Almuerzo

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Freda miraba el reloj de vez en vez y le temblaban las rodillas al ver como se acercaba el medio día, cumpliría con su deber, tan mecánicamente, que no habría quejas y por lo mismo sin contratiempos.

Preparó el té, las galletas y suspiró con charola en mano.

- ¿El té del Demonio?- cuestionó Clara viéndola salir de la cocina.

Freda sólo asintió, la rubia soltó una risilla de burla y lástima.

Ignorando a la chica Freda continuó su camino, nada saldría mal ese día, estaba decidida.

Tal como Albert dijo la noche pasada, tocó dos veces y sin esperar respuesta entró, ahí estaba, elegante, bello, inmaculado, arreglando las mancuernillas de su saco con la mirada perdida en la ventana de su estudio.

Freda aprovecharía el momento reflexivo de Albert para dejar el té y marcharse... casi lo logró.

- Maria, ¿tienes hermanos?- preguntó Al aún con la mirada perdida en la ventana.

Freda frunció el ceño, había estado tan cerca, la chica se giró, ya sólo le quedaba esperar que la conversación fuera corta.

- No, milord.-

- Que extraño, creí que las personas de la zona baja solían tener muchos hijos, más de los que podían mantener.- comentó el pelirrojo, el tono del comentario hizo hervir la sangre de Freda quien pensó en sus amigos y conocidos de casa, no todos eran de familias numerosas pero igual vivían en situaciones precarias.

- No es el número de miembros en una familia el problema, es que para mantener el privilegio de unos, exprimen hasta lo último de otros.- se atrevió a decir la chica, de inmediato, sintió que los vellos de la nuca se le erizaron, pues tras su respuesta, el pelirrojo se volvió hacia ella con mirada amenazante.

Freda esperó el reclamo o la amenaza de Al mientras lo veía acercarse cual depredador, sin embargo, no se iba a dejar ontimidar del todo, ella misma mantuvo una mirada retadora esperando el ataque.

Para su sorpresa, el chico solo se acercó para tomar su taza de té y darle un sorbo, cerró un libro de filosofía que tenía en su escritorio y terminó de atarse el corbatín.

- Hablas mucho Maria, no lo hagas.- dijo Al haciendole un ademán para que se marchara, la chica, un tanto confundida y aliviada obedeció, no sabía qué pensar, lidiar con ese Ascort parecía que siempre sería extraño.

Pasadas un par de horas, la familia entera salió, tal como le habían anticipado las niñas, todos elegantes,  evidentemente su visita sería al Palacio, los sirvientes de la casa pudieron hacer sus deberes con la tranquilidad de no tener ninguna presión.

Llegando al Palacio, los Ascort fueron recibidos con familiaridad, sin las formalidades de los estatus sociales, Agnes y Augusta corrieron a  abrazar a su prima, la Reina Penélope Greengrass, tan pelirroja con su familia materna, detrás de ella caminaba el Rey Consorte Paul Lindfield cargando en sus brazos a su primogénito, Peter, un pequeño de tan solo un año de edad, piel morena y rojizos cabellos.

- Tardadon en llegar.- saludó Penny a sus primos y tíos.

- Lo lamentamos tanto, se nos pasó el tiempo volando.- dijo Ada.

- Como es de esperarse con tres hermanas mimadas.- se burló Al en voz baja a lado de Penny, la Reina rió.

- Ya estamos todos en el jardín de las rosas.- señaló Penny.

De inmediato, todos se encaminaron al punto del almuerzo, donde ya varias personas les esperaban, entre ellas Claudia, la madre de la reina y hermana de Cyrus, así como familias muy cercanas a la Reina, como los Birdwhistle, y los Crawford, los mejores amigos de Penélope y todos con lugares importantes en el ejército y la diplomacia.

El lugar también estaba lleno de niños, no sólo estaba el Príncipe Peter, por el lado de los Birdwhistle, el General Hugh Birdwhistle y su esposa Maddie cuidaban de cerca a su primogénita Eliza mientras cargaban a un niño recién nacido llamado Hector, mientras que por el lado Crawford, el hermano menor de los Crawford, el Conde Newt Crawford y su esposa Primrose parecían estar juntando todo su esfuerzo para neutralizar el torbellino que tenían como hijo, un rubio que apenas empezó a caminar y ya corría, Noah, al mismo tiempo que la pobre mujer parecía estar a punto de reventar con su segundo embarazo.

Los Ascort tan pronto se acercaron, fueron recibidos con alegría.

El pequeño Noah se escabulló de sus padres una vez más para correr, sorprendentemente, a la pierna de Al, el pequeño rubio le sonreía y balbuceaba con emoción al pelirrojo que mantenía su gesto estoico.

Al lo meditó un momento, en toda su vida, estaba acostumbrado a que los bebés lloraran en su presencia, estaba consciente de que la aversión era mutua, pero no con Noah, ese niño era raro y por alguna razón le buscaba, con un suspiro resignado alzó al niño en sus brazos.

Ada lo vio de lejos y sonrió con dulzura, Ada era de las pocas personas que sí podían visualizar a su hermano como padre de familia.

- ¡Al!, lo detuviste, mi salvación.- Primrose Crawford se acercaba exhausta y sonriente y detrás de ella su esposo cuidando sus pasos.

Por un rato, cada quien mantuvo su conversación con doferentes personas, en algún punto, todos coincidieron en una misma plática hasta que Penny tuvo una idea.

- ¿Y si jugamos una partida de bádminton?- sugirió, los i vitados parecían emocionarse súbitamente.

- No, no, yo pasó, ya quedó claro que ese no es un juego para mí.- comentó Niel Crawford, el hermano mayor de Newt, todos rieron con cierta burla.

- Juega tranquilo Crawford, yo no puedo jugar esta vez - dijo Primrose con malicia sobando su hinchada barriga.

Continuaron las risas y bromas, al final, el juego no se realizó pero la tarde se mantuvo amena.

- Al, se acerca tu cumpleaños, ¿estás listo para comenzar tu pasarela?- preguntó Penny.

- ¡Será la fiesta de cumpleaños del siglo!- alentó Ada con emoción.

- Imagino que mientras tenga suficiente vino y los músicos toquen por tiempo indefinido será una fiesta aceptable para tí, ¿cierto, querida hermana?- dijo Al con ligero fastidio.

- Y también si se presenta la futura Duquesa de Willinburg, bella, elegante, resplandeciente, agraciada.- describió Ada.

- ¡Que parezca un hada!- exclamó Augusta.

- ¡JA!, ¿un hada?, ¿para Al?, mejor un soldado, con temple de acero y paciencia de monje.- rió Alphonse.

Albert ya no encontraba donde esconder la cara, sus hermanos solían bromear sobre su futuro matrimonio pero nunca antes frente a otros.

Primrose se sentó a lado del pelirrojo lo tomó del brazo.

- Si estos son deseos para la prospecta, entonces yo deseo una chica fuerte, elocuente, inteligente, que siempre diga lo que piensa y hable mucho, porque esa casa con sólo Al será muy callada.- dijo Prim sonriente.

Por un momento, el corazón de Al se detuvo cuando su mente divagó hacia la oscura mirada de la chica del medio día, desafiante, demasiado para una simple sirvienta.

La Dama del DuqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora