Freda vio al pelirrojo acercarse con cierta indecisión, como si temiera a lo que llegara a ocurrir, ella por su parte se llenaba de valor con el respaldo del aparente anonimato que le brindaba el antifaz y su apariencia más fina.
Cuando Al estuvo a unos pasos, ella se metió del todo al comedor vacío, se recargó en la mesa, esperando a que él tomara la iniciativa.
Estando frente a frente ambos sintieron la adrenalina correr por sus venas y alterar sus corazones
Al soltó un suspiro, rindiendose a las consecuencias de estar a solas con aquella misteriosa mujer y se quitó el antifaz, Freda percibió como la desnudez de su rostro podía tener un trasfondo más espiritual, cuestionó la valía de sus intenciones, hasta incluso tuvo un atisbo de compasión, pero su dolor pudo más, recordó como aquel "niño" jugaba con su corazón cada que le daba gana, un día era agradable, afectuoso, mientras que al día siguiente le recordaba lo poca cosa que ella era para él, esos recuerdos endurecieron sus dudas y la regresaron al juego.
Al la miró con desasosiego, como si quisiera decir algo, pero las palabras estuvieran todas atascadas en su garganta.
"Nunca tiene nada que decir" pensó Freda, fingiendo seducción y sin decir nada tampoco, atrayendo al chico a sus brazos.
Jugueteó con los pliegues de su traje y con los rizos rojos que enmarcaban su pecoso rostro suplicante.
La respiración de Al se volvió pesada pero von cada inhalación, el aroma del cabello de la chica lo embriagaba, aquel aroma y esos profundos ojos oscuros y salvajes lo incitaban a querer gritar su nombre, pues en su corazón no había duda de la identidad de la seductora, mas temía a equivocarse y revelar los deseos de su alma a una desconocida.
La atrevida seductora se acercó a milímetros del rostro del pobre chico turbado y lentamente le robó un beso, Al no se movió, quedó mareado ante la presión, pero el hormigueo en sus labios y la cercanía de aquellos ojos oscuros lo hizo ceder a sus tentaciones
Sus manos, anteriormente tímidas y confundidas, pronto encontraron reposo en las curvas de la desconocida, devolvió el beso con mayor ferocidad, Freda lo devolvió y fue largo.
La mente de ambos se nubló en el acto, Freda no había contado con como su cuerpo y su espíritu reaccionarían ante el toque de Albert.
Los dos se dejaron llevar por el instinto, ansiosos llevaron sus manos a recorrer los caminos del otro, algunas cintas y botones comenzaron a aflojarse, con Freda sentada sobre la mesa, rodeando con sus piernas el cuerpo del chico y este sin ninguna intención de librarse, parecía que no habría vuelta atrás.
Freda aún llevaba piesto el antifaz, y cualquier intento de Al por quitarlo, era disimuladamente detenido por ella, por lo que el ansioso amante se contentaba con enredar sus dedos entre el espeso cabello oscuro y besar su piel morena mientras llegaban a su aparente objetivo.
En un momento, Freda abrió los ojos y de golpe volvió a la realidad y a su mente regresó su verdadera finalidad, se vio acariciando la pálida piel de la espalda de Al cuya camisa estaba ya casi en el suelo, sintió sus labios en su cuello camino a su pecho y sus manos explorar el largo de sus piernas, el chico había cedido por completo, cualquier espectro de razón alguna se había esfumado, ya sólo era mero instinto de hombre, era... débil.
Una cierta sensación de poder inundó a Freda, vio en su compañero tal vulnerabilidad que sabía que si le pedía que quemara aquella mansión hasta sus cimientos, él lo haría sin pensarlo, pero eso no era lo que quería, ya consciente se dio tiempo de pensar, le quería, aún después de sus desplantes y negligencia, le seguía queriendo, y estaba segura de que siempre sería así, pero después de todo quería regresarle un poco de aquel pesar que le causó y despedirse de él, porque sabía que después de eso ella ya no volvería a la mansión Ascort.
Se dejó desear un poco más, pero no mucho después siguió su plan.
Con un empujón alejó al chico, desaliñado, semidesnudo y con gesto confundido y apenado, Freda le dirigió una mirada hiriente, altiva.
- ¿Es esto suficiente "distracción" para usted, milord?- soltó Freda con sorna.
La voz de la chica confirmó las sospechas, y deseos de Al, mas no se sintió aliviado al escucharla con ese tono.
Freda se bajó de la mesa y se acomodó su vestido antes de quitarse el antifaz y presenciar como el pelirrojo palidecía ante su imagen.
- Veo que es igual de bruto con una dama de sociedad que con una de campo, para usted todas somos solo "distracción" en lo que papi le consigue una esposa digna, ¿no?, no me decepciona, ni me irrita, lo veo, y no siento nada, ni siquiera pena...- comenzó Freda.
- Freda...- Al la llamó con voz débil, pero la chica lo barrió con la mirada de pies a cabeza, rió con malicia y lo interrumpió.
- Si pudiera, captaría esta imagen para enseñarles a todos la pobre figura de Duque que les espera, no tendré dinero, pero al menos no seré un pobre diablo que cae en tentación con la menor provocación, cual perro lascivo, hasta nunca, Duque de Willinburg, creo que está de más presentarle mi renuncia.- se despidió Freda dándole la espalda encaminándose fuera del comedor.
- Freda, espera, yo...- la voz temblorosa de Al sonó a sus espaldas, mas no se detuvo, salió del lugar con paso firme, de inmediato se arrepintió, le dolieron las palabras con las que se había despedido, admitió que había hablado desde la entraña, pero no cedió, parte de ella deseó que la llamara una vez más para rápido volver a sus brazos y disculparse de toda la sarta de tonterías que había dicho y ahora, a solo segundos de solrarlas, le parecían atroces y sin sentido, pero no obtuvo un segundo llamado, siguió su camino, segura de que se había ganado el odio de quien más había amado en su corta vida.
Por su parte, Al se sentó en el comedor, con la mirada fija en el suelo y un extraño dolor en el pecho, aturdido, adormecido de las extremidades, deseando que todo fuese tan solo un mal sueño.
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La Dama del Duque
RomanceFreda llegó a la nueva residencia del Duque Ascort decidida a ganarse la vida para ayudar a su familia, sin imaginar que su labor más complicada será lidiar con el hijo del Duque, Albert