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Ojalá haber podido dar un tour por China, más concretamente, en Pekín. Se quedaron con las ganas de pasearse por las calles, ver los colores de cada tienda, los farolillos rojos colgados por todas partes y probar la comida callejera. Pero, en lugar de eso, se encerraron a punta pala en la casa que, cómo no, los padres de Kim Namjoon alquilaron por una semana.

Se suponía que en China estaban a salvo, pero haber conseguido llegar allí tan fácilmente los desconcertaba. Una vez pasada la frontera, no tenían porqué temer nada: estaban en zona segura.

—Venga, ¡vamos a salir!—insistía Heeseung—. ¡Solo quedan cinco días! ¡Nuestros amigos ya están por aquí! ¡Hay que movernos!

—Heeseung—llamó Jungwon—, tranquilízate. Tenemos la coreografía más que clara.

—Bueno, a ver, es que ambos tenéis razón, ¿sabéis? Tipo, a mí me da miedo salir, pero quiero hacerlo porque todavía siento que puedo mejorar mi baile—explicó Lee Know—. A parte—miró a los de Busan—, chicos, vosotros habéis estado muchos días fuera de combate. ¡No digo que lo hayáis hecho mal!—aclaró rápidamente después de escucharse. Le pareció que sus palabras sonaron demasiado frías.

Sunghoon le acarició el hombro a Lee Know como si quisiera hacer que se callara. Tanto Lee Know como Sunghoon pensaban que el chico no había usado las palabras correctas y que debía compensarles de alguna manera y aunque su mayor deseo fuera curar a Jimin no se engañaría: era completamente imposible.

—La mansión es muy bonita y todo lo que tú quieras, pero ir de una habitación a otra es un maldito martirio—gruñó Su-ji, llegando por el pasillo con una bandeja con vasos y una tetera que echaba humo.

Ella se arrodilló frente a la mesita de té y les puso a cada uno una taza delante. Jin se levantó de su lugar y cuidó la espalda de la chica mientras vertía un té chino delicioso. También puso en el centro de la mesa una cestita con galletas que, literalmente, volaron.

Los chicos apretaron los labios e hicieron una graciosa mueca al ver un jodido volcán saliendo de sus tazas.

—Eun-yeong quiere que ardamos con el té, lo sé—comentó con una carcajada al verles la cara.

Su-ji se levantó de nuevo y miró a su alrededor. Quería sentarse, pero todos los lugares estaban ya ocupados y dio por hecho que solo le quedaba sentarse en el suelo. Y como si Su-ji estuviera a punto de caerse, Jin la agarró del antebrazo cuando iba a plantar el trasero en las baldosas y le cedió su lugar. Su-ji abrió un poco los ojos antes de fruncir el ceño y negarse: ese era el asiento del chico más guapo del mundo, ella no podía plantar sus plebeyas nalgas en él. El azabache se sentó de nuevo y palmeó el brazo del sillón para que Su-ji se sentara en él. Le hizo caso con una radiante sonrisa y le despeinó el pelo, cosa de la que se arrepintió al instante e intentó remediar cagándose en su desgracia.

—Si me dejáis hablar...—comenzó Hyunjin. Se levantó de su lugar y puso los brazos en jarra—. Yo iría a practicar. Chitón—calló a Felix en cuanto abrió la boca—. Pensadlo, joder, los chicos van muy atrasados por todo lo que a estado pasando estos días, tenemos que actuar en cinco días, aquí estamos protegidos y nadie nos puede hacer nada. Y antes de que os neguéis, me la suda: yo iré igual aunque sea solo.

—Hyunjin, no hace falta que te pongas así—le dijo Bangchan.

—Yo iré contigo—saltó Su-ji.

—¿De verdad?—preguntó Hyunjin levantando las cejas. Su-ji asintió y el pelinegro sonrió satisfecho.

—Quizás sean cosas falsas, pero he leído que aquí en China las mujeres somos como diosas y nos respetan. Creo que si voy contigo y alguien quiere hacerte algo se lo pensará dos veces.

~Black Swan~ (BTS) (FINALIZADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora