Deseo Imposible

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Por toda la cena, el trato fue cordial, aunque era evidente que los únicos que iniciaban algún tema de conversación eran los hermanos Gastrell, Laurie y Freda respondían y Al tan sólo asentía o sonreía levemente ocasionalmente, fue una cena un tanto silenciosa, cordial, pero con cierta pesadez.

El peor momento fue después de la cena, cuando ya no había comida que distrajera la convivencia, sólo quedaban los cinco, evitando miradas, respondiendo a medias.

A Charlotte ya le estaba aburriendo su travesura, es más, comenzaba a sentir lástima por la situación, miraba con el rabillo del ojo a los tres involucrados, Al parecía morir segundo a segundo, y Freda por más que lo intentara disimular, suspiraba consternada e incómoda cada minuto.

Las visitas se quedaron una interminable hora y media más, hasta que oportunamente, Laurie se puso de pie e invitando a Freda a levantarse se despidió.

- Nos retiramos, es tarde, y estos días serán muy cansados por los preparativos de la boda. – recordó Laurie.

Charlotte de inmediato, con un salto, llamó a un sirviente.

- Es cierto, que bueno recordarlo… - dijo mientras el sirviente se apresuraba a entregarle un sobre blanco y elegante. - … Nuestra boda es en seis meses, nos encantaría que estuvieran ahí, ¿cierto? – preguntó Charlotte a Al sin poder esconder el ligero siseo de maldad en su dulce voz.

El pelirrojo nuevamente palideció y con dificultad se volvió a ver como Laurie abría la invitación, Freda bajó la mirada, evitó leer aquella sentencia mortal.

Laurie esbozó una ligera sonrisa de burla.

- Nos tendrá que disculpar, mi lady, pero ese mismo día es nuestra boda.- reveló Laurie con orgullo.

El corazón de Al se detuvo un segundo, sabía que ocurriría, por eso Shaw tenía a Freda atada a su brazo, pero escucharlo en voz alta lo hacía más real, más inevitable.

- ¡Que coincidencia!, lamentable coincidencia, de verdad me interesa que podamos ser amigos, y más me hubiera gustado que estuvieran en nuestro día MÁS FELIZ. – remarcó Charlotte con una radiante sonrisa, que ocultaba la detallada observación que estaba haciendo a Al.

Charlotte miró de inmediato a Freda, la chica tenía gesto de funeral, aun así, hacía un esfuerzo por sonreírle con dulzura.

- Gracias por su amabilidad, les deseamos la mayor felicidad. – dijo Freda al fin con voz suave, y por un momento miró a Al, el joven parecía haber recibido una herida fatal, como si en ese preciso momento se desangrara a sus pies.

Charlotte también lo sintió, aquel tono pacífico por alguna razón le causaba inquietud, desesperación, sin poder decir una palabra, la rubia asintió dando por terminada la conversación, y tan solo siguieron a la pareja de regreso a su carruaje.

Laurie ofreció su mano para ayudar a Freda a subir, pero aquellos zapatos nuevos de suela resbaladiza le hicieron una mala jugada, su mano aún se sostenía de Laurie, pero el resto de su cuerpo nunca olvidó el magnetismo del pasado.

Fue cuestión de segundos, antes de caer de espaldas, se sostuvo de unos hombros firmes, sin pensarlo soltó a Laurie para sujetarse de su salvador con ambos brazos, su aroma la envolvía, sus dedos no pudieron evitar acariciar los rizos rojizos y encontrarse con aquella mirada púrpura que tanto añoraba, sus sentidos se agudizaron y claramente reconocía la calidez de sus manos alrededor de su cintura.

Al también lo sentía, la embriaguez de su aroma, la sensación de su espeso cabello oscuro cayendo sobre sus brazos, la intensa mirada oscura penetrando su ser, y aquellos labios entreabiertos, tentándolo, burlándose de su cercanía y de su deseo imposible.

Fueron sólo un par de segundos, pero para ambos fue toda una eternidad que desearon no acabara nunca.

Por el contrario, Laurie sentía que le hervía la sangre, miró su mano vacía, la primera oportunidad y ella lo había soltado, esos dos años parecían en vano.

Al y Freda se soltaron de inmediato, con la respiración agitada, buscando recomponer la postura.

- Gracias… milord. – dijo Freda.

Al tan solo asintió y se alejó un par de pasos, Miles se adelantó, como en toda la noche, para salvar la situación.

- Pero que cerca estuvo, milady, no envidio a las mujeres por su terrible y mortal calzado. – dijo Miles mientras ayudaba a Freda a volver a subir, la chica le dirigió una mirada dulce, en verdad le agradaba el rubio y reconocía que, sin él, no hubiera soportado la velada.

Enmudecido por la ira, Laurie subió al carruaje e hizo una señal para arrancar de inmediato, levemente Freda dirigió su mirada a Al, y de nuevo se encontraron, una despedida silenciosa, acompañada de un ruego y un anhelo.

Charlotte se despidió aparentemente normal, pero sus ojos pasaron de Albert a Freda y viceversa, estaba más que claro, y estaba segura de que el chico Shaw también lo veía.

Su descubrimiento no lastimó a Charlotte, mas sí la hizo temer, ella tenía un trato con los Ascort, y en esa difícil sociedad, su relación estaba siendo juzgada por todos, y con ella, su propia reputación, se debía casar con el futuro Duque de Willingburg, o sino, todo el apellido Gastrell pagaría con vergüenza, y por lo que veía, su trato estaba pendiendo de un hilo.

Vio a Al bajar la mirada, como sí él estuviera pensando lo mismo, tal vez lo mejor sería no decir nada y pretender que sólo había sido una visita más, lo tomó del brazo y se dispusieron a volver a la casa Gastrell, el pelirrojo no duró más de 15 minutos en la residencia y Charlotte no pudo retenerlo más.

Lo siguió con la mirada hasta la salida con una clase de nudo en el estómago, su travesura que comenzó por curiosidad y diversión terminó por alcanzarla a ella misma.

En el carruaje, Laurie cada vez enrojecía más, Freda lo notó, mas no hizo ningún comentario, quería quedarse con la imagen de Al en su mente por un tiempo más antes de volver a su realidad.

Tal vez su rostro fue demasiado transparente con su mente, que Laurie la regresó de golpe con voz ronca, grave, un tono que jamás le había escuchado.

La Dama del DuqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora