Deseo

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En días posteriores se evitaron lo más que pudieron, la cercanía les resultaba tortuosa, existía un deseo y una necesidad muda, lo podían sentir, pero incluso entonces se convencieron de que era tan sólo consecuencia de sus jóvenes hormonas alborotadas.

Tanto se esforzaron que él incluso aceptó ver los retratos de las señoritas casaderas a las que invitaría a su cumpleaños, una tras otra, todas perfectas, todascon sonrisa dulce, como prometiendole ser la mejor imagen de Duquesa, se atrevió incluso a imaginar de forma fugaz una vida con una que otra, entrando y saliendo de sus habitaciones con porte peodigioso, en sus largos vestidos, tocando el piano, tomando el té con sus hermanas, diciendo que sí a cualquier cosa que él pidiera, pero siempre, en cada fantasía, la mirada salvaje y el espeso cabello oscuro de Freda aparecía, fuerte, digna, desafiandolo siempre incluso sin hablar, hasta que cayó en cuenta...

¿Qué clase de mujer era Freda?

No la conocía más allá de su ir y venir con su charola de té, en ocasiones la sorprendía echando ojo a sus libros, o a sus escritos, siempre con mirada reflexiva y evidentes intenciones de opinar.

Un pesar lo invadió, tan alejados estaban que ni siquiera era digno de escuchar sus visiones, sus interpretaciones, se tumbó en su silla con un suspiro.

Por su parte, Freda ocupaba su día lo mas que podía para no tener que ir a la oficina de Albert, recordaba que en sus ratos libres debía ir con él, como le había ordenado, pero se encargaría de no tener momento libre.

Durante semanas, fue y vino de la casa de su madre, a visitar a Serena quien pronto daría a luz con una barriga tan gande y pesada que hasta a Freda le cansaba de verla, también visitaba a Celia y junto a ella leía las cartas que María mandaba, la mujer se había acostumbrado a la vida del campo y describía lo feliz que la hacían los hijos de sus sobrinos, en ocasiones, mientras escuchaba las cartas en voz de Celia, Freda fantaseaba y se imaginaba como una anciana en su granja cuidando de sus nietos, legado de un largo matrimonio con un hombre al que había amado, nunca veía el rostro de su marido, pero por una mala jugada de su imaginación, aquellos nietecitos corrían a sus brazos con sus rizos rojizos y su pálido rostro pecoso sonriente, volvía a su realidad al hilar el origen de esos nietos imaginarios y se obligaba a no pensar más.

Loulou observaba a su hija en una de sus visitas, la conocía, podía ver como algo aquejaba a la muchacha mientras perdía su mirada en su taza de té.

- Dejaste de escribir del joven duque en tus cartas, ¿me contarás qué ocurrió?- Loulou fue directa.

A Freda le tomó por sorpresa, y su gesto fue la respuesta que Loulou buscaba.

La mujer sonrió y bebió su té.

- Soñar con un Príncipe no está mal, solo no te dejes llevar por esa fantasía, sé realista Freda, conoce tus límites...- Loulou percibió como la chica la miró con cierta ofensa, de inmediato se explicó.- ... no me mal entiendas...- Loulou tomó la mano de su hija.- ... eres más bonita, más inteligente y con más carácter que muchas señoritas de la zona alta, pero eso a ellos no les importa, importa lo obediente y la calidad del linaje, como caballos.- rieron las dos ante la comparación, Freda con algunas lágrimas necias en sus ojos.

- Yo lo sé mami, pero entonces ¿porqué me siento así cuando estoy con él, y cuando no lo estoy?- Freda suspiró frustrada.

Loulou secó las lágrimas de su hija y recordó a su difunto esposo y lo mucho que le dolía aún su ausencia.

- A veces lo que el corazón quiere va más allá de la razón y la conveniencia, pero no dejes que ese deseo se vuelva capricho, hay cientos de buenos hombres y seguro uno llegará y será más de lo que esperabas.-

Freda abrazó a su madre.

- Mejor hablemos de otra cosa- suplicó la chica, Loulou pensó rápido en otro tema de su curiosidad.

- ¿Cómo es esa mujer, esa Condesa, para la que ahora trabajas?-

Freda sonrió ampliamente y le contó a su madre lo que había comenzado en casa de la Condesa Kilkenny.

Resulta que en los días de trabajo posteriores a su nefasto primer día, la Condesa la había librado de limpiar estanterías y ahora se dedicaba a ser más una dama de compañía, no usaba ropa de sirvienta en su día en Kilkenny, vestía de forma modesta pero limpia y su día era variado, si no le leía a la mujer, le acompañaba al jardín, en ocasiones al parque y en otras la Condesa le enseñaba otras artes, a perfeccionar su caligrafía, si bordado, a servir té.

Freda le contó todo aquello con emoción a su madre, pero algo de eso turbaba a Loulou, aquella mujer era demasiado atenta con su hija, más de lo que una ama sería con su sirvienta, por más dama de compañía que fuera, Freda en su aún inocencia de adolescente no lo notó, pero efectivamente, la Condesa Kilkenny había visto algo más en la pequeña sirvienta.

Loulou no dejó que Freda se marchara sin que le dijera la dirección de la mansión Kilkenny, se excusó con que le interesaba saber que tan lejos quedaba de su trabajo principal, Freda no dudó y complació a su madre, se despidieron y la chica volvió a su trabajo rutinario.

El día Kilkenny de la semana llegó y a Freda le emocionaba pues eso significaba no tener que esconderse de Albert.

Tan pronto llegó a la mansión, una hermosa melodía provenía de la sala de música, la chica la siguió, se detuvo en la puerta para ver a Laurie concentrado frente al piano tocando para la Condesa, quien al verla en la puerta la saludó interrumpiendo a Laurie.

- ¡Freda!, llegaste, mira, Laurie estaba tocando antes del desayuno, es muy bueno... mi hijo, Frederic es mucho mejor.- murmuró la Condesa a Freda la última parte, cada vez le quedaba más claro a Freda que la presencia de Laurie no era tan del agrado de la mujer.

El chico la miró con ligera tristeza y la saludó en silencio, con solo asentir la cabeza.

- Tengo una idea...- soltó la Condesa de sorpresa  Laurie y Freda la miraron curiosos. -... el día de hoy Laurie te comenzará a dar clases de piano, estoy segura de que aprenderás rápido, tienes manos trabajadoras, no te será difícil.- sentenció la mujer.

Una vez más, la Condesa hacía otro de sus movimientos para su muy secreto plan.

La Dama del DuqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora