La Sobrina

353 27 0
                                    

Freda no sabía como reaccionar, Maria le había prometido una oportunidad de trabajo, mas no sabía la importancia de la familia a la que sería introducida, ahora se sentía pequeña, creía que no sería nada para los dueños de esa mansión, ni siquiera la verían, la despedirían sin siquiera contratarla, una cucaracha más de aquel jardín.

- Freda, no te quedes atrás.- la voz de Maria la sacó de sus pensamientos pesimistas, no se dio cuenta cuando las rejas se abrieron y Maria ya estaba unos pasos adelantada.

Ansiosa, Freda alcanzó a Maria, podia escuchar sus propios latidos en su garganta.

Entraron por una puerta de empleados, varias sirvientas clavaron su midada curiosa en la chica detrás de Maria.

Beckham, el mayordomo, un hombre tan anciano como Maria se acercó a la mujer con gesto conflictuado.

- Maria, ¿Que es esto?, ¿Qué haces?- cuestionó Beckham en un murmullo.

Maria alzó la mano.

- Tranquilo Becky, es mi sobrina, está bien, tengo que hablar con el Duque.- dijo Maria sin preocupación alguna.

- Esa no es tu sobrina Maria, tu misma me dijiste que todas tus sobrinas son robustas como osos por todos los hijos que han tenido.- recordó Beckham, Maria pusonlosnojos en blanco, era cierto, ella misma se había burlado de la incontrolable fertilidad de sus sobrinas y la inevitable figura de la maternidad.

- Es OTRA sobrina.- respondió Maria, Beckham ya se olía la verdad de la travesura de Maria, se conocían desde más de 40 años, entraron con los Ascort casi en la misma época, ambos como simples mozos.

Beckham no reprochó más a Maria y tan solo la vio marcharse con aquella desconocida.

Maria y Freda llegaron a una oficina en el segundo piso de la mansión, confiada, Maria llamó a la puerta, esperaron un par de segundos hasta que una gruesa voz le invitó a pasar.

Maria entró, detrás de ella Freda con manos sudorosas.

Detrás de su escritorio estaba el Conde Cyrus Ascort, imponente, sereno, pelirrojo, lleno de pecas, y sombríos ojos violetas.

Cyrus miró a Maria y luego a la joven morena detrás de ella.

- Milord.- saludo Maria con una reverencia, Freda se apresuró a imitarla.

- Maria.- Saludó Cyrus con sospecha.

- Le presento a mi sobrina, Freda Mason.-

- Milord- balbuceó Freda haciendo otra reverencia torpe.

- Tu sobrina.- repitió Cyrus.

- Sí Señor, Freda llegó hace poco buscando trabajo...- comenzó la mujer.

- Maria...- interrumpió Cyrus con un suspiro, no estaban seguros de contratar a nadie nuevo tras la partida de Maria.

- Milord, Freda es muy habilidosa, sabe cocinar, limpiar, coser, incluso sabe leer y contar.- continuó Maria sin dejar que Cyrus replicara.

- Maria...- Cyrus negó con la cabeza y su gesto sombrió se convirtió en uno de ligera vergüenza.

- Señor, me daría mucha pena que al yo irme la familia quede con personal desequilibrado, ustedes han hecho mucho por mi y lo menos que puedo hacer es dejarles un reemplazo, al menos para la tranquilidad de mi familia y mía.- Maria optó por apelar a la autocompasión, Freda tenía los ojos abiertos como platos desde que escuchó que Maria se iría, eso no lo sabía, si le daban el empleo la dejaría a su suerte, y eso le aterraba.

Cyrus no podía contra Maria, lo ignoraba por completo, pero la mujer sabía perfectamente como manipularlo, a fin de cuentas, Maria lo había visto crecer.

Cyrus vaciló un momento antes de suspirar pesadamente.

