Ilenis

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Isveria es un reino inmenso, viejo y con una larga historia, no existe persona que no tenga en su lista de cosas por hacer, visitarlo, y para aquellos con aspiraciones más grandes, tal vez, vivir en Isveria, en su hermosa Capital, Ilenis, Ilenis es la ciudad más grande en Isveria, conocida por su hermosa arquitectura, lugares turísticos, parques y próspera riqueza.

O esa es la imagen que se ha promovido con los años, ignorando por completo que esa es tan solo la zona más pequeña en la gran Ilenis, pues fuera de ese escazo círculo privilegiado, el resto de los habitantes trabajan para ganar poco y mantener a muchos, granjeros, comerciantes bajos, marineros, agricultores, prostitutas, todo lo que no cabe en la imagen perfecta de Ilenis.

Mas las personas son buenas, tan conscientes de sus propias limitaciones que ayudan al vecino sin esperar recompensas, y es ahí donde Loulou Harris, una bella joven de piel clara pero oscurecida por el Sol de las labores de la granja de sus padres conoció en su momento a un joven marinero, alto, apuesto, moreno, que si hubiera tenido la fortuna de nacer en buena cuna fuera el hombre más codiciado de Isveria, su nombre era Joseph Mason.

Loulou y Joe se enamoraron desde el primer momento, fue un romance sincero e intenso, no pasó mucho antes de que Joe pidiera a Loulou como su esposa, una boda sencilla, con invitación abierta a cualquier vecino en la zona baja de Ilenis, todos celebraron el hermoso amor de la joven pareja, pero al cabi de un par de meses después, Joseph tuvo que partir la tripulación requería su presencia y él requería la paga para su nueva familia, Loulou se despidió sin pensar que nunca más volvería a ver a su amor.

La noticia del hundimiento del barco de Joe llegó a casa rincon de Ilenis, y mientras los ricos lloraban la pérdida de su inversión, Loulou se lamentaba amargamente la muerte de Joe, no se percató en ese momento pero Joe había dejado un último regalo a su amaba, así, aún de luto, Loulou dio la bienvenida a su hija, Freda, desde el día uno Loulou amó a Freda, veía a Joseph en ella, en su piel morena, su oscuro cabello y ojos negros, no tendría que volver a imaginar el rostro de su amado pues ella estaba ahí, Freda sería ahora su consuelo y su razón para vivir.

Los padres de Loulou fallecieron por un brote de influeza cuando Freda era aún pequeña dejando a madre e hija solas a cargo de la granja, los vecinos nunca dejaron de ayudar a la viuda y la pequeña que crecía cada día más, pero aún con sus esfuerzos no pudieron evitar ver como la granja decaía y compliba más la vida de ambas mujeres.

Freda creció con una voluntad inquebrantable, fuerza física y emocional digna de la Realeza y un amable y bondadoso corazón, admirada por la comunidad, igual que su madre, las Mason eran lo mejor que Ilenis podía ofrecer, todos lo sabían.

Con 15 años, Freda era la flor más valiosa de su comunidad, todas las mañanas recorría las calles repartiendo fruta y verdura en los mercados, intercambiando víveres y consiguiendo algunas monedas, nadie podía decirle que no a su hermosa sonrisa, pero aún así cada vez las ganancias eran menos, la zona baja de Ilenis era más pobre que nunca y por más que quisieran ya no quedaban muchas monedas o víveres para compartir.

Decepcionada y preocupada Freda volvió a casa con miserables ganancias, tal vez si racionaban el pan podían tener una comida al día, se encontró a Loulou en la sala remendando su única falda buena la cual ya tenía varias costuras sobre costuras.

- Los Thompson solo pudieron dar la mitad de lo que nos daban por las coles, Beth sigue enferma y parece ser que los gemelo también están contagiados, el Señor Seymour subió el precio del pan solo pude traer la ración de un día.- resumió Freda, Loulou suspiró, sabía de las terribles condiciones actuales y de aquellas que se avecinaban, el futuro no pintaba muy bien ni para ellas ni para la comunidad, Loulou repasaba una y otra vez las opciones y sabía que a Freda no le gustarían.

- Freda, querida, siéntate.- pidió Loulou dejando su costura.

Curiosa, Freda obedeció.

- Estuve pensando...- comenzó Loulou, Freda arqueó las cejas.

- No, la respuesta es no, no sé que es, pero tu tono me dice que no es bueno, así que no.- anticipó Freda.

- Hija, escucha, las cosas no están bien, ni lo estarán pronto, tenemos que ser realistas, tu y yo solas no podremos pasar el invierno, por eso un marido que te cuide y ayude en la granja sería...-

- ¡Ahí está!, lo sabía, no, no me casaré, ¿para qué?, Serena se casó con el Señor Seymour por lo mismo y ahora mira, el pan lo dan más caro porque ya no tienen ingredientes, Serena ni es rica ni feliz, casarse no tuvo ventajas.- señaló Freda.

- Freda entiende, yo ya no puedo hacerlo, soy muy vieja para el cortejo y si no hacemos algo, perderemos la granja, la casa y seguro que a nosotraz mismas para fin de año.- dijo Loulou desesperada.

Freda lo pensó por unos segundos, casarse definitivamente no era opción, pero debia haber algo más que pudiera hacer, en ese momento una idea llegó a su cabeza, los únicos a quienes no les llegaba esa crisis era a los de aquella exclusiva zona, los ricos, tan ajenos a todo que no dudarían en despilfarrar su dinero en un sirviente que lustrara sus zapatos, trabajo, sí, eso haría, trabajar.

La chica se puso de pie, decidida, apenas pasaba de medio día, podía hacer su primera búsqueda y volver antes de que oscureciera.

- Yo lo resolveré mami, lo prometo...- dijo encaminandose a la puerta tomando su sombrero del perchero, antes de salir, se giro hacia Loulou.- ... y no eres vieja, aún eres joven y muy bonita, no me sorprendería que quien se case con un príncipe seas tú.- sonrió la chica, Loulou trató de esbozar una sonrisa pero solo pudo hacer una mueca preocupada viendo a su hija salir.

La Dama del DuqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora