Capítulo 22

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Las palabras fueron innecesarias en ese pequeño momento, uno donde Nina alguna vez solo se lo imaginó. Eizan está abrazando su delgado y bello cuerpo con tanta fuerza que es como si quisiera amarrarla a su cuerpo y no solo ahí, también en su propia vida.

El temblor que emite ella está desgarrando el corazón del hombre de ojos azules que empieza a brotar unas lágrimas llenas de impotencia y de amor a la vez. Su corazón lamentablemente no lo ha olvidado y ha tenido que verlo nuevamente para darse cuenta de ello.

—Lo siento, lo siento tanto—su voz es tan rasposa como si hubiera pasado un infierno todos estos meses—. Fuí un imbécil que dejó ir lo único bonito que encontré en toda mi vida.

—Joven Daidouji—oír su apellido y no su nombre acaba de desgarrar su corazón—¿Puede soltarme? Por favor, todos nos miran.

Eizan ve de reojo a su alrededor y muchas personas están mirando con curiosidad el espectáculo así como otras murmuran por lo inapropiado que se ve. Lentamente se aleja un poco de ella que la observa con detenimiento y amor. Nina pasa saliva tragándose las ganas de llorar, recuerda de golpe esa mañana que se fue sin ni siquiera darle una mirada, en ese momento rompió su corazón en pedazos y será complicado que los vuelva a restaurar.

—¿Podemos conversar en un lugar más privado?—pregunto sin imaginar lo que por su cabeza de la joven está pasando—. Tengo que decirte muchas cosas.

—Usted y yo no tenemos nada de qué hablar joven Daidouji—su fría voz lo deja de piedra—. Con la manera que se fue esa mañana de aquí fue más que suficiente su respuesta para mí.

—Reconozco que fui un canalla por eso, en todos estos meses me he sentido el peor de los hombres por eso yo…—la joven levanta su mano con impotencia escondiendo todo lo que su llegada ha desatado en su interior.

—Ya es muy tarde para eso, ha pasado mucho tiempo y créame que lo supere—la tristeza se dibuja en el rostro de Eizan que no puede creer que lo haya olvidado, a diferencia de él que la tuvo a cada instante en sus pensamientos y su corazón—. Siendo un hombre millonario solo fui un pasatiempo para usted, no quise ver más allá de mis narices y terminé mal parada al principio. Pero ahora que lo veo todo es una anécdota para ver la próxima vez y reconocer al instante a un patán cómo usted.

—Nina no es así yo…—sus palabras se quedan atoradas en su garganta, en el pasado era cierto que la intervención de su madre con su presencia y persuasión fue quien arruinó su vida y dejó ir a una bella chica que lo hubiera amado tanto, ahora solo queda una mujer fría y sombría por culpa de ese simple desplante al irse y dejarla sola.

—Que tenga buen día joven Daidouji—gira sus pasos dejándolo parado sumido en sus pensamientos y pasando saliva con impotencia.

La joven no sabe cómo es que ha logrado acelerar sus pasos y estando lejos del hotel es donde ingresa a un parque solitario donde suelta todo lo que ha estado reprimiendo desde el momento que lo vio. La presencia de Eizan Daidouji es de dolor, sufrimiento y amor, un amor que siempre va a tener por ese hombre que en esa sola noche le quitó todo.

Sus ojos miel están tan hinchados que tuvo que detenerse a descansar por un momento para tranquilizarse y volver a casa, no quiere preocupar a su madre y a su pequeño príncipe.

Media hora después de todo ese remolino de emociones está fuera de su pequeña casa, no está llena de lujos pero al menos es un lugar donde pasar la noche llena de amor para su hijo.

—¡Mami!—una voz infantil la recibe y su sonrisa se ensancha al verlo, lo cargó entre sus brazos llenándolo de besos—. Mami¿Has llorado?

—Porque debería llorar cariño, es solo que al parecer me voy a enfermar—responde con amor—. Tomaré algo y más tarde estaré como nueva ya verás.

𝐸𝑛𝑙𝑎𝑧𝑎𝑛𝑑𝑜 𝑉𝑖𝑑𝑎𝑠Donde viven las historias. Descúbrelo ahora