Maria guió a Freda hacia una pequeña casa de té, no era muy lujosa, evidentemente sus principales clientes eran los criados de las grandes mansiones, era una construcción de dos pisos, el primer piso para el local y el segundo como residencia de la dueña.
Una mujer en sus cincuentas con apariencia limpia pero cansada miró a Maria acercándose de lejos a través del cristal del local con mirada extrañada, soltó la franela con la que limpiaba mesas y salió al encuentro de la mujer.
- ¡¿Maria?!- llamó la mujer desde la puerta, Maria sonrió a la mujer.
- Celia, buen día- saludó Maria.
-¡¿Pero que te pasó?!- preguntó Celia sorprendida.
- La vejez Celia, no tardas en llegar ahí, ¡jaja!...- bromeó Maria.- ... pero esta buena señorita me ayudó...- dijo señalando a Freda, la chica sonrió incómoda. -... esperaba que nos pudieras ayudar, al menos para no estar tan sucias el resto de la tarde.- dijo Maria.
Celia miró a las dos mujeres.
- Ay Maria, no hay ni porqué pedirlo, vengan, entren.- invitó Celia abriendo la puerta del local y presurosa, guiando a Maria y Freda al segundo piso, Freda estaba impresionada con lo limpio y elegante que era el lugar, claro, para sus estándares, en la zona baja no había lugares así de bonitos.
Celia se apresuró a llenar algunas cuberas con agua para que las mujeres limpiaran su cabello, piel y vestidos.
- A ver niña, ven, usa esta toalla.- llamó Celia a Freda, la chica obedeció.
Cuando Freda y Maria terminaron de limpiarse, Celia les invitó un té y algunos bocadillos.
Freda no pudo evitar degustar con asombro el té fino y los postres elegantes, Maria y Celia intercambiaron miradas, todo ese tiempo estuvieron analizando a la misteriosa chica a la que no le había importado mancharse de lodo en la calle.
- Eres de la zona baja de Ilenis, estás muy lejos de casa, ¿no?- aseguró Maria.
Freda vaciló un momento.
- Busco trabajo Madame, para cuidar a mi Madre.- dijo Freda.
Maria y Celia miraron a Freda de pies a cabeza con algo de lástima.
- Niña, aquí no dan trabajo a desconocidos, todos los estirados de las casas grandes crían sirvientes como cerdos para cuidar sus cucharas de plata... con todo respeto- dijo Celia, con lo último mirando a Maria recordando la lealtad de la mujer con los Ascort.
Maria torció el gesto y suspiró.
- Aunque no me agrade, Celia tiene razón, ninguna familia o negocio de esta zona contrataría a una muchacha desconocida como tú.- confirmó Maria.
- ¡Y bonita como tú!, oh no, las esposas pegarían el grito al cielo por sus maridos y sus hijos, no hay hombre rico que no fantasee con una sirvienta.- se burló Celia, Maria la miró fríamente.
- No todos son así, pero mantengo que todos aquí son cautelosos con quienes trabajan a su lado.-
Freda suspiró decepcionada.
- ¿Y cómo puedo entonces encontrar trabajo?, la gente de la zona baja está peor desde la guerra, ¿cómo se supone que vamos a avanzar?- reprochó Freda.
- ¿Tu padre y tu madre no tienen trabajos?- cuestionó Celia con interés chismoso.
Freda negó con la cabeza.
- Mi padre murió antes de que yo naciera, madre es quien se ha encargado de todo, pero a este paso el invierno parecerá insoportable, para mi madre, para mí y para todos los vecinos.- explicó Freda.
Celia y Maria la escucharon, intercambiaron miradas preocupadas, no podían no sentir pena por la chica, igual que ella, ambas mujeres tampoco venían de familias poderosas mas habían tenido la suerte de entrar a los círculos de la alta sociedad y así asegurarse mayor estabilidad.
Maria pensó en su juventud, por ella, varias primas, primos y sobrinos habían podido tener un trabajo que los alejara de los pekigros de la pobreza extrema en Ilenis, y por un momento, Maria tuvo una descabellada idea.
