Ruido

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Al mantenía la mirada fija en su taza de té, casi media hora antes Freda se las había llevado, estaban en la sala común, con su madre, Ada y la organizadora de su fiesta de cumpleaños, las mujeres parloteaban los últimos detalles del evento cuando Freda entró con la charola, Al la siguió todo el trayecto, lucía diferente, se preguntaba que le había ocurrido en todas esas semanas que no habían hablado, quería preguntarle, escuchar su voz, pero la chica ni siquiera lo miró.

Era como si aquellas noches en las que cenaban en la cocina hubiesen sido un sueño, cuando Freda le dejó su taza alcanzó a oler el aroma de su cabello, pero la chica rápidamente se marchó, dejándolo con la mirada perdida en su taza y sus pensamientos confundidos.

Su madre y la organizadora le hacían sugerencias y como por inercia, Al decía que sí a todo, al final, el resultado de su indiferencia le sorprendió incluso a él, tanto que lo saco de su letargo.

- ¡Bien!, ¿quién diría que mi hermanito sería tan espectacular?- comentó Ada sonriente, Al parpadeó un par de veces, al tiempo que el estómago se le revolvía de los nervios y la incertidumbre.

- Repito entonces, será un baile de máscaras con temática de la naturaleza, usaremos los jardines traseros de la mansión, queremos los ornamentos completamente de oro y fuegos artificiales, pastel de chocolate de seis pisos, serviremos cena en cinco tiempos con codorniz como plato fuerte y pávlova como postre, el cumpleañero usará el atuendo número 3, ¿todo correcto?- dijo la coordinadora, Hanna.

Las tres mujeres se volvieron a Albert con mirada aterradora, Al no podía ocultar el terrible arrepentimiento de sus decisiones en su rostro, temeroso miró el reloj de reojo, según sus cuentas, llevaban ya más de tres horas en esa conversación y si decía que no, les tomaría otras tres horas en corregir la atrocidad que había cometido, así que tragandose sus conflictos, trató de sonreír.

- Sí.- respondió en un ronco resoplido, las mujeres asintieron orgullosas y terminaron con algunas conclusiones antes de ponerse de pie.

- Agregaré la temática a la invitación y para este viernes las entregamos, mañana pasará la modista para tomar medidas de la familia, nos vemos mañana-  se despidió Hanna, Lynette y Ada la acompañaron a la puerta dejando a Al frente al diseño de su atuendo de cumpleaños al que sólo le dirigió un gesto de desagrado antes de huir a su estudio para evitar a su hermana y madre.

En su camino a la oficina, Freda caminaba justo en dirección a él, Al sintió como su corazón se aceleraba con cada paso que daba.

Entre abrió los labios para cruzar palabra con Freda, pero la chica mantuvo su mirada firme y en cuanto estuvieron frente a frente, Freda tan solo le pasó por a lado sin siquiera una breve mirada, Al sintió una puñalada, sus piernas casi flaqueaban, Freda exhaló lo más imperceptible posible para que el chico no se diera cuenta de que ella había contenido su respiración para no inhalar aquel aroma a jazmines que tanto la hacía dudar, creyó haberse librado del encuentro.

- ¿Freda?- su voz ronca, débil, la llamó a sus espaldas, no podía ignorarlo, seguía siendo su amo.

Freda se giró y con toda su fuerza de voluntad se mantuvo firme a pesar de lo vulnerable que la hacía encontrarse con el gesto frágil de Albert.

El chico parecía triste, herido, como si ya no tuviera las armas para esconderse de ella, se esforzó para mantener la postura de una sirvienta esperando la orden de su amo.

- ¿Necesita algo, joven Albert?- dijo Freda con escalofriante voz gélida que hasta a ella le heló la sangre.

Al, derrotado, lo pensó un momento.

- Traeme un té a mi oficina.- ordenó casi como una súplica, Freda asintió y sin decir nada más volvió a la cocina, Al no lo notó pero su encuentro había ocurrido frente a una puerta abierta, el estudio de arte de Agnes, donde la chiquilla pintaba un retrato de su hermano Alphonse, ambos hermanos intercambiaron miradas desde que escucharon a Al detener a Freda, en silencio miraron cada gesto de su hermano y en silencio se debatían y confirmaban interpretaciones de la escena, por unos segundos miraron a Albert mientras el chico miraba a Freda marcharse.

La tensión era interesante, Alphonde frunció el ceño curioso y carraspeó con la garganta para sacar a su hermano de su trance.

Al pego un pequeño salto ante el ruido y su cara se volvió roja de vergüenza al encontrarse con sus hermanos interrogantes, para evitar preguntas, Al solo siguió su camino, Agnes miró a Alphonse, no ocupó palabras, Phonsi sabía muy bien lo que su hermana le decía con solo un gesto, el chico se puso de pie y salió del estudio.

Al ya estaba en su oficina, abrió el libro contable y trató de sumergirse en cuentas y transacciones para librar su mente de los pesares del corazón.

Cerró totalmente sus sentidos al exterior que no escuchó cuando Phonsi entró a la oficina, cerró la puerta y se recargó en silencio en una pared frente al escritorio de su hermano.

- Estaba seguro de que si alguno de nosotros hacía ESO, sería yo, o Augusta, ¿pero tú?- Alphonse al fin dijo al notar que Albert no lo había visto, lo confirmó cuando Al se sobresaltó y lo miró con los ojos bien abiertos, Phonsi se sintió ligeramente culpable, su hermano debía tener mucho ruido en su cabeza si lo había asustado ya dos veces en menos de media hora.

Al cerro su libro y trató de recuperar su postura.

- ¿En qué te puedo ayudar Alphonse?- cuestionó, entrecruzando los dedos sobre el escritorio.

Phonsi rió levemente, Al se había esforzado tanto en ser como su padre que ahora hasta sus gestos los imitaba a la perfección.

Pero antes de que Phonsi hablara, tocaron la puerta y pronto apareció Freda con gesto neutral y la charola de té, dejó la charola junto a Al y miró a Phonsi.

- Joven Alphonse, ¿gusta que le traiga una taza de té o café negro, si lo prefiere?-  ofreció Freda.

- No, gracias.- respondió Phonsi con una amplia sonrisa, Freda asintió y salió cerrando la puerta para dar privacidad a los hermanos.

Alphonse esperó un momento para asegurarse de que Freda se hubiera marchado por completo antes de cruzar los brazos sobre el pecho.

Con mirada pícara se volvió a Al.

- ¿Duermes con la sirvienta, o solo te gusta?- soltó sin filtro y una sonrisa traviesa, de la sorpresa e incomodidad Al tomó descuidado de su taza, quemandose la lengua y tosiendo, Phonsi lo miraba despreocupado y triunfal con su travesura.

Por fuera, Freda se llevó una mano al pecho, ligeramente ofendida con el vulgar comentario de Phonsi, pero con curiosidad ante la respuesta de Al.

La Dama del DuqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora