Jazmín

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Albert tenía un aura tan espeza que hacía que las piernas de Freda pesaran como si arrastrara grilletes mientras se acercaba.

- Maria apúrate, no tengo todo tu tiempo.- dijo Albert al notaf el paso lento de Freda, la chica lo miró extrañado.

- Es Freda, Milord.- señaló la chica mientras dejaba la charola sobre el escritorio, Al ni siquiera levantó la mirada, seguía concentrado en sus cuadernos.

- Ah, ¿es así?... me resulta indiferente Maria.- respondió Al sin interés, Freda tardó en procesarlo, ¿el sujeto le cambió el nombre por el desinterés de aprenderse un nombre nuevo?

Y la respuesta era, sí, probablemente la chica lo evitaría como todas las demás sirvientas, por lo que ni siquiera intentaría conocerla, tal vez, la nueva no duraría en la masión, ¿para qué desgastarse en falso interés o cortesía?

Ligeramente ofendida pero poniendo todo de sí para que no se notara su molestia, la chica sonrió y sirvió la taza de té.

Al tomó la taza aún leyendo sus apuntes, le dio un sorbo e hizo un gesto de desagrado, miró a Freda con aterrador disgusto.

- Es el té más asqueroso que he probado en mi vida Maria, ¿qué es?, ¿jengibre?, ¿porqué hay jengibre en mi té?- se quejó Al, Freda no podía responder, ella no había hecho el té, mas no podía decirle eso al chico, a fin de cuentas era solo una sirvienta, esa excusa no era válida.

En la oficina de a lado, Marie llevó té al Duque Cyrus, el Duque tranquilamente tomó la taza e hizo un gesto extrañado hacia Marie.

- ¿Es té negro con jazmín?, ¿no es siempre uno con jengibre?- preguntó Cyrus confundido, Marie quedó petrificada, ¿se habían equivocado de té?, no era posible, recordaba haber hecho los dos, negro con jazmín, y jengibre, uno para el Duque el otro para su hijo, de inmediato su preocupación fue hasta Freda.

- ¡Aleja esa asquerosidad de mí!, trae otro y otras galletas, mira esto, ¡está quemado!- se quejó Albert, Freda aún estaba perpleja y dudosa, ¿le habían hecho una treta?, ¡esa Clara!, pero ya iba a ver.

- ¿De qué va a querer su té Milord?- preguntó Freda sin pensar, Al solo le dirigió una mirada fúrica, Freda entendió al instante, ella debía saber qué té quería, sin más salió de la oficina y a paso agigantado llegó a la cocina justo frente a Clara.

- ¿Te pareció divertido?- cuestionó Freda a clara quien preparaba algunas charolas para la merienda, la rubia miró a la fúrica chica extrañada.

- ¿Tan mal te fue con el Demonio?, tarde o temprano tenías que conocerlo.- Clara se encogió de hombros.

- No te hagas la que no sabes.- insistió Freda.

- ¿Qué no sé?- preguntó Clara, Freda estaba perdiendo los estribos, pero justl antes entró Marie con rostro aterrado.

- ¡Nos equivocamos de charolas!- exclamó la pequeña rolliza.

Clara y Freda la miraron asombradas.

- El té de jazmin lo llevé yo al Duque, el de jengibre lo llevaba Freda, lo siento mucho.- se disculpó Marie, ya imaginaba lo mal que le había ido a Freda con Albert, Clara arqueó las cejas y miró a Freda.

- ¿Creíste que sabotee a propósito el té que llevabas?- preguntó indignada.

Freda se encogió de hombros algo avergonzada.

- ¡No soy taaan mala!, además si quisiera hacerte alguna travesura, no involucraría al Demonio Rojo, tengo mis límites.- confesó Clara, Freda suspiró.

- Lo lamento.- se disculpó con sinceridad.

Clara sonrió como muestra de aceptación de la disculpa.

- Entonces ¿solo cambiamos las charolas?- preguntó Freda.

- ¡¿Estas loca?!- exclamó Clara.

- ¿No?- cuestionó Freda.

- El Demonio te la va a regresar porque "está frío", tendremos que hacer más.- explicó Clara.

- Igual tenemos que hacer más galletas, dijo que estaban quemadas.- concluyó Freda.

De inmediato las tres chicas comenzaron la tarea.

- ¿No era hoy tu día libre?- preguntó Marie a Freda.

- Me iré tan pronto lleve esto al principito aquel, no le daré el placer de que piense que me intimida.- afirmó Freda mientras esperaba que las galletas estuvieran listas.

- Pero, sí nos intimida.- replicó Clara.

- Sí, pero no lo tiene que saber.- contestó Freda con los brazos cruzados sobre el pecho, las chicas rieron.

Tan pronto estuvieron el té y las galletas, Marie y Freda tomaron las charolas correctas y volvieron a sus respectivas oficinas, para fortuna de Marie, el Duque, educadamente aceptó la correción, la chica tranquilamente volvió a la cocina.

Por su parte, Freda inhaló antes de llamar a la puerta nuevamente.

- Solo entra Maria.- Albert habló desde el interior de la oficina.

Freda entró, ahora más rápida, más decidida, la amenazante presencia del chico no le ganaría.

- Té negro con jazmín, y galletas recién horneadas.- presentó Freda, Al no respondió, solo tomó su taza y dio un sorbo a su té, mordisqueó una galleta, Freda se mantuvo a lado del escritorio a la expectativa.

Albert bajó su taza con un suspiro y miró a Freda.

- ¿Necesitas algo Maria?- cuestionó Al.

- No, no Milord...- respondió Freda.- ...¿usted necesita algo más?-

Al arqueó una ceja con fastidio.

- No, y si quisiera algo más llamaría a alguien... probablemente no a ti.- sentenció Al con gesto hostil.

Freda se mantuvo serena mas tuvo la incesante necesidad y fugaces fantasías de tumbarle la perfecta dentadura del pelirrojo, la chica tan solo asintió y salió de la oficina, aturdida.

Marie y Clara la esperaban en la cocina y tan pronto la vieron entrar no necesitaron hablar, sus miradas lo preguntaban todo.

Freda se quitó el mandil y exhaló pesadamente.

- Es odioso, un Demonio, un Demonio consentido, solo su madre y Maria lo toleran.- afirmó Freda sin dar mayor explicación, Marie y Clara sonrieron, la nueva había sobrevivido al futuro amo de la mansión, no le insistieron, Freda se apresuró a su habitación y se puso ropa de civil, aún tenía medio día para visitar a Celia.

Ya no pensaría en el terrible hijo del Duque, tal vez si lo evitaba lo más que pudiera, tendría una mejor estancia.

Se puso un sobrio vestido azul y salió de la mansión justo a tiempo para merendar con Celia.

La Dama del DuqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora