Una Certeza

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Las palabras de Charlotte comenzaron a sonar como un zumbido lejano, la imagen del periódico era de mala calidad, en blanco y negro, tomada a la lejanía, pero aun así, Al sintió que su estómago se revolvía de ansiedad y su nariz era invadida por el aroma fantasma de flores de aquel cabello oscuro.

- ¿Bert? - llamó Charlotte en un tono desconcertado, pudo ver de primera mano cómo el chico palidecía.

Asustada tomó el periódico para saber qué lo había afectado tanto, pero si había algo que Al no había compartido con Charlotte sobre sí mismo, era la existencia y su breve historia con Freda Mason.

Charlotte frunció el ceño confundida, no veía nada perturbador en las noticias, sólo era el regreso de los Kilkenny para la boda de la protegida del Conde.

- "Freda Mason Kilkenny... matrimonio con Laurent Shaw"... - leyó Charlotte. - ... dicen que la chica podría ser una hija secreta que tuvo en Saemforg… parece que Shaw no perdió el tiempo. – comentó Charlotte, como miembro de la sociedad conocía a las familias de Isveria y por ende, el drama que antecedía a los Kilkenny y Shaw.

Al no la escuchaba, no del todo, el sonido de su agitado corazón lo ensordecía.

- Volvamos. – ordenó el chico al conductor.

Charlotte vio sorprendida como su salida se había vuelto de un momento a otro más incómoda, y definitivamente, no era por la conversación previa, era algo del periódico, mas no lograba identificar qué.

Se mantuvieron en silencio la mayor parte del camino, hasta que ella se armó de valor.

- Albert, ¿qué ocurre? – preguntó al fin.

- Nada. –

Charlotte torció el gesto, ya esperaba esa respuesta, se burlaba de sí misma por no haber hecho la pregunta diferente.

- ¿Nuestro trato? – preguntó de nuevo.

Al suspiró, su mente ya estaba volviendo a su lugar.

- Mi compromiso contigo es prioridad, siempre me aseguraré de que estés bien. – dijo Al con voz suave tan pronto estaban llegando a la casa Gastrell.

Charlotte se sentía contrariada, creía en la palabra de Albert, pero su mirada lucía triste, como si algo más le preocupara, y era algo referente al periódico, específicamente la página de los Kilkenny.

Ella aún sostenía el periódico en su mano, y tan analítica como puedo observó la nota del retorno de esa familia, se sentó en su sala de estar y trató de ver más allá de cada detalle.

Recordó haber visto a la Condesa Kilkenny en el cumpleaños de Albert, al Conde no lo vio, seguro no estaba ahí, al joven Shaw no estaba seguro, maldecía en ese momento que hubiera sido una fiesta de máscaras, a la chica no la reconocía, nunca antes la había visto, sí tenía rasgos de una saemforiana, mas no sabía si era pelirroja, castaña o de cabello negro.

Buscó por más minutos indicios, tanto en la foto como en su mente, hasta que una idea fugaz saltó, la mujer de vestido blanco, una con la que Al había bailado en su cumpleaños, una mujer, de abundante cabello oscuro, ¿sería la misma?, pero, ¿cómo Al conocería a la Heredera Kilkenny si la mujer estaba en Saemforg?

Muchas dudas asaltaban a Charlotte, pero a pesar de no tener pruebas, tenía una certeza, la clave era la mujer Kilkenny, y si Al no le contaba sobre su relación con ella, sabía de alguien que sí.

Al regresó a la mansión Ascort en donde sus hermanos ya lo esperaban con la misma expresión de ansiedad, Ada, Auguie y Agnes bordaban torpemente pretendiendo que no le daban importancia, pero Phonsi caminaba por el salón como animal enjaulado.

En cuanto Al entró, Phonsi se le acercó en dos zancadas.

- ¿Es quien creo que es? – preguntó de una, las chicas bordaron con mayor velocidad tratando de ocultar su nerviosismo.

Al miró a su alrededor, como asegurándose de que sólo estaban él y sus hermanos, con un largo suspiro, asintió.

- ¿Qué hace jugando a la heredera rica? – preguntó Phonsi.

- No lo sé. – respondió Al entre dientes.

- ¿Freda en verdad es una princesa? – preguntó Auguie.

- Condesa. – corrigió Ada.

- Entonces sí te puedes casar con ella en lugar de Charlotte. – aseguró Agnes.

Los hermanos le dirigieron una mirada amenazante a la chica que sólo les respondió encogiéndose los hombros sin mucha molestia.

- Te casas con Charlotte porque es de nuestra clase, ahora que Freda también lo es, ya no hay problema si te casas con ella. – continuó la chica, convencida de sus palabras.

- Silencio, Agnes. – reprimió Al.

- La Señorita Gastrell no merece esa humillación, Agnes, cállate mejor. – completó Phonsi irritado.

Agnes abrió la boca para responder a Phonsi, pero el Duque Cyrus entró al salón acompañado de la Duquesa.

- Te lo dije Cyrus, vi el carruaje de Al llegar, iba a estar aquí con sus hermanos. – aseguró Lynette.

- ¿Por qué volviste tan pronto? – preguntó Cyrus.

Las chicas de inmediato bajaron la cabeza y siguieron con su bordado, Phonsi se mantuvo en la ventana, temía que su expresión lo delatara, pero Al, experto en los interrogatorios de su padre, mantuvo la mirada.

- No me siento muy bien, padre, me temo que el Sol me provocó dolor de cabeza y disculpándome con Charlotte le pedía que termináramos el paseo antes, tendremos muchos más paseos, antes y después de la boda. – dijo Al con naturalidad y un leve tono de cansancio.

Cyrus lo analizó de pies a cabeza, una parte de ambos sabía que el otro ya había visto el periódico, pero, como una maldición para ambos, eran tan parecidos, que sabían que ninguno diría nada y mucho menos enfrente de los demás.

- Si me permiten, iré a descansar un momento a mi estudio, con permiso, madre. – Al se encaminó fuera del salón no sin antes despedirse de su madre con un beso en las manos.

- Oh, cariño, apenas iba pedir té para todos. – replicó Lynette.

- En otra ocasión. – concluyo Al marchándose.

- Yo también me retiro. – anunció Phonsi.

- ¿Tú también? – dijo Lynette.

- Sí, madre, los chicos ya me están esperando en el club. – se excusó Phonsi antes de salir de la casa.

Cada uno en un lugar distinto, pero ambos con la misma inquietud en la mente.

La Dama del DuqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora