Antes de que el ambiente se tensara aún más entre los dos muchachos, la Condesa Kilkenny intervino oportunamente.
- Lord Ascort, no ha traído a la Señorita, que gusto- saludó la Condesa con una reverencia, los tres muchachos se pusieron de pie.
- Mi Señora, un placer saludarla, como acordamos, la Señorita Mason les acompañará cada semana con autorización de la familia Ascort, por favor sea amable con una de nuestras mejores sirvientas.- dijo Al con ensayada perfección, la Condesa le sonrió.
- Por su puesto que sí, esperamos verlo más seguido y poder acompañarlo en su cumpleaños el cual tengo entendido será muy pronto.- recordó la Condesa, Laurie miró a su tía con cierta sospecha, Al esbozó su amplia sonrisa bien practicada del repertorio "Sonrisas para la Sociedad", apartado, "Sonrisas para agradar ancianos y madres".
- Por favor, me ofendería si no le viera en esa noche tan importante para mí.- el tono tan afable del muchacho erizó la piel de Freda, no era normal.
- Esperaremos su invitación.-
- Por su puesto, por la noche mandaré un carruaje por la Señorita Mason.- concluyó Al.
- ¡Oh!, no se preocupe por ello, milord, no sabía que le importaba tanto la seguridad de su servidumbre, pero si es así yo la mandaré de regreso en nuestros carruajes, ¿necesitará escolta?- preguntó la Condesa con cierto tono de burla.
Al se sonrojó de vergüenza, el ofrecimiento del chico era más propio para Señoritas de sociedad, no para servidumbre, Al lo había olvidado por completo, soltó una risilla nerviosa.
- Sí, los Ascort vemos por la seguridad de nuestros empleados.- dijo Al.
- Pero qué buenos patrones.- concluyó la Condesa, Al apretó los labios y se apresuró salor de la mansión, no sin antes dirigir una rápida mirada a Freda.
- Hasta pronto mi Señora, Lucas.- se despidió el pelirrojo avergonzado pero sin olvidarse de molestar a Laurie una última vez.
Tan pronto se retiró, los Kilkenny se dirigieron a Freda.
- Muy bien niña, imagino que como sirvienta sabes limpiar, ¿qué más?- comenzó la Condesa.
Freda sintió que era una prueba y sus respuestas serían calificadas.
Lo pensó un momento.
- Sé cocinar.-
- Tienes que.-
- Sé leer.-
- Eso es nuevo...- reflexionó la Condesa.- ... ¿los Ascort te enseñaron?-
-No Señora, mi madre.- contestó Freda orgullosa.
- ¿Institutriz?-
- No, campesina.-
La Condesa arqueó las cejas con ligera sorpresa.
- ¿Eres de una antigua familia noble en desgracia?-
Freda esbozó una media sonrisa divertida con aquella conclusión.
"Sí, soy una antigua princesa de un reino olvidado sólo porque sé leer."
Penso Freda.
- No Señora, mi padre fue un marinero que aprendió en sus viajes y estando en casa enseñó a mi madre.-
- ¿Fue?, ya se retiró entonces.-
- Murió.- corrigió Freda, observó la reacción de la mujer y de Laurie, siempre era la misma, a la gente le resultaba incómodo escuchar la palabra "muerte".
- Es una pena Freda.- murmuró Laurie con amabilidad, pero la Condesa era de sangre más fría, sabía lo que era la pérdida, y seguir la tristeza cada que alguien escuchaba lo ocurrido era lo más inútil que le podía pasar a quien lo perdió.
- Muy bien, comenzarás entonces a limpiar la biblioteca, a las 7 llévame el té y algún postre.- indicó la Condesa poniéndose de pie con ayuda de su mayordomo dispuesta a tomar una siesta y esperar la hora de la comida.
- Te llevaré a la biblioteca.- ofreció Laurie adelantándose para que Freda le siguiera.
La chica obedeció y caminó detrás de Laurie, sin duda la sensación en la casa Kilkenny era distinta a la de los Ascort, seguir a Laurie era distinto a seguir a Al.
Entraron a una habitación amplia, llena de estantes y libros, desordenada, podía verse que se había limpiado por la superficies mas nunca a fondo.
Laurie notó la curiosidad de Freda.
- Al Conde le gustaba leer, a la Condesa no tanto, supongo que tenerte aquí será para mantenerte entretenida en lo que piensa qué hacer contigo, ofrecerte trabajo fue lo mejor que pudo pensar en el momento, contaba con que los Ascort te echarían tan pronto volvieran a casa.-
La voz de Laurie denotaba genuina consternación por la situación laboral de Freda, la chica rió levemente, Laurie la miró curioso.
- No milord, no son tan malos, al contrario, les debo mucho y les estoy muy agradecida por su amabilidad y tolerancia.- comentó Freda, Laurie la analizó con la mirada, parecía admirado, asombrado ante la vista.
- No me llames "Lord".- dijo Laurie con voz suave.
- ¿Disculpe?- Freda frunció el ceño.
- No soy como ellos, no soy un Lord...- comenzó Laurie antes de soltar un resoplido como risa.- ... Tu... "patrón" tiene razón en eso.- Laurie recordó las palabras de Al, Freda no lo entendía, ella no había comprendido la intención y el mensaje detrás del argumento de Albert durante el té.
Laurie notó la confusión de Freda.
- No tengo un título, mi familia vive bien, pero no somos nadie, mi tía es la importante, yo no soy nadie, soy como tú...- concluyó Laurie.- ... no me llames Lord, llámame Laurie, Freda.- insistió el chico, Freda se sintió abrumada por la petición pues sentía en las palabras de Laurie un aire de intimidad.
Miró los profundos ojos claros del muchacho, notaba un rasgo de soledad, uno muy parecido al de Albert, por un momento intuyó que Laurie era tan solitario como Al, entonces recordó a Guideon.
"Nunca lo había visto por aquí"
¿Laurie había mentido sobre su reunión de bienvenida y amistades?
Sintió pena por el chico, y un poco de empatía también, ella sabía lo que era salir de su hogar para intentar encajar en el mostruoso mundo de los aristócratas de Ilenis.
Le sonrió a Laurie con amabilidad.
- Está bien, lo siento, Laurie.-
El chico esbozó una amplia sonrisa alegre, satisfecho y orgulloso asintió y salió de la biblioteca para dejar a la chica comenzar sus labores.
- Cualquier cosa que necesites, llámame, estaré en el jardín.- se despidió Laurie, Freda asintió.
Pero que hombres tan complicados y raros se encontraba en la ciudad, pensó Freda mientras tomaba el primer libro del estante para desempolvarlo.
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La Dama del Duque
RomanceFreda llegó a la nueva residencia del Duque Ascort decidida a ganarse la vida para ayudar a su familia, sin imaginar que su labor más complicada será lidiar con el hijo del Duque, Albert