- Freda puede quedarse, pero el cambio tiene que ser discreto, sin errores, no la quiero vagando por la mansión sin supervisión y no estará en los eventos hasta que esté completamente lista, si falla, a la primera la enviarelos de regreso contigo, ¿entendido?- sentenció Cyrus severo, Maria asintió, los ojos de Freda brillaron de la emoción e incredulidad.

- Muchas muchas gracias Milord, no le fallaré, ni a usted ni a mi tía.- se atrevió a hablar la chica.

Maria soltó un ligero manotazo para que la chica dejara de hablar, Cyrus frunció el ceño, niña parlanchina, definitivamente era familiar de Maria.

Freda se calló y tan solo volvió a hacer una reverencia, ambas mujeres salieron de la oficina y no dijeron una sola palabra, bajaron la mirada como todo sirviente, pero Freda no podía evitar mirar discretamente su alrededor, la hermosa mansión, mientras ella curioseaba asombrada los pasillos y las pinturas, una figura pasó a su lado, alto, esbelto, mismo gesto sombrío, mismas pecas, mismo cabello rojizo que el Duque atado en una coleta, idéntico al patriarca pero más joven.

Freda lo miró con el mismo asombro, como si el joven fuera cualquier otra hermosa escultura, para su sorpresa, el chico sombrío le devolvió la mirada, fría pero curiosa, aquellos ojos violetas la estremecieron, fue tan solo un segundo de miradas pero para la chica fue como si ocurriera en cámara lenta y eterno.

Tras cruzar al pelirrojo Freda respiró de nuevo y siguió a Maria hasta el comedor de empleados en el sótano donde al fin pudieron hablar.

- Muy bien niña, aquí es donde pasarás la mayor parte de tu tiempo libre, aquí comerás, y si te dicen "desaparece" aquí vendrás, ¿entendido?- comenzó Maria.

- Entiendo.-

- Rápidamente, él es Louis, el cocinero, Gracie, la asistente de cocina, Marie, Clara y Denny, sirvientas, chismosas...-

- ¡Maria!- reprocharon las chicas de modo infantil.

- Él es Beckham, el mayordomo, él es quien te dirá tus labores, no escuches a nadie más que él, al resto los irás conociendo luego, compartirás dormitorio con Marie, me queda día y medio en esta casa, aprende todo lo que puedas.-

- Bien, lo tengo, ¿Cuándo empiezo?, ¿mañana?- preguntó Freda, Maria frunció el ceño.

- Ahora mismo, ponte un uniforme y te quiero aquí en diez minutos, Marie, lleva a Freda al dormitorio.- ordenó Maria.

Marie asintió, una joven de baja estatura y piel bronceada, ojos color avellana y cabello castaño, Marie parecía acostumbrada a las ordenes rápidas de Maria, de un salto se acercó a Freda y la jaló del brazo arrastrandola a los dormitorios de empleados.

- Esta es nuestra habitación, yo duermo en la de la izquierda, una este uniforme.- indicó Marie antes de dejarla sola en la habitación.

Freda miró curiosa a su alrededor, no podía evitar sonreír emocionada, lo había logrado, no tenía que casarse y su madre estaría segura en el invierno, hasta el uniforme en sus manos se sentía como la más fina seda por la emoción.

La chica se cambió y regresó al comedor junto a Marie, durante algunas horas acomoañó a Maria a limpiar habitaciones vacías, admiraba incluso las partículas de polvo que brillaban en el aire, todo le resultaba perfecto, hasta que llegó la hora de la comida, Maria insistió en llevar a Freda a servir la mesa, al menos así la comenzarían a conocer en la familia.

Freda obedeció, sunprimera vez en un comedor elegante, se sentía una princesa, por un momento fantaseó ser ella la invitada a almorzar en ese lugar, entró y toda emoción se convirtió en pesadez y confusión, seis pelirrojos de fiera mirada interrogaban su presencia, más una elegante y serena mujer que aligeraba la tensión.

Sin embargo, un par de ojos violetas acapararon su atención, a lado del Duque, el mismo joven de gesto sombrío.


La Dama del DuqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora