartas diciendo que había ido y lo que había hecho, qué flores ponía y cuánto tiempo se quedaba. Tragó saliva, asintió despacio, dándose vuelta hacia las escaleras.

-Iré a vestirme, ya vuelvo.

Corrió hasta su cuarto, se puso la primer camisa y pantalón negros que encontró, se colocó sus tenis y volvió a bajar, aunque menos rápido de lo que había hecho lo anterior, comenzó a pensar en si realmente quería ir, pero no le dio tiempo a retractarse, la mujer ya le había tomado por el brazo, con una sonrisa suave. Le correspondió, saliendo junto a ella y tocando su varita dentro del bolsillo para aparecerse, aunque tampoco tuvo la oportunidad, frente a ellos había uno de esos coches que habían salido ese año, un Mustang, si no mal recordaba, que tenía un gran moño rojo encima.

- ¿Y ese coche?

-Feliz mañana cumpleaños... sé que prefieres aparecerte, pero... lo vi y pensé que te gustaría.

-Es... muy lindo -En verdad lo era, su padre recordó que su color favorito era el plateado, y aunque nunca había visto un coche de ese color, ahí estaba el suyo, brillando bajo los rayos del sol. El hombre le mostró la llave, Tom la tomó, mirándola por un segundo y volviendo a su padre-. No sé conducir.

-Te enseñaré -se apresuró a decir-. No vuelves al colegio hasta enero, tenemos tiempo.

Tom dudó un poco, y antes de responder la señorita Tomlinson exclamó extasiada:

-Ay, así podrás ir por mí sin aparecernos y ya no tendré ganas de vomitar.

La gran sonrisa de la mujer le impidió rechazar las clases, asintió con una semi sonrisa. Su padre le alcanzó la llave, él la tomó sin más y se acercó metió al coche por la puerta del piloto, el hombre fue el copiloto y la señorita Tomlinson se sentó en la parte trasera. Con dificultad llegaron hasta el panteón.

-Lo hiciste bien -Dijo la mujer tomándose el estómago, parecía mareada.

- ¿Te sientes bien?

-Sí, sí, sólo me sentaré aquí un momento.

-Mejorarás en unas semanas, descuida -El mayor le tomó por el hombro.

-Bien... vamos -Meredith se levantó, él la tomó por el brazo para asegurarse de que estuviese bien. Los guío hasta la lápida de su madre, que no estaba demasiado lejos de la entrada, pudo ver cómo los ojos de su padre comenzaban a llenarse de lágrimas. Unas palmaditas en su brazo le hicieron dejar de verlo.

-Iré por un par de flores.

-Voy contigo.

-No, no, puedo ir sola, no te preocupes. Ustedes limpien la maleza, ya vuelvo.

ΜεταμόρφωσηDonde viven las historias. Descúbrelo ahora