- Como tú me ayudaste, te devolveré el favor.- aseguró la mujer, Freda la miró curiosa.
- No Señora, no es necesario, estaba en peligro, y alguien tenia que hacer algo, no lo hice por ninguna retribución.- insistió Freda.
- Déjame al menos intentarlo...- continuó Maria.- ... Dime talentos o cualidades que tengas.- solicitó Maria, Celia sonrió, sabía lo que su amiga tramaba.
Freda meditó un momento.
- Sé coser, cocinar, limpiar, sé leer y contar.- afirmó Freda.
Maria arqueó las cejas.
- ¿Sabes leer?, eso es raro en gente de tu zona.-
Freda asintió algo nostálgica.
- Mi abuelo era una persona muy inteligente y siempre inculcó a mi madre que aprendiera todo lo que pudiera, él le enseñó a ella y madre me enseñó a mí.-
- Bien, esto es lo que haremos, a partir de ahora eres la nieta de mi prima, llegaste aquí porque necesitabas trabajo y yo te presentaré una posible vacante.- dijo Maria decidida.
- ¿Una vacante?.- cuestionó Freda con emoción.
- La mía.- afirmó Maria, Celia miró a Maria con algo de incomodidad.
- Oh Señora, ¿haría eso por mí?, no puedo creerlo, ¡es usted un ángel!- rió Freda alegre, Maria no pudo evitar sonreírle.
- No te emociones mucho todavía niña, todavía falta ver si los amos aceptan la propuesta.-
- Aun así es lo más cercano a un trabajo de lo que he estado en todos estos días.- aseguró Freda, la sombría confesión puso un ranto tristes a las mujeres.
- Ya, ya niña, mañana a las 8 de la mañana te quiero aquí, en esta misma casa de té, limpia, peinada, como una señorita decente, te recogeré puntual, si llegas tarde no habrá segunda oportunidad, ¿entendiste?- arregló Maria.
Freda asintió con energía, senpuso de pie y besó las manos de la anciana.
- Volveré a casa, nos vemos mañana, muchas gracias por todo... tía.- se despidió Freda con una sonrisa traviesa.
Maria y Celia la vieron marcharse y suspiraron al mismo tiempo.
- Al menos parece tener energía para el trabajo.- dijo Maria.
- Necesitará más que energía para lidiar con los Ascort.- se quejó Celia, Maria solo le dirigió una mirada asesina.
Freda llegó a casa y contó a Loulou todo lo ocurrido, la suerte de haberse topado con Maria y lo cerca que estaban de asegurarse estabilidad.
Loulou la escuchó atenta y genuinamente rezando por que Freda obtuviera ese trabajo por el que sus ojos brillaban tanto, esa noche Freda no durmió de la emoción.
A la mañana siguiente la chica de un salto salió de la cama, Loulou le permitió saltarse varias labores matutinas para que pudiera llegar a tiempo a su cita, faltaba un cuarto para las 8 cuando Freda estaba frente a la casa de té de Celia, quien sonrió al verla llegar, limpia, feliz, con ojos esperanzados.
Y tal como dijo, a las 8 en punto, Maria llegó y ocultó el orgullo en su rostro por ver a la chica lista y dispuesta.
Ambas caminaron por las calles de Ilenis, y la sonrisa de Freda se petrificó al ver como llegaban a la zona de las casas más grandes, tenía el Palacio Real a solo unos pasos, pero ellas se detuvieron a lado, una sorprendente mansión con altas rejas y una A como insignia.
- Recuerdame tu nombre.- murmuró Maria.
- Freda Mason.- balbuceó la chica.
- Bien, Freda, bienvenida a la Mansión Ascort.-
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La Dama del Duque
RomanceFreda llegó a la nueva residencia del Duque Ascort decidida a ganarse la vida para ayudar a su familia, sin imaginar que su labor más complicada será lidiar con el hijo del Duque, Albert